La paz exige diálogo, debate, síntesis, respeto y generosidad.
Egun on, buenos días, bon dia, amanece nublado, reflexiono sobre
noticias que observo en la prensa, algunas positivas como el avance de la “tercera
vía” en Catalunya, la encuesta de El País de hoy lo demuestra así como el
hundimiento de partidos que la gente relaciona con el resto del estado, como
PSC y PP. La dramática situación del primero, un partido que me acogió en
momentos complejos, me duele, creo que a pesar de algunas críticas al menos por
mi parte encontré un gran respeto a las divergencias y un intento por buscar
puntos de encuentro. Veremos cómo salimos de ese bucle.
El PSOE se debate en un no vivir ante el momento
histórico de la conferencia política, ahora ayudado por aportaciones externas
de gentes que vienen de IU. ¿Por qué la izquierda española, tan cainista ella,
no es capaz de buscar lo que nos une?
Pero lo que más atrae mi atención es un debate que
tuve en este mi sancta sanctorum que tiene que ver con la libertad de expresión
y el respeto a opciones diferentes. He sufrido a lo largo de mi vida política
incomprensión, violencia verbal, presiones inadmisibles desde ambas orillas de
este río de aguas turbulentas. Todo por decir siempre lo que pensaba, que
lógicamente unas veces gustaba a unos y desagradaba a otros y viceversa, pero
creo que siempre desde el respeto y las buenas formas, porque lo otro da a
entender que no confiamos en nuestros argumentos y por eso utilizamos la frase,
o la palabra de trazo grueso. Por inseguridad o por falta de argumentos.
Siempre he escuchado otros argumentos, me gusta el
debate, la confrontación dialéctica, porque siempre se aprende algo de quienes
te rebaten aunque utilicen ideas pueriles. He intentado conocer al “otro”, sus
motivos, sus razones, aunque no estuviera de acuerdo e intentado que el resto
también lo hiciera. Así durante más de 25 años mantuve contactos, conversaciones,
debates, con gentes que estaban en el bando que me amenazaba, e incluso me
podía quitar la vida. He intentado construir puentes de comunicación, por los
que transitar la senda de la paz, con muchos golpes, con momentos difíciles,
dramáticos, con instante de flaqueza, de ganas de tirar la toalla como en el
ring, pero siempre he continuado adelante con ese intento.
Algunos que mandan mucho y ahora reniegan de aquel
pasado, utilizaron esa característica para contactar, para palpar la situación,
no siempre con intención sana y algunas veces de manera torpe o torticera. Pero
creo sinceramente que sirvió para algo, al menos para conocernos, para vernos
no como enemigos, sino como gentes que discrepábamos sobre temas fundamentales,
especialmente el uso de la violencia como arma política, pero que también
teníamos elementos de contacto, comunes: que éramos de izquierdas. Además trajo
como consecuencia solidas amistades que seguirán por encima de los
acontecimientos.
Tengo pendiente escribir mis memorias, esas que en
ese apartado iba a escribir con mi gran amigo, cómplice en este empeño, Enrique
Curiel, pero me abandonó por el camino. Tengo una deuda con él, la tenemos
todos aquellos que luchamos por la paz, porque fue el que más se comprometió en
ese empeño. Cuantas horas de charlas, de viajes, de contactos, de intentos de
mediación, de convencimiento sobre la necesidad de llegar a donde hoy estamos.
Estaría hoy feliz por ello, pero profundamente preocupado por el estancamiento
peligroso del proceso y por la confrontación brutal entre centro y periferia,
lo que él denominaba “último gran tema por resolver de la Transición”. Esa de
la que fue protagonista como representante del PCE y coautor de nuestra
Constitución.
En fin todo esto viene a cuento de la necesidad de
debatir de contrastar opiniones desde el respeto al que opina diferente, desde
su escucha, porque cada cual tiene una parte de razón, por eso la necesidad de
la síntesis, una práctica muy abandonada últimamente, pero también con grandes
dosis de generosidad, sabiendo ceder parte de nuestro espacio para cedérselo al
otro.
Soy consciente de que ese trabajo intelectual me ha
costado sinsabores y posiblemente una carrera política más fructífera, eso y mi
libertad que nunca he consentido dejarla colgada a la puerta de la sede de mi
partido, mi inquebrantable lucha por la libertad de expresión. En mi partido me
costó eso, pero algunos deben reflexionar sobre que en algún otro me habría
podido costar la vida, por eso entendía a veces su cobardía, o su extrema
cuidado a la hora de hacer en su lado lo que yo era capaz de realizar en el
mío. Torquemada y su Santa Inquisición se manifiestan de diferentes maneras que
iban desde la tortura hasta la quema en la hoguera.
Seguimos en ese empeño, Seguiremos hasta el final de
nuestros días. Por lo menos en memoria de Enrique.
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