8-M. Me avergüenzo de ser hombre
Publicado en Diario 16, Periodista Digital, Plaza Nueva, El Confidencial Digital, Gara en Marzo 2019
Se acerca un nuevo 8 de
Marzo y constato sobresaltado, que en lo que va de este año 2019 más de una
decena de mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Sí,
sí, asesinadas, porque el lenguaje es muy importante, en especial el de ciertos
medios que “crean opinión”.
Que en el caso que nos
ocupa y preocupa se lea con demasiada asiduidad “una mujer muere a manos de su
pareja”, causa estupor e indignación. Sobre todo si como dicen los expertos en
esta lucha contra la violencia machista, resulta muy importante el trabajo
sobre la educación y ahí tienen un papel fundamental los medios de
comunicación.
¿Cómo acabar con esta
lacra?
Compleja pregunta con
difícil respuesta. Algo parece evidente a la vista de que la inmensa mayoría de
los casos de maltrato, resultan ser del hombre contra la mujer y no al revés.
Que la culpa, o para utilizar un término alejado de la moral cristiana, la
responsabilidad, es del hombre. Es por lo tanto nuestra, del que escribe este artículo y también del que lo
lea siendo hombre.
No sólo en este campo
destacamos en lo negativo, también en los casos de pederastia o de asesinatos
en serie. Existen pocas evidencias de mujeres acusadas de delitos en estos tres
campos.
¿Alguien se ha dedicado
a investigar que por el ejemplo en el caso de la iglesia, los mayores casos de
abusos se estén produciendo entre los religiosos y no entre las religiosas?
¿Será porque el problema fundamental no es la iglesia sino el género? ¿O cómo
es posible que apenas existan mujeres acusadas de asesinatos en serie?
Somos pues los hombres
los que ejercemos el maltrato, los que estamos implicados en la pederastia, en
los crímenes en serie, incluso los grandes genocidios de la humanidad han sido
perpetrados por hombres.
No vale aquí, como
pretenden algunos, alegar causas de siglos de educación de poder del hombre
sobre la mujer, ni siquiera la manida educación judeo-cristiana para justificar
lo injustificable. La otra religión monoteísta, el islam, resulta aún más cruel
e injusta.
Especialmente en los
últimos tiempos donde la capacidad de reflexionar, de analizar y por tanto de
rectificar es si cabe mayor que en momentos anteriores.
Resulta cierto que esa
losa de siglos de machismo es difícil quitársela de encima, pero es posible,
necesario y desde luego no justifica ni esos comportamientos de una minoría, ni
el silencio cómplice de la mayoría.
A veces me sonrojo ante
comentarios, chistes, bromas, comportamientos de mis congéneres ante los que
reacciono con dureza, generando y eso es lo más grave, la incomprensión de los
mismos.
No me siento reconocido
en ellos, ni siquiera considero que estemos hechos de la misma pasta, pero
lamentablemente acabo dándome cuenta de que también aquí me encuentro en
minoría.
Haber escuchado alguna
vez cánticos impresentables (en voces unánimemente masculinas) en ciertos
campos de fútbol a favor de maltratadores impresentables, resulta desalentador.
¿Qué hacer? Pues al
menos los que aún en un mundo de autistas seguimos reflexionando y empatizando,
evitar cualquier atisbo por mínimo que sea de machismo discriminatorio con la
mujer y a partir de ahí no consentirlo en los demás. Comenzar el trabajo por
nosotros mismos. Mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿José eres aún machista?
También evitar comportamientos
hipócritas. ¿Cuántos machos que participan en las manifestaciones de condenas
contra la violencia sobre la mujer, después en su ámbito privado la ejercen,
física, psicológica, o discriminatoriamente?
También resulta
desolador para quienes pertenecemos a la generación que luchó contra el
franquismo observar, como esa batalla que se desarrolló a finales de los 70 y
80 a favor de la igualdad de derechos y que concienciaba al hombre evitando
viera a la mujer como un objeto de posesión, se haya visto quebrada en los
últimos años, quizás por una relajación en la educación de origen, en especial
en las propias familias.
Ver a los y las jóvenes
de ahora volver a los lamentables principios de antes de nuestra
democracia, ayuda a esta plaga de
violencia y al mismo tiempo produce preocupación y un cierto desánimo.
¿Cómo es posible que
después del recorrido realizado los y las jóvenes actuales sean más machistas
que nuestra generación? ¿Qué está fallando para que eso ocurra? ¿Qué pasaría si
en un año se siguieran produciendo 80 asesinatos a manos de ETA, de ellos 20
niños y niñas? Responder a estas preguntas, abrir un debate social y político
sobre ellas puede dar lugar a medidas eficaces para evitarlo.
No basta con las
campañas, la indignación o la solidaridad con las víctimas. No basta los 8 de
Marzo manifestarse a favor de la igualdad. La solución, como en el caso de la
inmigración, está en origen. En las familias que deben procurar inculcar
valores de igualdad y respeto, de intransigencia con cualquier síntoma de falta
de ellas, más medidas sólidas de educación en el seno de esas mismas familias.
Con ETA se acabó cuando
la campaña contra su violencia de los cuerpos y fuerza del estado, la presión
judicial y la colaboración internacional se vieron acompañadas por un trabajo
eficaz en la base social que la apoyaba, o sea en el lugar de donde nace el
problema.
En esta dura batalla
debe ocurrir lo mismo. No son las mujeres, víctimas de esa violencia, quienes
deben liderar en exclusiva la lucha contra la misma. No son las mujeres que
sufren la discriminación quienes solas batallen contra ella. Somos los
causantes, los hombres, quienes debemos hacerlo, empezando por nosotros mismos
y por quienes tenemos algún tipo de ascendente, en especial nuestros hijos machos.
Boicotear programas de
televisión donde no se corten de raíz comportamientos de ese tipo, o medios de
comunicación, revistas, películas, tertulianos, escritores, músicos y músicas
que lo fomenten. Empezando por ese bodrio que se llama bachata, o ciertos
corridos mexicanos.
Tolerancia cero, o
mejor menos cien con todos ellos.
Después un pacto de
estado de consenso para acabar con esta lacra, programas educativos serios,
protección real a las víctimas y sus hijos, castigos duros a los culpables,
dotar de fondos para pisos en alquiler, ayudas, casas de acogida. Un Pacto de
Estado con mayúsculas.
Estamos en estado de
emergencia, todas las luces rojas permanecen encendidas y sólo una implicación
social y política profunda puede conseguir apagarlas.
Esta tarde escribiendo
estas reflexiones me siento avergonzado de ser hombre, de pertenecer a esa
mitad de la humanidad que margina, maltrata y asesina a la otra mitad. Puede
parecer exagerado, pero quizás sólo desde esta posición intransigente podamos
acabar con esto.
Uno sólo no puede, pero
un solo grano ayuda a compañero y puede lograr llenar el granero.
¡Basta ya! ¡No en mi
nombre!
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 4
Marzo 2019
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