Reflexiones un 1 de Noviembre
Termina este día que siempre me ha inspirado
sensaciones complejas, contradictorias. El día de los muertos, pero al mismo
tiempo después de una noche festiva que se celebra como se hace durante
navidad, quizás por la excesiva y nefasta influencia de los yanquis. Prefiero
el sentido que le dan nuestros ancestros: los celtas, para los que suponía algo
así como la entrada a un nuevo año, a un nuevo ciclo.
De esa tradición ha derivado la necesidad de a
través de cuatro velas situadas en los cuatro puntos cardinales expulsar,
anular, alejar todos los malos rollos, todo lo negativo que hay en nuestra
vida, algo parecido a lo que hacemos con las hogueras de San Juan o cuando en
noche vieja colgamos de nuestros árboles nuestros deseos.
Eso hice esta noche pasada, esta vez por primera vez
solo en mi refugio, en mi sancta sanctorum. Encontré una vieja vela y unas
cerillas desconocidas, la partí en cuatro trozos y conseguí encenderlos después
de diversos intentos, aunque sabía que en otro lugar alguien también las ponía
por mí y quizás para mí.
En ese momento ocurrió algo que entendí era solo una
anécdota pero también intrigante, extraño, inquietante: se me fue la luz. Pensé
que era algo casual que no tenía nada que ver con lo que estaba haciendo, le di
a los plomos pero a los pocos minutos nuevamente ocurrió, la oscuridad se hacía
alrededor mío. Comprobé que el resto de las viviendas colindantes tenía luz. Mi
casa era la única así. Se repitió el sorprendente hecho en casi una docena de
ocasiones, después fuí apagando enchufes, objetos eléctricos, hasta que decidí
que algo o alguien me pedía que estuviera a oscuras y así me quedé durante un
largo instante.
Sentí entonces como si no estuviera solo, alguien o
algo estaba alrededor mío, pero eso no me generaba temor ni intranquilidad sino
todo lo contrario, era como si fuera un ente protector, relajante que en algún
momento me llegó a envolver. La mañana anterior en mi paseo diario me topé sin
saber muy bien cómo con el cementerio de Villava. Había pasado todos estos días por ese lugar pero solo ayer
me fijé, en él está enterrado mi hermano pequeño Javi. Entré, hacía cuatro años
que no lo hacía, no me gustan los cementerios, prefiero guardar la memoria y el
recuerdo de otra manera. Allí frente a su tumba le pedí que me orientara, me
guiara, protegiera. Nunca he creído que los muertos, nuestros muertos, puedan
hacer esas cosas pero ayer algo me dijo que sí era posible.
En la oscuridad de mi casa recordé ese hecho y tuve
la sensación de que era él, que Javi estaba al lado mío, intenté escuchar,
sentir lo que me transmitía pero no hubo respuesta, ninguna respuesta, quizás
porque esas ya las llevaba dentro de mí sin saberlo.
Fui a dormir con esa extraña sensación, como siempre
despertándome temprano y he rebuscado en mí esas respuestas a mis incógnitas
sin resultado práctico. Hasta que esta tarde de mane he observado como con el
sol bajando por el horizonte que visualizo desde mi balcón y la lluvia cayendo
al mismo tiempo conseguían un doble arcoíris preciso, que nacía por la suma de
ambos sucesos y ahí sí, en ese momento he captado el mensaje que Javi me dejó anoche,
lo he captado con claridad absoluta. El resto de la tarde he intentado
abstraerme de ello, creo que es mejor dejar para la mañana próxima cualquier
conclusión definitiva que pueda llevar a decisiones.
Hoy, ahora frente a mi ordenador intento trasladar
esos hechos esas sensaciones no sé muy bien con qué intención. Desnudarse sentimentalmente
en público qué es?: Exhibicionismo? Desahogo? Intento de comunicación o de llamar
la atención? O simplemente exponer cosas que te ocurren por si a alguien le
interesa e incluso le pueden servir?
Me da igual, me apetece hacerlo y lo hago.
Hoy aquí, ahora me siento aún más vivo y sobre todo
aún más libre.
Gracias Javi, o quien quiera que fueras….
Esta música te va a gustar.
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