Tres años sin Enrique Curiel, un hombre de paz



El 2 de Marzo de hace tres años fallecía un gran político, un gran amigo: Enrique Curiel. Una figura clave para entender nuestra historia reciente, escrita con su lucha antifranquista, pasando por su militancia en el PCE primero y en el PSOE hasta su muerte.

Sirvan estas breves y sentidas líneas como un recuerdo personal y político. Pretenden ser  sólo, y nada menos, un pequeño homenaje, mi reconocimiento, desde el cariño y respeto hacia quien compartí instantes diferentes de la historia de nuestro país, desde la lucha estudiantil de los 70, pasando por nuestra común militancia comunista, nuestro tránsito hacia el PSOE y en los últimos 25 años un esfuerzo común y continuado: el intento de conseguir la paz.

Era un político de los que se ven pocos hoy en día: inteligente, reflexivo, honesto, dialogante, de izquierdas de los de verdad, pero sobre todo era una excelente persona repleta de humanidad, de sentido común.

Quiero resaltar especialmente ese trabajo a favor de la paz, del diálogo entre diferentes e incluso entre muy diferentes como vía de entendimiento y por tanto de solución de conflictos. Algún día se escribirá esa historia, su historia, esa que he vivido con él en primera persona. Quizás algún día sea capaz de escribir el libro que ambos teníamos previsto lanzar a la opinión pública.



Se fue sin terminarla pero quiero y debo dejar constancia de ese esfuerzo, que espero sea reconocido algún día por quienes desde los diferentes lugares de la política tienen constancia de ello. Yo sí lo hago  desde un lado y otro de las orillas de este río de aguas cada vez menos turbulentas, en alguna parte debido a su esfuerzo construyendo puentes.

Nos deja su legado, especialmente sus numerosos escritos sobre el “problema vasco”, realizados con lucidez, audacia (no siempre comprendida) y generosidad, mucha generosidad, ésa que tanto necesitamos.

Éste era su momento. Me consta que sabía que es el momento de la paz, que hemos iniciado la senda correcta hacia ella. Por eso cuando llegue, aunque no esté, le deberemos mucho a su trabajo estos años para conseguirla.

Durante esos 25 años se empeñó en un final sin vencedores ni vencidos,  consciente de que para llegar a él todos debíamos dejar “pelos en la gatera”, también de que lo más difícil sería la reconciliación desde el perdón y la generosidad.

En sus innumerables viajes a Euskadi y Navarra aprendió a conocer y respetar estas tierras, sus costumbres, su gastronomía, sus fiestas y sobre todo sus gentes. Se convirtió en un embajador que didácticamente intentaba explicar allí por donde iba el llamado “conflicto vasco”. En especial en su militancia socialista y en su trabajo como profesor de la Facultad de Políticas de Madrid.

Gallego de nacimiento, madrileño de vivencia y vasco de adopción. Esas tres realidades le hicieron más comprensivo, sensato, mucho más que quien escribe estas líneas a quien achacó innumerables veces su actitud lenguaraz y libertaria. Ha sido la persona con quien más he discutido en mi larga vida, pero en esos debates, no siempre confluyentes, se fue fraguando una amistad inquebrantable que solo su muerte pudo romper.



Hoy seguro que analizaría cada paso dado por ETA, se felicitaría de los dados por la Izquierda Abertzale, discreparía de la parálisis del gobierno de Rajoy y probablemente, aunque esto no lo dijera públicamente, del de nuestro partido, del de Rubalcaba con quien tantas “aventuras” vivimos. Precisamente era al propio Rubalcaba a quien reportábamos, él en primera persona, cada paso dado, quien nos indicaba los pasos a dar, quien aprendió de sus indicaciones aunque ahora parezca haberlas olvidado.

Probablemente se habría visto profundamente decepcionado por lo ocurrido con la Comisión Internacional de Verificación, con un acto que la desactiva definitivamente y posiblemente optaría por proponer que fuera la propia ONU la involucrada en supervisar, controlar y verificar el desarme de ETA. Intentaría convencer a propios y extraños de que resulta una medida eficaz, de consenso, para desbloquear la peligrosa parálisis actual del proceso.

Agur Enrique, amigo y compañero, agur de nuevo en este tercer aniversario, adiós con el profundo dolor que me produce tu marcha.

Continuaré incansable como me reclamabas tu lucha, pero al mismo tiempo desde estas líneas vuelvo a alzar mi voz para reivindicar tu legado, para clamar por el reconocimiento de tu inmensa labor a favor de la paz. Quizás el Gobierno Vasco debiera recoger la iniciativa y subsanar este profundo olvido.


Tres años después de tu pérdida tu bandera sigue alzada….y seguirá….

Comentarios

  1. Sí, es una pena. Fue un gran hombre. Gracias por haberne dado la oportunidad de hablar con él. Se interesó por mí en un momento muy duro

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