El espíritu de Suárez
Artículo publicado en Diario de Noticias el 27 Marzo 2014
La muerte de Adolfo Suárez nos ha obligado a mirar con una cierta nostalgia unos, animadversión otros, e ignorancia el resto especialmente las nuevas generaciones nacidas después del franquismo, un periodo de la historia reciente de nuestro país que marcó el devenir del mismo.
La muerte de Adolfo Suárez nos ha obligado a mirar con una cierta nostalgia unos, animadversión otros, e ignorancia el resto especialmente las nuevas generaciones nacidas después del franquismo, un periodo de la historia reciente de nuestro país que marcó el devenir del mismo.
Para quienes vivimos
aquella época en primera persona, después de una larga lucha contra un régimen
totalitario, fascista, represor y violento supuso pasar del blanco y negro de
nuestros años juveniles al color de nuestra madurez.
Visto desde la
perspectiva actual puede merecer muchas críticas, algunas realmente injustas y
desafortunadas. Muchas viene de quienes no vivieron aquellos momentos y quizás
muchos de ellos si hubieran estado durante el franquismo habrían estado
escondidos debajo de las mesas, porque es muy fácil criticar desde la
ignorancia.
Fue un periodo
complejo, duro, difícil, con ruido de sables, con un intento de golpe de estado, en el que tuvimos que aprender muchas cosas sobre la
marcha y en un tiempo record. Aprendimos a aceptar que a la democracia se podía
llegar desde la evolución y no desde la ruptura, desde la paz y no la guerra,
el entendimiento y no el conflicto. Aprendimos que algunos enemigos no lo eran
tanto y que quienes parecían amigos se convertían en lo contrario. Que se podía
y debía dialogar con el contrincante, incluso negociar y llegar a acuerdos
trascendentes.
Pero también ese
instante de nuestra historia nos dio un plantel de excelentes políticos,
algunos fraguados en la lucha que terminaba de manera inesperada, otros
emergentes desde lugares desconocidos, incluso desde el propio franquismo como
el mismo Suarez.
Ellos y ellas nos
enseñaron a madurar políticamente, a dejar posiciones extremistas y adaptarnos
a los nuevos tiempos que venían. Que no era lo mismo luchar contra el fascismo
que moverse por un sistema democrático por muchas imperfecciones que éste
pudiera tener. A tener la capacidad de entregarse a una causa respetando otras
diferentes, incluso opuestas radicalmente.
Gentes como el viejo
profesor Enrique Tierno Galván, su discípulo, mi gran amigo Enrique Curiel, Marcelino
Camacho, ese inmenso estratega que fue Santiago Carrillo o el propio Adolfo
Suárez nos marcaron ése camino. Gentes intelectualmente impecables,
dialogantes, flexibles, honestas, valientes, audaces, políticos de una pieza de
los que ya no se fabrican. Ver a los dos últimos, franquista uno, comunista el
otro, el símbolo de las dos Españas de Antonio Machado ser capaces de llegar a
acuerdos transcendentales, legalización del PCE, aceptación de la monarquía y la
bandera, incluso de llegar a ser amigos, fue un verdadero ejemplo para muchos,
un lujo.
A pesar de que en un
primer momento ciertas concesiones nos abrieran en canal, que no las
entendiéramos, incluso supusieran confrontaciones dialécticas antes no conocidas,
especialmente en el seno de mi partido: el PCE. Digerir esos cambios supuso
tragarnos sapos de difícil digestión. Fuimos capaces de hacerlo y gracias a esa
generosidad colectica la democracia llegó mucho antes, con mucho menos
sufrimientos a nuestro país.
Visto desde ahora,
desde las gentes que no tienen ningún interés en profundizar en nuestra
reciente historia, en diseccionar más allá de lo meramente superficial las
decisiones que allí se tomaron, de intentar siquiera ponerse en aquel difícil
momento, pueden resultar criticables. Pero debido a aquellos gestos de altura
de miras, de gallardía política fuimos capaces de en un plazo muy breve de
tiempo pasar de una brutal dictadura, a la Constitución más progresista de
Europa, de un régimen laboral y económico ancestral a, desde los Pactos de la
Moncloa, un sistema moderno y avanzado, desde la falta absoluta de libertades
al respeto de todas ellas. Ya quisiéramos ahora estar en aquella situación.
Aunque pueda no
parecerlo, la izquierda ganó esa batalla, la ganamos desde nuestra lucha anti
franquista y nuestra rápida adaptación al sistema democráticos. Para ello nos
dejamos muchos jirones de nuestras pieles en las batallas en las calles, en las
torturas de comisaría, en la represión laboral y estudiantil y también jirones
ideológicos, pero valió la pena, por supuesto que valió la pena.
Quizás visto desde la
situación actual debiera haber una recuperación de aquellos valores que hemos
perdido por el transito democrático. Pero para ello no nos vale la clase política
actual, habrá que esperar a que emerjan de nuevo esas figuras que
periódicamente transitan por nuestra vieja piel de toro. Quizás algunos ya
caminen por la vilipendiada, desprestigiada actividad política. Ayudémosles a
emerger, impongamos esos viejos criterios adaptados al nuevo tiempo,
fortalezcamos de nuevo la honestidad, la generosidad, el diálogo,
entendimiento, acuerdo, la altura de miras, recuperemos la praxis de estadista,
nuestro país, sus gentes lo necesitan como el oxígeno.
Los viejos camaradas,
compañeros que aún estamos impregnados de ese espíritu ayudaremos desde fuera,
apoyaremos con nuestras reflexiones y también con nuestra lucha, con nuestra
vigilancia democrática no lo dudéis….
Es momento de recuperar
el espíritu de Adolfo Suarez…..de Santiago Carrillo, de Enrique Curiel, de
Tierno Galván, de Marcelino Camacho….
Es el momento de la POLÍTICA con
mayúsculas.
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