Ingenuidad, utopía, odio, intransigencia, confrontación, generosidad, diálogo, reconciliación, PAZ
Reconozco que me invade una cierta ingenuidad y que
la utopía ha impregnado toda mi vida, así me va…Una persona muy cercana me
solía decir que no hay cosa más peligrosa que un ingenuo. Quizás tuviera razón.
Ingenuidad al creer que todas las personas ven los
avances que se están dando en el largo y curvo camino hacia la paz. Esa paz que
tanto deseamos y por la que algunos hemos luchado en los últimos 25 años, con
sinsabores, ingratitudes, incomprensiones e injusticias, pero que poco a poco
se va consolidando.
Al colgar reflexiones en mis muros en las redes
sociales, de las que soy un convencido activista, he visto reacciones que me
indican que desgraciadamente aún no es así, o al menos que todavía existen gentes,
cada vez menos espero, que siguen ancladas en la confrontación y el odio.
Durante muchos años me enfrenté con dureza al mundo
de la izquierda Abertzale, a lo que se denominaba “entorno de ETA”. A veces con
extremada dureza a pesar que siempre intenté no cerrar la puerta a la comunicación
y el diálogo y a intentar entender las razones del “otro” esa bipolaridad que
intentaba fuera objetiva me ganó la antipatía de una parte y la contraria,
incluso de los míos, míos.
En ese tiempo en los debates políticos en las
instituciones, Ayuntamiento de Villava-Atarrabia y Parlamento de Navarra, les
lancé constantes llamamientos a que rompieran con ETA, a que aceptaran las
reglas de juego democrático, que todas las ideas se debían y podían defender
por métodos políticos y que la violencia perjudicaba a todos, incluidos a ellos
y la consecución de su proyecto político. Esas tesis venían de los partidos
democráticos y yo al menos me las creí, también quizás ingenuamente.
Viví con vergüenza a veces, con indignación también
que mi propio partido, el PSOE, utilizara métodos inmorales en su lucha contra
ETA. El GAL, los sucedáneos, las torturas, los métodos viles impropios de la ética
de la izquierda me hicieron sentir alejado, profundamente alejado incluso alcé mi voz para criticarlo
duramente. Lo hice porque consideraba honesto
denunciar también lo que los tuyos puedan hacer mal.
Desde hace algo más de dos años, desde que ETA
anunció el final definitivo de la violencia, de todo tipo de violencia,
derrotada por la presión policial, judicial, de colaboración internacional,
pero especialmente por el rechazo cada vez mayor que sus acciones tenían en la
ciudadanía española, vasca, incluso entre su propia base social y por la
batalla que desde su mundo político se les planteó. La alternativa Bateragune
liderada por gentes como Arnaldo Otegi, Miren Zabaleta, Rafa Díez Usabiaga,
Pernando Barrena, Rufi Etxeberría o Joseba Permach acabó por convencerles y
derrotarles. Lamentablemente el Estado reaccionó encarcelándolos en lugar de
reconocerles el esfuerzo realizado, con valentía, mucha valentía. Como
llevábamos años reclamándoles los políticos vencían a los militares y como consecuencia
lo político primaba sobre lo militar.
Después constantes movimientos, todos en la misma
dirección aceptar la democracia, sus métodos y la eliminación de la violencia
como instrumento de lucha política. Así han ido obteniendo resultados
electorales espectaculares elección tras elección, dando la razón a quienes
diseñaron Bateragune.
Cumplían paso a paso todas las condiciones que les
habíamos puesto y a pesar de todo el Estado, los partidos mayoritarios PP y PSOE
no movían ni un ápice su posición intransigente, inmóvil. El último movimiento
del EPPK y la previsible declaración de ETA sobre su desarme sitúa la pelota en
el tejado del Estado que debe cambiar de inmediato su rígida e injusta, en las
circunstancias actuales, política penitenciaria. Otegi y el resto de Bateragune deben salir a
la calle ya, al igual que se debe aplicar con la misma inmediatez el acercamiento
de presos a sus lugares de origen, eliminar los demenciales macro procesos y
destensar la presión judicial y policial sobre la IA.
Pero lo terrible, lo realmente terrible, es darme
cuenta de que todavía una parte de la sociedad está anclara en el odio y la
confrontación, incapaz de entender los nuevos tiempos. Leer las extemporáneas,
brutales incluso, reacciones a mis comentarios desde ambas partes indica que
todavía el conflicto está abierto y que lo más difícil una vez alcanzada la paz
va a ser la reconciliación. Porque ésta va a necesitar de una gran dosis de
generosidad e imaginación que en estas gentes resulta absolutamente impensable.
Me he pasado la vida construyendo puentes por los
que comunicarnos con la otra orilla de aquel río de aguas turbulentas, muchas
veces destruidos por el estruendo de las bombas o los tiros en la nuca, siempre
intentado reconstruirlos de nuevo, encontrando por el camino gentes que hacían
lo mismo desde el otro lado con quienes he ido forjando amistades profundas,
desde la discrepancia. Patxi Zabaleta, Pernando Barrena, Txema Jurado, Jonan
Fernandez, Paul Ríos, codo con codo hemos ido recorriendo el camino ahora ya
tan próximo a la paz. No vamos a consentir que el odio, la sinrazón, la
incomunicación nos haga retroceder ni un solo paso, por eso la paz, la PAZ con
mayúscula va a llegar, sí o sí.
Habrá que hacer un ejercicio de pedagogía para
convencer a los irreductibles, cursos de convivencia con los muy diferentes,
pero si hemos llegado hasta aquí llegaremos hasta el final. Que no lo dude
nadie.
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