Del error o la provocación, a la emergencia nacional.
Artículo publicado en DEIA el 17 Enero 2014
Se inicia un nuevo año y en apenas 15 días la
situación ha dado un vuelco espectacular. La respuesta del pueblo vasco a los
desvaríos del gobierno de Rajoy ha sido imprevista, espectacular, obligando a
quienes estaban mirando para otro lado, ignorando un proceso de paz
peligrosamente parado, a dirigir su mirada impactados por el tsunami que
recorrió las calles de Bilbao.
Eso después de algún disparate judicial
como que el juez Ruz autorizara la manifestación convocada por no ver en su
convocatoria indicio delictivo alguno y el juez Velasco la prohibiera
presionado por el “Tea Party” que ahora controla el PP en esta materia. A pesar
de todo se convocó de nuevo con un añadido fundamental: la presencia del PNV,
consiguiendo así un hecho histórico que desde 1999 no se producía.
Siempre me he manifestado en contra de la
dispersión, incluso expresarlo públicamente me ha supuesto problemas en mi
partido (PSOE) al menos mientras milité en el PSN, más aún ahora que la
Izquierda Abertzale e incluso ETA han movido sus posiciones hasta posiciones
hace muy poco impensables.
Durante muchos años me enfrenté con dureza
a su mundo, a lo que denominábamos “entorno de ETA”. Eso a pesar de que siempre
intenté no cerrar la puerta a la comunicación y el diálogo, a intentar entender
las razones del “otro”.
En ese tiempo en los debates políticos en
las instituciones, Ayuntamiento de Villava-Atarrabia y Parlamento de Navarra,
les lancé constantes llamamientos a que rompieran con ETA, a que aceptaran las
reglas de juego democrático, porque todas las ideas se podían y debían defender
por métodos pacíficos y la violencia perjudicaba a todos, incluidos a ellos y
la consecución de su proyecto político. Esas tesis venían de los partidos
democráticos y yo al menos me las creí, quizás ingenuamente.
Viví con vergüenza con indignación que mi
propio partido, el PSOE, supuestamente utilizara métodos inmorales en su lucha
contra ETA. El GAL, o las torturas, impropios de la ética de la izquierda, me
hicieron sentir profundamente alejado, incluso alcé mi voz para
criticarlo duramente. Lo hice porque consideraba honesto denunciar
también aquello que los tuyos hacen mal.
Hace algo más de dos años, ETA anunciaba
el final definitivo de la violencia, de todo tipo de violencia, derrotada por
la presión policial, judicial, colaboración internacional, pero especialmente
por el rechazo cada vez mayor que sus acciones tenían en la ciudadanía, incluso
entre su propia base social y por la batalla interna de su mundo político. La
alternativa Bateragune liderada por gentes como Otegi, Zabaleta, o Rafa Díez
acabó por convencerles y/o derrotarles. Lamentablemente el Estado reaccionó
encarcelándoles en lugar de reconocerles el esfuerzo realizado con valentía. Como
llevábamos años reclamándoles los políticos vencían a los militares y como
consecuencia lo político primaba sobre lo militar.
Después constantes movimientos, todos en
la misma dirección: aceptar la democracia, sus métodos y la eliminación de la
violencia como instrumento de lucha política.
Cumplían paso a paso TODAS las condiciones
que les habíamos puesto y a pesar de todo el Estado, los partidos mayoritarios
PP y PSOE no movían ni un ápice su posición intransigente, inmóvil. El último
movimiento del EPPK y la previsible declaración de ETA sobre su desarme sitúa
la pelota en el tejado del Estado que debe cambiar de inmediato su rígida e
injusta, política penitenciaria. Otegi y el resto de Bateragune deben
salir a la calle, se debe aplicar con la misma inmediatez el acercamiento de
presos a sus lugares de origen, eliminar los demenciales macro procesos y
destensar la presión judicial y policial sobre la IA.
Soy consciente de que todavía una parte de
la sociedad está anclara en el odio y la confrontación, incapaz de entender los
nuevos tiempos. Leer algunas reaccione extemporáneas indica que todavía el
conflicto está abierto y que lo más difícil una vez alcanzada la paz va a ser
la reconciliación que necesitará una gran dosis de generosidad y audacia. Deberemos
hacer un ejercicio de pedagogía para convencer a esos irreductibles, cursos de
convivencia, pero si hemos llegado hasta aquí llegaremos hasta el final.
También he pasado la vida construyendo
puentes por los que comunicarnos con la otra orilla, muchas veces destruidos
por el estruendo de las bombas o los tiros en la nuca, intentando
reconstruirlos de nuevo, encontrando por el camino gentes que hacían lo mismo
desde el otro lado con quienes he ido forjando amistades profundas desde la
discrepancia: Patxi Zabaleta, Pernando Barrena, o Paul Ríos solo son una
muestra.
Por todo ello asistí el sábado a una
manifestación con cuyo eslogan me sentí cómodo e identificado: "Derechos
humanos, acuerdo, paz". Lo hice acompañado de compañeras y compañeros
socialistas, fuimos una gota más en ese océano que exigía justicia, una gota socialista
que reivindicaba la unión en esto de una izquierda transversal, española o
abertzale. Pero también estuve allí para exigir a ETA que concrete un desarme
con plazos y después su disolución definitiva. Hubo gritos, sí (rompiendo el
consenso previo) a favor del acercamiento de presos, incluso a diferencia de la
del año pasado a favor de la amnistía y la independencia, pero al menos donde
estuve, en la cabeza de la misma, ni uno a favor de ETA.
Pero al observar el desarrollo de esa inmensa manifestación la comparé con la del año pasado, a la que también asistí y me di cuenta de cambios sustanciales. Lo que más me impactó fueron las parecidas sensaciones que me produjeron con las dos que asistí cuando vivía en Catalunya; la del 11 de Septiembre recién aprobado el Estatut y la que inundó las calles de Barcelona contra la sentencia del TC que invalidaba parte del mismo. Serenidad prudente, ilusión y consenso de las primeras y cabreo, mucho cabreo y tensión en las segundas. Un grito común en las segundas partes: INDEPENDENCIA, que no se escuchó en las anteriores. Allí sentí que la torpeza, o la provocación del PP “despertaba a la bicha” aquí, exactamente igual que allí. Barcelona-Bilbao unidas por la misma radicalización provocada.
Todo ello con una izquierda, el PSOE en especial,
desbordada por la situación, incapaz de articular un diseño sensato que intente
apagar los dos fuegos que el “Tea Party” está provocando. Incapaces de mirar
más allá del cortoplacismo, de la pura táctica electoral, olvidando que los
verdaderos estadistas se plantean sus decisiones estratégicamente, mirando más
allá del día a día. ¿Nadie en el PSOE es capaz de entender que cuando
gobernemos, que lo haremos, nos vamos a encontrar no uno, sino dos problemas
casi irresolubles si no damos respuestas convincentes ahora? ¿Nadie en mi
partido es capaz de mirar más allá de la batalla interna de las primarias o de
las elecciones europeas? ¿Nadie va a pensar en clave de estado en lugar de en
clave partidista?
Pero no solo han creado dos focos incendiarios, las
agresiones constantes a la ciudadanía comienzan a provocar alzamientos como el
del barrio de Gamonal de Burgos y la olla a presión a la que están conduciendo
a este país amenaza con estallar. Sus torpezas y/o sus provocaciones están
provocando un estado de emergencia nacional.
Ahora en la resaca de esa manifestación le pido a mi partido (esta
reflexión la hago como militante socialista, de la izquierda española y de la
lucha antifranquista para que no haya equívoco alguno) que colabore en apagar
estos fuegos, que reacciones de su pasividad actual y trabaje de nuevo, como en
tiempos de Zapatero, para que el proceso de paz llegue a buen puerto, a eliminar
la tensiones centro-periferia, a liderar la lucha social contras las agresiones
que amenazan con acabar con el Estado de Bienestar.
En eso hemos estado, en eso estamos y en eso estaremos, porque solo gana
quien resiste.
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y
concejal del PSN, actual militante del PSC)
Villava-Atarrabia 17 Enero 2014
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