Política y música
Política y música
Corren malos tiempos para la lírica. Corren malos tiempos para demasiadas cosas, también para la política, o al menos para la política entendida como la entendían los clásicos. Como proyectos de vocación vital, de caminos recorridos, de larga y dilatada militancia en ideas, de reflexión profunda sobre el destino del hombre, siempre desarrollados desde la ética. En esta época que nos toca sufrir la actividad política se parece cada vez menos a esa definición, y se asemeja más a los programas basura de televisión. Competencia desleal, traición, exclusión total de la ética, de la pluralidad, o de la solidaridad, plataforma para alcanzar metas personales nada recomendables, para medrar, trepar, y aprovechar la lucha y el esfuerzo de los demás. Nada que ver con esa idea entre revolucionaria y solidaria, de los idealistas de otros tiempos. Un lugar en el que es difícil vivir, desenvolverse, con la herencia vivencial del 68 ahora que se cumplen 25 años.Se persigue al diferente, porque se le teme, no permitiendo la heterodoxia, primando la lealtad al líder antes que a las ideas. No se permite la imaginación, ni explorar o experimentar nuevas ideas políticas, porque eso pone en peligro una estructura obsoleta y esclerotizada.Las direcciones de los partidos se llenan de cretinos mediocres inmersos en la ignorancia, sin ninguna capacidad autocrítica, sin ningún interés en profundizar en las ideas, dispuestos a alcanzar cotas de poder, ya sean interno o externo, a cualquier costo, incluso vendiendo el alma al diablo. Gentes sin escrúpulos, desideologizadas que valen igual para un "roto que para un descosido". ¿Será eso lo que Fukuyama definió como el "final de las ideologías"?Se podrá decir que es una opinión excesivamente pesimista, pero es el resultado de una experiencia negativa en los últimos tiempos, incluso desde una visión relajada y exenta de elementos inmediatos. Un "territorio comanche" del que entran unas ganas inmensas de alejarse a toda velocidad.Pero gracias a esa actividad en los últimos tiempos he tenido la suerte y el placer de conocer a músicos y músicas, de una forma más directa que la de asistir a un concierto o escuchar sus discos, por cierto comprados en una tienda como se debe hacer. Creadores ilusionados con lo que hacen, gentes que "pelean a la contra" en un mundo que sólo promociona la música de usar y tirar tipo "triunfitos" o la que suena en las grandes cadenas musicales. Como si fuera de eso no hubiera un mundo lleno de riqueza, de sensibilidad, de buena música y mejores músicos. Artistas a los que o promocionamos y ayudamos los poderes públicos, o no saldrán de los pequeños conciertos hasta que la presión de sus necesidades económicas los haga acabar entre la generalidad, perdiéndose en la mayoría de los casos creadores como la copa de un pino.Gentes como Panchito Varona, Antonio García de Diego, y Olga Román, los ángeles guardianes del gran Joaquín Sabina, pero al mismo tiempo autores de canciones que ya forman parte de la banda sonora de aquellos que apreciamos la buena música. También jóvenes talentos como Paco Cifuentes, Rafa Pons, o Silvia Penide. Del último disco del primero ha dicho el maestro Antonio Vega que «es lo mejor que he escuchado en los últimos años». Se añaden a otros que ya considero amigos, Quique González, Carlos Chaouen, Álvaro Urquijo, los Barricada, Kutxi o Cristina Narea. Buena gente con corazones limpios y mente clara, llenos de sensibilidad e idealismo, quizás aquel que se quedó hecho jirones en mil batallas políticas, y que recupero a su lado. He pasado con ellos agradables veladas, güisqui en mano, llenas de conversaciones sobre música, sobre amores y desamores, pero también sobre política, sociedad, o simplemente intercambiando experiencias y sensaciones. Siempre con una sensación de paz y tranquilidad, y un deseo inmenso de apoyarles, de ayudarles, para que su música, sus letras, sus ideas, su sensibilidad puedan ser más conocidas. Por eso los voy a ir colgando en este blog para que también los conozcáis y los admiréis.Corren malos tiempos para la lírica, y también para ésta música. Es curioso que precisamente la forma de ayudarles sea a través de esa política a la que tanto he criticado al principio. Quizá sea ésa una de las formas de redimirla y conseguir que cumpla su labor social; colaborando para que los creadores, sean del mundo de la música, del teatro, cine, o literatura, puedan tener su espacio para desarrollarse. Esa puede ser una forma de recuperar la confianza en una actividad cada vez más alejada de las vivencias sociales.Política y música. Cruz y cara, negro y blanco, oscuridad y luz. ¿Quizá muerte y vida, aunque sólo sea al nivel de los sentimientos? ¿O pasado y futuro? Dejo estas reflexiones con la sensación de que como decía Dylan: "la respuesta está en el viento". En el viento de la música.
Corren malos tiempos para la lírica. Corren malos tiempos para demasiadas cosas, también para la política, o al menos para la política entendida como la entendían los clásicos. Como proyectos de vocación vital, de caminos recorridos, de larga y dilatada militancia en ideas, de reflexión profunda sobre el destino del hombre, siempre desarrollados desde la ética. En esta época que nos toca sufrir la actividad política se parece cada vez menos a esa definición, y se asemeja más a los programas basura de televisión. Competencia desleal, traición, exclusión total de la ética, de la pluralidad, o de la solidaridad, plataforma para alcanzar metas personales nada recomendables, para medrar, trepar, y aprovechar la lucha y el esfuerzo de los demás. Nada que ver con esa idea entre revolucionaria y solidaria, de los idealistas de otros tiempos. Un lugar en el que es difícil vivir, desenvolverse, con la herencia vivencial del 68 ahora que se cumplen 25 años.Se persigue al diferente, porque se le teme, no permitiendo la heterodoxia, primando la lealtad al líder antes que a las ideas. No se permite la imaginación, ni explorar o experimentar nuevas ideas políticas, porque eso pone en peligro una estructura obsoleta y esclerotizada.Las direcciones de los partidos se llenan de cretinos mediocres inmersos en la ignorancia, sin ninguna capacidad autocrítica, sin ningún interés en profundizar en las ideas, dispuestos a alcanzar cotas de poder, ya sean interno o externo, a cualquier costo, incluso vendiendo el alma al diablo. Gentes sin escrúpulos, desideologizadas que valen igual para un "roto que para un descosido". ¿Será eso lo que Fukuyama definió como el "final de las ideologías"?Se podrá decir que es una opinión excesivamente pesimista, pero es el resultado de una experiencia negativa en los últimos tiempos, incluso desde una visión relajada y exenta de elementos inmediatos. Un "territorio comanche" del que entran unas ganas inmensas de alejarse a toda velocidad.Pero gracias a esa actividad en los últimos tiempos he tenido la suerte y el placer de conocer a músicos y músicas, de una forma más directa que la de asistir a un concierto o escuchar sus discos, por cierto comprados en una tienda como se debe hacer. Creadores ilusionados con lo que hacen, gentes que "pelean a la contra" en un mundo que sólo promociona la música de usar y tirar tipo "triunfitos" o la que suena en las grandes cadenas musicales. Como si fuera de eso no hubiera un mundo lleno de riqueza, de sensibilidad, de buena música y mejores músicos. Artistas a los que o promocionamos y ayudamos los poderes públicos, o no saldrán de los pequeños conciertos hasta que la presión de sus necesidades económicas los haga acabar entre la generalidad, perdiéndose en la mayoría de los casos creadores como la copa de un pino.Gentes como Panchito Varona, Antonio García de Diego, y Olga Román, los ángeles guardianes del gran Joaquín Sabina, pero al mismo tiempo autores de canciones que ya forman parte de la banda sonora de aquellos que apreciamos la buena música. También jóvenes talentos como Paco Cifuentes, Rafa Pons, o Silvia Penide. Del último disco del primero ha dicho el maestro Antonio Vega que «es lo mejor que he escuchado en los últimos años». Se añaden a otros que ya considero amigos, Quique González, Carlos Chaouen, Álvaro Urquijo, los Barricada, Kutxi o Cristina Narea. Buena gente con corazones limpios y mente clara, llenos de sensibilidad e idealismo, quizás aquel que se quedó hecho jirones en mil batallas políticas, y que recupero a su lado. He pasado con ellos agradables veladas, güisqui en mano, llenas de conversaciones sobre música, sobre amores y desamores, pero también sobre política, sociedad, o simplemente intercambiando experiencias y sensaciones. Siempre con una sensación de paz y tranquilidad, y un deseo inmenso de apoyarles, de ayudarles, para que su música, sus letras, sus ideas, su sensibilidad puedan ser más conocidas. Por eso los voy a ir colgando en este blog para que también los conozcáis y los admiréis.Corren malos tiempos para la lírica, y también para ésta música. Es curioso que precisamente la forma de ayudarles sea a través de esa política a la que tanto he criticado al principio. Quizá sea ésa una de las formas de redimirla y conseguir que cumpla su labor social; colaborando para que los creadores, sean del mundo de la música, del teatro, cine, o literatura, puedan tener su espacio para desarrollarse. Esa puede ser una forma de recuperar la confianza en una actividad cada vez más alejada de las vivencias sociales.Política y música. Cruz y cara, negro y blanco, oscuridad y luz. ¿Quizá muerte y vida, aunque sólo sea al nivel de los sentimientos? ¿O pasado y futuro? Dejo estas reflexiones con la sensación de que como decía Dylan: "la respuesta está en el viento". En el viento de la música.
¿Qué pueden hacer los músicos (y los artistas en general) en una sociedad estancada? Son vasos comunicantes el territorio de la música y el territorio de la política. Por más que cualquiera se ubique en el país de los ensueños, la realidad se colará por las rendijas y le acechará. Música y política pueden contribuir a que la realidad cambie.
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