El final del largo y tortuoso camino

Llega el momento de la verdad, después de un tortuoso y desequilibrado proceso congresual nuestro Congreso se va a iniciar. Digo desequilibrado en su doble acepción, en cuanto a la falta de equilibrio en la igualdad de oportunidades que debería haberse dado entre los y la candidata, y en también referido a los elementos no deseables que se han ido manifestando que han hecho decantarse hacia una decisión que de manera natural jamás se hubiera dado. Presiones inaceptables, chantajes inadmisibles, métodos que debieran estar desterrados en un partido de izquierdas, entre gentes de izquierdas, silencios, demasiados silencios, falta de debate ideológico, ambición, mucha ambición, y lo más grave: sumisión, demasiada sumisión.

Pero esto es lo que hay. Uno puede darse cien veces contra un muro de hormigón creyendo que sólo teniendo la razón de su lado puede derribarlo, pero lo más probable es que acabe con la cabeza abierta y un inmenso dolor de cabeza que le dure meses, incluso años.

En mi anterior experiencia allí por 1998 pensé que todo lo negativo que en política podía experimentar, lo había aprendido en aquel proceso. Me equivoqué, aún me quedaban lecciones que aprender, y ahora las he vivido en vivo y en directo.

¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este, me preguntaba el otro día? La respuesta es: luchar. Luchar porque no olvidemos que somos un partido de la izquierda y para la izquierda. Luchar por la libertad cuando prevalece la sumisión, por la palabra entre los mudos y sordos, la vigencia y la fuerza de las ideas frente a los intereses personales, la honestidad en un momento de presiones, amenazas, y manipulaciones, la lealtad frente a la traición, el respeto ante la humillación, en definitiva luchar a favor de la utopía, ese concepto perdido patrimonio de la izquierda histórica, en momentos de negro pragmatismo.

¿Ha servido, va a servir para algo esa lucha? A mí indudablemente sí. Me sirve para caminar erguido, orgulloso de ese esfuerzo aunque haya sido baldío, para poder mirarme al espejo por las mañanas sin ruborizarme por mi cobardía, y para poder mirar a los demás sin tener que bajar la mirada. Tengo la sensación de que también a mi partido, a las gentes sencillas y honestas que militan en él les va a servir. Al menos para poder comparar, y aunque esta vez no haya sido posible, sí lo sea en el futuro.

Pero la posible derrota de mi candidatura no supone, ni muchísimo menos, la derrota de mis ideas, de mis propuestas. Esas van a seguir estando presentes en el devenir del PSN, al menos mientras yo siga ahí. Reconoceré como buen demócrata la victoria de mi contrincante, que no enemigo, político. Él será mi Secretario General, y la dirección que designe mi dirección, pero no haré dejación de esas ideas que he defendido lo mejor que he podido en esta ocasión. Esas las seguiré defendiendo allí donde mi palabra pueda ser escuchada. Las defenderé me cueste lo que me cueste.

No porque me guste ser el “pepito grillo” del PSN. No por personalismo o por locura, como intentan acusarme exclusivamente con el ánimo de desactivar mi palabra, tampoco por crear tensiones y avivar diferencias. Las defenderé porque creo firmemente en ellas, y también porque afirmo que quienes las representamos en los partidos, a pesar de ser molestos para el poder establecido que nos teme, porque temen la libertad que representamos, somos necesarios, incluso imprescindibles.

Por eso después del domingo, y aunque sea desde la derrota, seguiré resistiendo, porque resistir es vencer, y algún día cuando los negros nubarrones que ahora me acompañan al escribir estas reflexiones nos abandonen, aún habrá alguien sujetando esa bandera. Calado hasta los huesos, pero orgulloso de mantenerla en pié hasta en los peores momentos.

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