Del optimismo al pesimismo. De la esperanza a la decepción
En los
últimos tiempos tengo la extraña sensación de ir montado en una gigantesca
montaña rusa de sensaciones, por una parte con una esperanzadora sensación de
alivio y optimismo y por otra de preocupación y pesimismo.
Quiero
pensar que los datos que los gobiernos autónomos y central nos dan, son los
correctos y que por tanto la curva de nuevos casos, ingresados en planta de
hospitales, en UCI y fallecidos es claramente descendente lo que indicaría que
la pandemia va a la baja.
Optimismo
pues al conocer que los dos últimos días no ha habido ningún fallecido y muy
pocos nuevos infectados que parecería indicar que la situación estaría
controlada.
Ignoro
(creo coincidir con todos los que saben de esto) si en otoño surgirá un nuevo
rebrote, en ese caso espero que acierten al señalar que será mucho menos
virulento porque el virus esté perdiendo fuerza.
Parece
que a pesar de las barbaridades que hemos hecho en los 21 días de confinamiento,
la naturaleza nos ha dado una nueva oportunidad y salvo casos puntuales,
producidos todos ellos por imprudencias, no se está dando el temido repunte.
O
simplemente sea que la suerte que le achacan al Presidente del Gobierno Pedro
Sánchez sea real.
Pero por
otro lado me preocupa y mucho los datos que van llegando de la macro encuesta
de Torrejón, que indican que el 4 % de la población está infectada en estos
momentos, algunos de ellos niños y jóvenes.
Extrapolando
ese dato a España significaría que el dato actual de 270.000 infectados, sólo
sería la punta del iceberg y escondería los 1.760.000 reales.
Por
eso convendría no confiarnos y que la ciudadanía tuviera claro que esta nueva
fase optimista, no se estaría dando porque nuestro comportamiento haya sido
ejemplar, que evidentemente no lo es, sino porque la naturaleza por sí misma
nos esté dando esta nueva oportunidad, que desde luego no merecemos, pero que
al mismo tiempo con el monstruo agazapado esperando tiempos mejores, quizás la
vuelta del frío en otoño.
Cierto
es que la mayoría ha sido respetuosa con las normas que los expertos y las
instituciones nos han ido dando, pero ha habido, sigue habiendo, una minoría
cada vez más numerosa que no lo ha sido, que no lo es.
Ver
las imágenes de playas como La Concha de Donosti, o La Barceloneta, o algunas
del litoral Mediterráneo, más las terrazas y chiringuitos a lo largo y ancho
del país, o conocer casos como los de Lérida, Extremadura, Ceuta, Murcia, Ibiza
etc. nos dicen que la irresponsabilidad campa a sus anchas producto de unos
datos engañosos.
Espero
y deseo que esa manita de la naturaleza coincida con lo que nos dicen los
médicos situados en primera línea, que aseguran que el virus ha perdido
virulencia teniendo por tanto menos capacidad de contagio y produciendo en los
pacientes efectos menos graves.
A
pesar de ello lo ocurrido en estos apenas tres meses nos debería hacer
reflexionar sobre alguna cuestión.
Por un
lado que vivimos en una sociedad líquida que impregna la praxis política y
nuestras diferentes instituciones, contagiando como si de otro virus maligno se
tratara a nuestra sociedad. ¿O quizás sea al revés?
Hay
quien asegura que tenemos la peor clase política de la democracia y desde luego
a años luz se la que lideró la Transición. El espectáculo en el Congreso de las
últimas semanas abochorna a quienes nos criamos imbuidos de aquel espíritu.
Ha
habido pocas excepciones, quizás Almeida y el ejemplar acuerdo en el
Ayuntamiento de Madrid. El resto desde Díaz Ayuso, pasando por Álvarez de
Toledo hasta el mismísimo vicepresidente Pablo Iglesias no han estado a la
altura de las circunstancias.
Tampoco
en la calle el espectáculo ha sido más ejemplarizante. Las caceroladas con
algunos enfrentamientos intolerables, las manifestaciones de coches contra el
Gobierno, nos dan un panorama desolador.
En
definitiva que el optimismo gracias a la naturaleza del inicio, se va
transformando en pesimismo a medida que aparece en escena el ser humano.
Precisamente
la segunda reflexión se produce derivada de esta constatación. Retirarnos un
tiempo breve ha producido un efecto muy beneficioso en esa naturaleza (quizás
de ahí la oportunidad que nos da). Ver las imágenes de ocho osos pardos, entre
ellos dos cachorros, por los montes de Asturias, o las cabras montesas
retozando por tejados de un pueblo reconforta el ánimo.
Debemos
tenerlo en cuenta y que esta vuelta a la “nueva normalidad” tenga presente ese
hecho. Que si volvemos a los niveles de agresión al medio ambiente, a la
naturaleza, de antes de la crisis sanitaria ésta se volverá a defender de nuevo.
Tengamos
pues más cuidado, controlemos el impacto de nuestras zarpas en ella, porque de
lo contrario lo del otoño no será una simple posibilidad sino una cruel
realidad.
Procuremos
llevarnos bien con esa bondadosa naturaleza cuidémosla, aprovechemos la
enseñanza de estos meses de confinamiento, vivamos más con ella y no contra
ella. Cuidemos por tanto de esa naturaleza porque es la manera ideal de
cuidarnos a nosotros y a nuestros hijos.
Pero
no sólo cuando salgamos del túnel sino especialmente las próximas semanas.
Llega el verano, apliquemos lo aprendido en playas, monte (ha sido
significativa la práctica ausencia de incendios este tiempo), terrazas, comidas
y cenas con familia y amigos, fiestas, etc.
Extrememos
el cuidado, la prudencia y el respeto a las normas, porque todos, sensatos e
irresponsables, nos jugamos mucho en ello. El virus no se ha ido sino que se ha
agazapado.
Para
cerrar esta reflexión con una dosis mayor de optimismo, recordar la decisión
histórica del Consejo de Ministros del viernes 29. El Ingreso Mínimo Vital IMV
era una deuda que como sociedad teníamos con los más desfavorecidos, por eso
después del 29 de Mayo este país es más justo y sobre todo más bueno. Dijimos
que de esta crisis debíamos salir todos juntos y esta medida ayuda a ello.
Ahora
solo falta que la clase política recupere la dignidad y el respeto de la que
tuvimos la suerte de tener en la Transición, se imbuya de ese legado, lo
observe, estudie y aplique. El país se los merece, la sociedad lo necesita.
También
que la ciudadanía no se confíe, porque nos jugamos demasiado. Que la
responsabilidad de TODOS nos traiga optimismo y esperanza y no pesimismo y
decepción.
Veremos…….
Fdo.:
José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia
4 Junio 2020
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