Apuesta federalista y plurinacional ante la crisis del Estado Por José Antonio Pérez Tapias
No es habitual que cuelgue en este mi sancta sanctorum reflexiones que no sean mías, pero considero que esta del profesor, amigo y compañero Pérez Tapias es de lo más lúcido que he leído en los últimos tiempos. Aporta soluciones para resolver el último problema heredado de nuestra Transición: las tensiones centro-periferia. Es por tanto un texto de obligada lectura y os animo a hacerlo.
Una reforma en profundidad del Estado de las
autonomías ha de afrontar la cuestión de las naciones con su reconocimiento
político y fraguar en un pacto federal como renovado pacto constitucional
El Estado español
está en fase de crisis aguda. Es un hecho innegable, unánimemente reconocido a
estas alturas. Hasta el presidente Rajoy ha salido de su letargo para responder
con inmediatez y contundencia a la intención del presidente de la Generalitat
de convocar un referéndum en fechas próximas con el que dar un paso definitivo
hacia la independencia de Cataluña. El referéndum, llegados a este punto, se
plantea como unilateral, como impulso decisivo para el llamado proceso de
“desconexión” de Cataluña respecto del Estado español.
Por ese mismo
carácter unilateral, la propuesta del independentismo catalán que encabeza
Puigdemont, además de tener enfrente la rotunda negativa del Gobierno de España
a negociar nada respecto a dicho referéndum, se ha granjeado el rechazo de
todos los que desde el seno de la realidad sociopolítica catalana venían
abogando por un referéndum “acordado”, es decir, pactado en sus condiciones
procedimentales con las necesarias instancias del Estado español para que su
convocatoria no albergue sombras que le resten credibilidad ante la sociedad
llamada a pronunciarse y mengüe su legitimidad ante otros Estados y organismos
internacionales.
Con los
ingredientes señalados, la situación es tal que se ven rebasados los defensores
de un referéndum acordado, a la vez que quedan frontalmente opuestos los
dispuestos a una secesión por vía exprés y los encastillados en una defensa a
ultranza de la actual realidad del Estado, sin gesto alguno que realmente sea
invitación a un diálogo efectivo. Ante la previsible ilegalidad de la
convocatoria del referéndum unilateral parece que no queda más, como es obvio,
que ponerse del lado de la defensa de la Constitución vigente. Así lo acaba de
manifestar el PSOE por boca de Pedro Sánchez, su actual –de nuevo-- secretario
general. Pero ronda la consciencia de que no basta con atrincherarse para
salvar la norma constitucional, habida cuenta de que el intento será baldío si
los hechos siguen enhebrándose en su tozudez desde el empeño por sobrepasarla.
Se aprecia ahora
mismo en la vida política española una inquietud grande, una fuerte desazón
ante una situación de fuerte confrontación, de consecuencias graves para el
Estado y negativas para la ciudadanía. Así sería para la misma Cataluña aun en
el caso de que el proceso hacia la independencia no se detuviera. Y así sería
también no sólo para el Estado, sino para la sociedad española en su conjunto
aun en el caso de que el proceso se frenara por los medios que el ordenamiento
legal permite prever para unas circunstancias como las que se pueden presentar -y
nos resistimos a pensar que, por madurez política y sensibilidad democrática,
lleguen a utilizarse algunos de los que a tal efecto se aducen-.
Sería una
insensatez permanecer pasivos a la espera –según imagen a la que tanto se
recurre-- de que los trenes choquen, por más que se perciban asimétricos o en
las diferentes condiciones que a uno brinda su aceleración constante y que a
otro supone su inmovilismo perpetuo. Cualquier persona razonable propondría
evitar eso como fuera. “¡Dialoguen, hablen!”, rogaría con vehemencia cualquiera
en su sano juicio. Efectivamente, para eso tendría que aprovecharse el tiempo
que queda por delante, el que aún resta aunque parezca escaso porque realmente
se agota. Después de todo, el tiempo antropológico, y el de la historia y la
política lo es, no es el mero tiempo de los relojes con el transcurrir
impertérrito de momentos que se suceden, sino el tiempo que se contrae o se
dilata según los acontecimientos que tienen lugar.
¿Por qué no
provocar el acontecimiento que nos pueda sacar del atasco en que se halla la
política española, reverso del callejón sin salida en que puede verse el
independentismo catalán? El acontecimiento que nos eleve por encima de los
cálculos tacticistas en que unos y otros nos vemos arrojados no puede abrirse
paso más que por la palabra, esa palabra sin la cual no hay política por ser la
palabra que, abriendo espacios de libertad y generando cauces de entendimiento,
dota de sentido la acción colectiva propia de lo político como tal.
Y esa, aquí y
ahora, es la palabra que muchos pensamos que puede decirse desde un
planteamiento de federalismo plurinacional coherente y consecuente: a)
coherente, por tomar radicalmente en serio las realidades nacionales, las
cuales, si bien tienen un componente cultural, conllevan una ineludible
densidad política; y b) consecuente, porque una propuesta federalista, en el
caso de la realidad política hispana, ha de ir hasta el fondo de lo que reclama
de manera inexcusable la reforma en profundidad de un Estado de las autonomías
que ha de afrontar la cuestión de las naciones con el reconocimiento político
de las mismas que ha de fraguar en un pacto federal como renovado pacto
constitucional.
La responsabilidad
política, ante una crisis del Estado español sin precedentes, obliga a dar
pasos en la dirección señalada. Y eso es lo que puede aportar a nuestro debate
político –hoy en un bloqueo que puede devenir antipolítico-- una propuesta
seria de federalismo plurinacional. Cabe pensar, en ejercicio imaginativo que
nos ayude a trascender los límites que hemos puesto a nuestra propia realidad,
que hay que hablar de referéndum: sí, no se puede negar a estas alturas la
posibilidad del mismo a la ciudadanía de Cataluña.
Lancemos ese
envite a quienes se apalancan en una posición inmovilista, que por su propia
índole es lo peor para conducir a buen puerto la tormentosa dinámica en la que
estamos metidos. Igualmente, ofrezcamos esa apuesta a quienes quieren
referéndum, insistiendo en que su legitimidad, utilizando para ello todos los
resortes de la legalidad, estribará en que sea “pactado”. Y tal condición no se
deberá sólo a motivos estratégicos, sino a cuestiones de principio, pues será
la que permita una adecuada articulación de derechos colectivos y derechos
individuales, como los que aquí están en juego.
Una comunidad
nacional tiene derecho a expresar democráticamente, conforme al principio de
legalidad, su voluntad colectiva, pero el ejercicio de ese derecho, como bien
señala el canadiense Will Kymlicka, buen conocedor de estos asuntos, no puede
implicar la vulneración de derechos de los individuos, pues todos han de tener
iguales posibilidades de manifestar sin trabas su preferencia. Por tanto, ¿por
qué no poner de una vez sobre la mesa la posibilidad de un referéndum
“acordado”?
Éste podría
constar de tres opciones posibles para que ciudadanas y ciudadanos se
pronunciaran sobre una de ellas: 1) continuidad del Estado de las autonomías
según el ordenamiento legal actual, 2) configuración de un Estado federal
plurinacional en el que Cataluña vea reconocido jurídica y políticamente su
carácter de nación, o 3) constitución de Cataluña como Estado independiente
respecto del Estado español. A tenor de lo que resulte, si el caso es que sale
adelante la opción 2, podrá plantearse cabalmente la pertinente reforma de la
Constitución que ulteriormente se someterá al refrendo de la ciudadanía
española en su conjunto. Y de todas formas, lo que no pueden decir ni
inmovilistas ni independentistas es que no se contemplaron en igualdad de
condiciones las antagónicas vías que unos y otros respectivamente representan.
Hablar de referéndum no es
claudicar. Por el contrario, y dicho sea frente a quienes con interesada
ligereza lo denuestan, es apostar por un ejercicio serio de participación
democrática. Es cuestión de plantearlo bien y sin trampas. ¿Política-ficción?
Me temo que si algo así no se pone en práctica nos vamos a topar con lo real en
su más dura versión, que es la que puede hacernos desembocar en una
política-desastre.
José Antonio Pérez
Tapias
Es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor decano de Filosofía en
la Universidad de Granada. Es autor de Invitación al federalismo.
España y las razones para un Estado plurinacional. (Madrid, Trotta, 2013)
Vamos a ver si sale.Las tesis de Pedro Sánchez están más de acuerdo con la realidad plurinacional del estado español.
ResponderEliminarParece que las tesis de Pedro Sánchez tienen más en cuenta la realidad plurinacional del estado español.
ResponderEliminarEl autor plantea 3 preguntas para el referendum pero sólo expone 2 posibles soluciones. ¿y la tercera?
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