2 Marzo: Cuatro años sin Enrique Curiel, un luchador por la paz
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra
El 2 de Marzo de hace cuatro años fallecía un gran político, un gran amigo:
Enrique Curiel. Una figura clave para entender nuestra historia reciente,
escrita con su lucha antifranquista, pasando por su militancia en el PCE
primero y en el PSOE hasta su muerte.
Sirvan estas breves y sentidas líneas como un recuerdo personal y político.
Pretenden ser sólo, y nada menos, un
pequeño homenaje, mi reconocimiento, desde el cariño y respeto hacia quien
compartí instantes diferentes de la historia de nuestro país, desde la lucha
estudiantil de los 70, pasando por nuestra común militancia comunista, nuestro
tránsito hacia el PSOE y en los últimos 25 años un esfuerzo común y continuado:
el intento de conseguir la paz.
Era un político de los que se ven pocos hoy en día: inteligente, reflexivo,
honesto, dialogante, de izquierdas de los de verdad, pero sobre todo era una
excelente persona repleta de humanidad, de sentido común.
Quiero resaltar especialmente ese trabajo a favor de la paz, del diálogo
entre diferentes e incluso entre muy diferentes como vía de entendimiento y por
tanto de solución de conflictos. Algún día se escribirá esa historia, su
historia, esa que he vivido con él en primera persona. Quizás algún día sea
capaz de escribir el libro que ambos teníamos previsto lanzar a la opinión
pública.
Se fue sin terminarla pero quiero y debo dejar constancia de ese esfuerzo,
que espero sea reconocido algún día por quienes desde los diferentes lugares de
la política tienen constancia de ello. Yo sí lo hago desde un lado y otro de las orillas de este
río de aguas cada vez menos turbulentas, en alguna parte debido a su esfuerzo
construyendo puentes.
Nos deja su legado, especialmente sus numerosos escritos sobre el “problema
vasco”, realizados con lucidez, audacia (no siempre comprendida) y generosidad,
mucha generosidad, ésa que tanto necesitamos. También por cierto sobre el
“problema catalán” muy en la línea de diálogo, negociación y acuerdo entre
diferentes en los que coincidía con amigos suyos como el añorado Jordi Solé
Tura.
Éste era su momento. Me consta que sabía que es el momento de la paz, que
hemos iniciado la senda correcta hacia ella. Por eso cuando llegue, aunque no
esté, le deberemos mucho a su trabajo estos años para conseguirla.
Durante esos 25 años se empeñó en un final sin vencedores ni vencidos, consciente de que para llegar a él todos
debíamos dejar “pelos en la gatera”, también de que lo más difícil sería la
reconciliación desde el perdón y la generosidad, así como la búsqueda de
soluciones audaces e imaginativas sobre el tema de los presos y exiliados.
En sus innumerables viajes a Euskadi y Navarra aprendió a conocer y
respetar estas tierras, sus costumbres, su gastronomía, sus fiestas y sobre
todo sus gentes. Se convirtió en un embajador que didácticamente intentaba explicar
allí por donde iba el llamado “conflicto vasco”. En especial en su militancia
socialista y en su trabajo como profesor de la Facultad de Políticas de Madrid.
Algún día por cierto tendrá que explicar uno de sus alumnos, el ahora afamado
Pablo Iglesias, cuánto de su éxito actual so lo debe a él a sus enseñanzas y
consejos, pero tengo la sensación que ahora camina por la senda que Enrique le
mostró, aunque él nunca quiso abandonar su militancia socialista a pesar de que
no se reconociera su valía.
Gallego de nacimiento, madrileño de vivencia y vasco de adopción. Esas tres
realidades le hicieron más comprensivo, sensato, mucho más que quien escribe
estas líneas a quien achacó innumerables veces su actitud lenguaraz y
libertaria. Ha sido la persona con quien más he discutido en mi larga vida,
pero en esos debates, no siempre confluyentes, se fue fraguando una amistad
inquebrantable que solo su muerte pudo romper.
Hoy seguro que analizaría cada paso dado por ETA, se felicitaría de los
dados por la Izquierda Abertzale, discreparía de la parálisis del gobierno de
Rajoy y probablemente, aunque esto no lo dijera públicamente, del de nuestro
partido, del de Rubalcaba con quien tantas “aventuras” vivimos y también de
Pedro Sánchez que tampoco termina de tener claro cuál es el papel del PSOE en
el momento actual. Precisamente era al propio Rubalcaba a quien reportábamos,
él en primera persona, cada paso dado, quien nos indicaba los pasos a dar,
quien aprendió de sus indicaciones aunque después parecía haberlas olvidado.
Enrique era un hombre de consenso, como se demostró en los firmantes de un
artículo que escribimos a los pocos días de su pérdida. Santiago Carrillo o
Nicolás Sartorius, con quienes compartió la dirección de un PCE en momentos
convulsos unieron sus firmas a pesar de sus discrepancias, Txiki Benegas, Odón
Elorza, compañeros en el PSOE junto a gentes tan diversas como Patxi Zabaleta,
Xose Manuel Beiras, José María Mohedano o Fernando López Agudín, incluso el
miembro de Sortu, Pernando Barrena con quien compartió mesa, charlas y mantel.
Una riqueza plural como la que mantuvo en su larga trayectoria política.
Agur Enrique, amigo y compañero, agur de nuevo en este cuarto año sin tí,
adiós con el profundo dolor que me produce aún tu marcha.
Continuaré incansable como me reclamabas tu lucha, pero al mismo tiempo desde
estas líneas vuelvo a alzar mi voz para reivindicar tu legado, para clamar por
el reconocimiento de tu inmensa labor a favor de la paz. Quizás el Gobierno
Vasco, el PSOE, o incluso la Izquierda Abertzale debiera recoger la iniciativa
y subsanar este profundo olvido.
Cuatro años después de tu pérdida tu bandera sigue alzada….y seguirá….
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE,
miembro de Izquierda Socialista)
Villava-Atarrabia 1 Marzo 2015
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