Doce años de: "Tregua, democracia y paz".


Hace justo hoy doce años Patxi Zabaleta y yo publicamos un controvertido artículo en El País que generó mucha polémica y algún que otro disgusto a ambos.

En aquel momento él era miembro de la Mesa Nacional de Herri Batasuna y una persona influyente en el seno de la izquierda abertzale. Por mi parte después de una legislatura como parlamentario del PSN pertenecía al Comité Federal del PSOE, después de presentar lista alternativa en el último Congreso del PSN y perder como casi siempre aunque con los votos suficientes como para estar representando a la minoría en el máximo órgano de decisión de mi partido.

Ambos manteníamos posturas críticas, quizás sería mejor decir diferentes en ambas orillas y teníamos una larga experiencia de más de diez años en contactos, debates, charlas en las que a pesar de las lógicas diferencias ideológicas manteníamos puntos en común, que nos llevaron a una profunda amistad hoy en día mucho más consolidada.




Con el artículo quisimos demostrar la posibilidad real de que incluso con esas divergencias éramos capaces de consensuar incluso alguna propuesta como la de la euro región, la necesidad de entendimiento (una vez desaparecida la violencia) entre las izquierdas nacionalistas y no nacionalistas que aún hoy en día está pendiente de explorar, o el tema del euskera que ahora contemplo con la perspectiva del debate abierto con el catalán debido a la reciente sentencia. Nuevas soluciones para viejos problemas.

Ahí figuran palabras, conceptos ahora en vigor: “diálogo”, “síntesis”, “acuerdo”, “profundización democrática”, “cauces democráticos” y otros que indicaban que personas relevantes del PSOE y de la izquierda abertzale éramos capaces de ponernos de acuerdo.

Hoy, precisamente hoy, doce años después esa reflexión está de plena actualidad y ejemplos como el de Patxi y el mío debían servir para que otros, con “mando en plaza” continúen el camino que iniciamos. Porque el diálogo sereno y pausado, el entendimiento, la síntesis de posturas confrontadas, están basados también en las relaciones personales, en el buen feeeling, la buena química que se plantea entre gentes como nosotros.

Ojalá que esta vez nadie meta la pata y se consolide definitivamente lo que parece el camino hacia la paz.

Transcribo a continuación el artículo como homenaje a esa relación, que por cierto es significativo que en la votación que ponía el país mereció una media de 4,5 sobre 5, a pesar de que votaron nada menos que 323 lectores.
http://www.elpais.com/articulo/espana/PAIS_VASCO/ETA/TREGUA_SEPTIEMBRE_1998_/_DICIEMBRE_1999/PACTO_DE_LIZARRA-ESTELLA/Tregua/democracia/paz/elpepiesp/19990927elpepinac_21/Tes

Tregua, democracia y paz

Ha pasado un año desde que ETA declaró la tregua, a la que calificó de incondicional e indefinida. La tregua sigue vigente. Los análisis que se están haciendo con respecto a lo ocurrido durante este periodo tienen dos perspectivas: por un lado, se analiza la evolución política y se valora el éxito o fracaso del Pacto de Lizarra-Garazi y su repercusión sobre dicha evolución política; por otro lado, se especula acerca de la duración y/o de las posibilidades de conversión en definitiva de la tregua de ETA. Éstos son los dos análisis que se hacen. Pero nadie niega la existencia de un proceso de paz.
Los que estamos escribiendo estas reflexiones conjuntamente lo hacemos con la triple convicción de que una tregua no es aún la paz; asimismo, de que caben reflexiones de síntesis o, por lo menos, convergentes desde posturas políticas diferentes y hasta antagónicas en algunos temas (por ejemplo, de nacionalistas y no nacionalistas), y en tercer lugar, de que en todo caso el camino para la solución de este conflicto es el diálogo social y político.
El camino de la pacificación que debemos recorrer los de un lado y otro de las corrientes ideológico-políticas no es otro que el de la profundización democrática. El encuentro, es decir el acuerdo, nunca puede entenderse en términos de imposición, sino de profundización democrática. Así, el debate, hasta en los temas más conflictivos, como son la territorialidad y los derechos y/o identidad del pueblo vasco, ha de tener su encaje sólo en cauces democráticos. El acuerdo no puede ser ni en términos de negación total de los derechos políticos ni tampoco en términos de imposición de una soberanía o de unas ideas. Pero el acuerdo puede buscarse en términos de autodeterminación, que es un derecho comprendido en el acervo ideológico de la izquierda y de los demócratas, que significa, en definitiva, que sea el pueblo el que decida libremente.
La vieja Vasconia, cruce de caminos milenarios y lugar de encuentro de razas, culturas e influencias, contiene, sin embargo, dificultades específicas. A la innegable pluralidad sociopolítica, ratificada en cada elección, ha de añadirse la presencia de diversas territorialidades con fuerte personalidad, labrada a lo largo de la historia y sentida con rotundidad.
El ejemplo del caso irlandés ha marcado la pauta de que la autodeterminación puede llevarse a efecto legítimamente en el Norte y en el Sur, igual que en nuestro caso podría efectuarse en el marco de Navarra, además de en la comunidad autónoma vasca. El acuerdo político no puede imponer, ni siquiera condicionar, la decisión, sino solamente establecer el derecho del pueblo a realizarla. No nos parece aceptable una salida en contra de la mayoría de los navarros, ni siquiera una solución contra una parte significativamente importante de los mismos, puesto que deben existir soluciones de síntesis si se acepta la vía del diálogo.
La nueva realidad europea, a pesar de los déficit democráticos, nos aporta también alguna muestra y nos induce a reflexiones más audaces. El caso de la euro-región que está teorizándose entre parte de Portugal y parte de Galicia o los acuerdos lingüísticos entre Flandes y Holanda ponen de manifiesto posibilidades que aún no han sido debidamente exploradas. Afirmamos en este sentido que, por ejemplo, la solución de temas como la libre opción con respecto a la lengua vasca, la más antigua de las lenguas de Europa, por cualquier persona no es una cuestión que deba relegarse por ningún concepto. Es también imprescindible el abordar la solución de los temas que en todo proceso de paz han de solucionarse, como es el referente a los presos y los damnificados.
La pacificación es necesaria, en primer lugar, desde un punto de vista humano y social, pero incluso en términos de estricta confrontación política nuestra experiencia de diálogo entre antagonistas políticos nos permite manifestar que la persistencia del conflicto, aun en situaciones de tregua, llega a desnaturalizar el debate ideológico en detrimento de los verdaderos valores progresistas y de izquierda. Los que firmamos este artículo consideramos una necesidad para la articulación correcta del debate político un entendimiento entre las fuerzas políticas que representan a la izquierda tanto en la comunidad autónoma vasca como en Navarra y sin excluir a ninguna otra, específicamente en el caso del PSOE (PSN-PSE) y de EH.
En suma, la tregua ha creado las condiciones que hacen posible la paz, el camino no puede ser más que el del diálogo y el contenido deberá basarse en una profundización democrática.
José Luis Uriz y Patxi Zabaleta son miembros del PSOE y de EH respectivamente.

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