El final de un ciclo. ¿O no?
Lo ocurrido en las elecciones del pasado 22 de Mayo y en especial la debacle electoral sufrida por el PSOE en todas sus variedades ha sido analizado como el final de un ciclo. Puede ser, todos los indicadores llevan a esa conclusión: que este tsunami se ha producido como consecuencia de la profunda crisis económica que nos afecta propiciando un cambio de tendencia en el electorado de nuestro país, cambio que suele manifestarse cada más o menos ocho años, dos legislaturas, las que ya lleva gobernando Zapatero.
Eso sería así si lo ocurrido tuviera componentes coyunturales ya vividas antes, pero en mi opinión, lo que está sucediendo desde el punto de vista electoral, como consecuencia de los cambios sociológicos que se están dando en los últimos años, tiene elementos que pudieran ser más profundos, de carácter estructural, que nos conducen no al final de un ciclo sino al final de una era.
La izquierda europea en general y la de aquí en particular está demostrando ser incapaz de enfrentarse a esta crisis con soluciones, alternativas propias de su ideología y absolutamente desnortada, perdida e insegura se apoya para intentar paliarla en fórmulas de la derecha económica y política más dura. Como se suele decir coloquialmente, ante la terrible situación que padecemos: la izquierda ni está ni se la espera. De ahí que el mapa europeo se vaya tiñendo poco a poco de azul, con la duda de que si no reaccionamos a tiempo ese color se acabe convirtiendo en el negro del fascismo. La historia nos trae lecciones que no acabamos de aprender.
Pero no solo esta situación afecta a los elementos más estratégicos; también condiciona los puramente tácticos. Por ejemplo a los pactos post electorales y los acuerdos para formar gobiernos municipales, autonómicos o en las diferentes diputaciones. Lo que debiera ser una norma básica, más aún en estos momentos, del entendimiento entre las diferentes izquierdas, que las hay, más algún componente transversal en lugares donde éste es imprescindible, no acaba de cuajar.
Euskadi y Navarra no son una excepción. Parece evidente que en ambas las posiciones ideológicas son igual de claras que en el resto del estado. Dentro del nacionalismo existen perfiles de izquierdas y de derechas y en el otro lado exactamente igual. Pero aquí se dan algunas variantes, no es igual la derecha nacionalista vasca, representada fundamentalmente por el PNV que la estatal del PP, su prima hermana navarra de UPN e incluso la catalana de CiU.
El PNV históricamente, ahora también, es un partido de la derecha más civilizada, moderna -no podemos ni debemos olvidar su apoyo incondicional en el pasado a la II República-, con elementos de sensatez agudizados por la cura de humildad que le ha supuesto el paso a la oposición. En política no es bueno que un mismo partido (ocurrió también en Catalunya con CiU) esté tanto tiempo en el poder, acaba enquistándose, alejándose de la realidad y por eso es saludable, democráticamente hablando, que de vez en cuando se produzca la alternancia. Su proceso de renovación impulsado inicialmente por el añorado Josu Jon Imaz y continuado de manera impecable por su mano derecha de entonces, Iñigo Urkullu les ha llevado a abandonar derivas a las que les conducían gentes como Ibarretxe o Arzállus. Aún les queda la rémora de un Joseba Egibar enrocado en posiciones más próximas a Batasuna, pero que afortunadamente son minoritarios.
Por el contrario el PP sigue las directrices que les marcan desde Madrid y aunque han moderado su discurso y existen diferencias evidentes entre Basagoiti con los anteriores ultras que representaban María San Gil, Iturgáiz o el impresentable de Mayor Oreja que aún continúa intentando torpedear en lo que puede el proceso iniciado, no dejan de situarse en posiciones de la derecha más recalcitrante de Europa. No es extraño que en España, a diferencia del resto de Europa, no exista un movimiento de extrema derecha creciente. Eso sucede porque ésta se encuentra en el seno del PP, por eso lo ocurrido en lugares como Badalona tiene una explicación lógica.
¿Con quién le debiera ser más fácil pactar a la izquierda, en concreto al PSOE en sus diferentes marcas PSE y PSN en el complejo panorama surgido después del 22 M? Pues parecería evidente la respuesta: con las diferentes izquierdas, nacionalistas o no y de manera transversal, algo tan necesario a cultivar por aquí, con el PNV. Esa transversalidad con la derecha más europeísta permitiría limar muchas aristas de cara al futuro y en especial al proceso de paz primero y de normalización social después.
En concreto en Navarra se tendría que haber dado con IU y Na Bai y en Euskadi con PNV y EB. ¿Y Bildu? Siempre he defendido que Batasuna en sus diferentes marcas estuvieran presentes en las elecciones, me parecía una aberración democrática y una falta de inteligencia de nota que no fuera así. Pero una cosa es que estén legalizados y otra muy diferente que gobiernen en este momento instituciones de importancia estratégica como la Diputación de Guipuzcoa o el Ayuntamiento de Donosti. En el que por cierto creo que todos, los suyos y los otros, han sido profundamente injustos con el anterior alcalde Odón Elorza. Una figura de ese calibre que ha gobernado durante dos décadas de manera eficaz un ayuntamiento tan complejo, alguien que ha remado contra corriente en el proceso de paz y que tanto ha hecho para llegar a la situación en la que nos encontramos ahora, no se merece ese trato. Desde estas líneas mi apoyo y solidaridad.
A pesar de ello resulta evidente que en el momento actual Bildu está legitimada para dar su apoyo a opciones alternativas a la derecha del PP y sucedáneos como UPN y que el resto de partidos incluidos el socialista lo están igual para recibirlo y conseguir con ellos las diferentes instituciones. Por eso en Navarra lo lógico, lo coherente, lo inteligente habría sido un gobierno del PSN con el apoyo del resto de las izquierdas (Na Bai, Bildu e IU), quizás liderado por alguien diferente a su responsable actual muy debilitado por los pésimos resultados electorales y que siempre se ha manifestado en contra de estas alternativas (Juanjo Lizarbe habría sido probablemente la persona idónea ya que tradicionalmente ha mantenido una buena relación con todos ellos) y en el Ayuntamiento de Pamplona por la misma razón Na Bai, más aún sabiendo que Uxúe Barcos sería una esplendida alcaldesa.
Lamentablemente la cosa no ha ido por ese camino. En Euskadi la foto de las delegaciones del PSE y PP confirmando su pacto y en Navarra el juego de despropósitos puesto en marcha por la dirección del PSN, transmitiendo un intento de marear la perdiz cuando la decisión de pactar un gobierno de coalición con UPN estaba ya hecha, hacen que esta tesis no se haya podido dar y nos conducen a un escenario terrible.
Es una verdadera pena que ahora que el mundo de ETA está terminado su larga travesía por el desierto y se encara a su transformación definitiva como movimiento exclusivamente político, no haya nadie en la otra orilla capaz de poner los medios suficientes y necesarios para finiquitar el proceso de una manera sensata y coherente.
En definitiva que los errores tácticos que se producen aquí y también allí, unidos a los estratégicos comentados al inicio de este artículo, me hacen temer que efectivamente no solo estemos en el final de un ciclo sino que la crisis en la que está sumido el socialismo, la izquierda de nuestro país corre el peligro de tener componentes que les lleven a su desaparición o al menos a una transformación profundísima de su estructura organizativa e ideológica.
Pero no quisiera terminar engullido por la desmoralización y el desánimo. Quizás en los momentos más complicados es cuando se toman decisiones más importantes, por eso aún apuesto porque se tenga la capacidad de renacer como el Ave Fénix logrando que la izquierda, la socialdemocracia, sea capaz de remontar vuelo y volver a situarse en el lugar en el que la mayoría de la sociedad demanda. Me consta que ya existen movimientos en el PSOE y en IU para que eso sea posible. En lo que pueda y me dejen intentaré ayudar a que se haga realidad.
Sugiero que busquen la consulta de un buen psicoanalista. Más de uno lo necesita.
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