Un gobierno de izquierdas, para eliminar las tensiones centro-periferia
Publicado en Nueva Tribuna, El Confidencial Digital, Eldiario.es, Periodista Digital, DVL Radio, Plaza Nueva, Navarra Información, Gara y Deia del 16 al 19 Diciembre 2019.
A la
hora de escribir esta reflexión se desconoce aún, si el esfuerzo de Pedro
Sánchez y Pablo Iglesias por configurar un gobierno de izquierda va a tener
éxito.
Sólo
parece que haya una alternativa para que ese sueño sea posible, el apoyo por
activa (voto afirmativo), o pasiva (abstención) de ERC y probablemente también
de Bildu y BNG.
Las
otras dos posibilidades tendrían consecuencias demoledoras para la izquierda a
medio y largo plazo. La primera sería la implicación de la derecha extrema en
un gobierno del PSOE, que en buena lógica exigirían fuera en minoría.
Eso
llevaría a una situación de inestabilidad, de duro confrontación entre las
izquierdas estatales y periféricas con su consecuente debilitamiento, en
especial del socialismo que sufriría el desgaste de la sensación de traición
que invadiría su base social.
Ese
gobierno duraría justo hasta que las encuestas consolidaran un vuelco, justo en
el instante que esa derecha extrema dejaría caer el gobierno para arrasar en
unas nuevas elecciones. La duración no sobrepasaría el año de mandato para
Pedro Sánchez.
La
otra alternativa sería ir a unas nuevas elecciones anticipadas que con toda
probabilidad darían la victoria a la suma de las tres derechas lo que tendría
las mismas consecuencias que la anterior pero bastante antes.
Visto
el panorama así las izquierdas de ámbito estatal, PSOE y Podemos, no les queda otra
opción que conseguir añadir a su pacto al resto de las izquierdas periféricas,
más un partido centrista y pragmático como el PNV.
El
terreno está ya sembrado después de las primeras conversaciones-negociaciones
entre socialistas y ERC. Esta vez la larga sombra de los respectivos jefes,
Pedro Sánchez y Oriol Junqueras, planea sobre los equipos negociadores donde
resulta relevante la ausencia de la anterior protagonista por parte de los
socialistas Carmen Calvo.
¿Qué
puede significar su sustitución por Adriana Lastra? Probablemente que esta vez
la cosa va en serio. Que Sánchez quiere llegar a acuerdos, ya que Lastra se ha
significado durante los últimos meses como una firme defensora de un gobierno
de izquierdas con el apoyo de ERC y PNV.
Esta
opción está tropezando con fuertes presiones y resistencias desde dentro y
fuera del PSOE. Dentro, ciertos barones, especialmente los presidentes de
Aragón Javier Lambán y de Castilla la
Mancha, Emiliano García-Page, más toda una recua de antiguos dirigentes
caducos, desde Felipe González, a Alfonso Guerra, pasando por la parte más
derechosa y casposa de partido como Joaquín Leguina, o Francisco Vázquez.
Resulta
curioso que gentes que ejercieron el poder con mano de hierro, no permitiendo
ni una sola disidencia durante su mandato, ahora se alcen frente una decisión
que conviene recordar fue tomada casi por aclamación en la reciente consulta
entre las bases que obtuvo nada menos que un 97 % de votos favorables.
Convendría
recomendarles a estos señores que antes de criticar lo que está haciendo Pedro
Sánchez dedicaran unos segundos a analizar este dato demoledor.
Pero
no son las únicas presiones que se están sufriendo en esta parte de la orilla,
porque el IBEX, los grandes bancos, la patronal y los poderes fácticos internos
y externos están utilizando todas sus armas, especialmente las mediáticas, para
intentar obstaculizar el éxito de las negociaciones.
Eso en
esta orilla, porque en la otra también sufren la presión de los detractores, de
quienes insensatamente como el habitante de Waterloo consideran que “cuanto
peor, mejor”. Que incluso con una derecha radical en el gobierno de España
sería más fácil conseguir esa quimera de la República de Catalunya.
Sólo
le falta al iluminado de Carles Puigdemont pronunciar las célebres palabras de
Churchill durante la segunda guerra mundial exigiendo a sus ciudadanos “sangre,
sudor y lágrimas”.
La
situación en la orilla catalana es cuando menos compleja, con un calendario de
nuevo diabólico, en especial en esta semana en la que entramos. El próximo
jueves 19 la justicia europea tendrá que decidir sobre el recurso presentado
por Junqueras que podría lograr su inmunidad, después durante el fin de semana
ERC desarrolla su congreso, que debemos recordar se desarrolla de manera
asamblearia.
También
en el ámbito de la antigua Convergencia las aguas bajan revueltas. Existe un
sector de su militancia y de dirigentes de la antigua formación que comienzan a
considerar a Puigdemont y Torra como un lastre que les lleva a un callejón sin
salida. Las últimas reuniones internas se están saldando con tensiones cada vez
más evidentes y no se puede descartar nada en estas circunstancias.
Comienzan
a temer que el posible pacto PSOE-Podemos –ERC les acabe alejando del poder, si
en las próximas elecciones autonómicas en Catalunya los números les salen a ese
tripartito. No parece descartable que sea así con un cada vez más sólido Pere Aragonés
al frente del mismo.
Todo
este panorama nos lleva a una reflexión final.
Este
país (ponga aquí cada cual lo que desee) se va a tener que enfrentar en los
próximos años a tres retos fundamentales, más otro a nivel global.
Por un
lado a consolidar un gobierno de las izquierdas que trabaje por recuperar el
Estado del Bienestar debilitado por la crisis desde 2008. Un trabajo ingente
que fortalezca el sector público, educación, salud, servicios sociales, una
mejora en el empleo, no sólo en cuanto al número sino también respecto a la
calidad.
El
segundo reto será hacer frente a la crisis, o mini crisis que anuncian que nos
viene desde ese punto de vista. Demostrar que con un gobierno de izquierdas se
puede afrontar mejor, especialmente para las capas más desfavorecidas de la
sociedad y también para la machacada clase media, que como lo hizo la derecha
con Rajoy a la cabeza en la anterior.
Por
último el reto quizás más difícil. Que al igual que José Luis Rodríguez
Zapatero consiguió que su mandato nos trajera la paz, o al menos que dejara
construida y lista la pista de aterrizaje para la misma, ésta sea la
legislatura que solucione las viejas
tensiones centro-periferia heredadas desde la I Transición.
Y señalar
la I tiene sentido si somos capaces, como pide a gritos la situación actual, de
ser ambiciosos y afrontar una II esta vez dirigida por la izquierda.
Que al
final de la legislatura a este país no lo conozca ni la madre que le parió,
parodiando a Alfonso Guerra, que al menos construyamos las bases para llevarlo
a un Estado Federal Plurinacional desde la consideración de que somos una
nación de naciones. Construyendo un sólido edificio, una “casa común”, donde
todas y todos, vascos, catalanes, gallegos, o madrileños, nos encontremos
cómodos.
¿Es un
reto ambicioso?
Por
supuesto, pero ahora que tanto se critica a la clase política actual recordando
a la que tuvimos la suerte de tener durante la I Transición, sería una manera
perfecta de reivindicarse y pasar a la historia como gentes sólidas y de
principios, que en un momento difícil fueron capaces desde la valentía, audacia
y generosidad solucionar los problemas de este país.
Para
ello necesitamos resolver algunas incógnitas. ¿Tendremos en este periodo el
Pedro Sánchez que resultó victorioso en sus segundas primarias, o el que pactó
con Cs y miraba constantemente al PP? ¿Estará el Pablo Iglesias sensato y
generoso de las últimas semanas, o el prepotente de hace unos meses?
¿Volverán
los Junqueras y Rufián que coincidían con Torra en que no debía permitirse el
acceso al poder de la derecha y para ello se debía apoyar a Sánchez, o los de
los últimos días que acobardados por JuntsPerCat se muestran reacios a hacerlo?
¿Aparecerá el Otegi más sensato y pragmático, o el mesiánico y trasnochado?
De las
respuestas a estas preguntas depende el futuro del país, o sería mejor decir
los países que conforman esta bella, rica y plural nación de naciones.
Veremos………….
Fdo.:
José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia
15 Diciembre 2019
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