Catalunya: de la sinrazón a la sensatez
Vivimos malos tiempos
para la lírica, en un mundo donde la sinrazón pasa por encima de la razón es
difícil hacer poesía, ni siquiera prosa poética, rodeados de energúmenos que se
sacuden estopa.
Por eso estamos a punto
de vivir el choque de trenes más dramático de nuestra democracia, entre dos
convoyes repletos de viajeros conducidos por maquinistas suicidas.
¿Se puede evitar? Cada
vez parece más difícil, pero es probable que acabe viniendo bien que se
produzca, para resolver de manera definitiva éste complejo embrollo.
En un momento en el que
todas las partes se creen en posesión de la verdad absoluta, resulta imposible
predicar soluciones por la vía del diálogo, el entendimiento y el acuerdo.
Imposible que prevalezca el sentido común cuando quienes conducen esas
locomotoras están dispuestos a todo, cuando la sinrazón arrasa a la razón. Sólo
hay que observar las redes sociales estos días para darse cuenta de ello.
Es cierto que la
ciudadanía catalana por inmensa mayoría desea expresarse libre y
democráticamente, como también que esa expresión debe ser regulada por cauces
legales y de acuerdo con las normativas de las que nos hemos dotado.
También parece evidente
que de haberlo permitido, y el artículo 92.1 de nuestra Constitución abre
posibilidades para ello, el resultado habría sido mayoritariamente contrario a
la secesión. Más aún si al final los catalanes y catalanas hubieran ido a votar
sabiendo claramente las consecuencias de su voto. O sea si la razón y la verdad
se hubieran impuesto entre nuestros dirigentes.
Sí a eso le hubiéramos
añadido una gota de cesión por parte del estado en materia fiscal y de
fortalecimiento del autogobierno, esa victoria podría haber sido por goleada.
Pero no ha sido así y
ahora nos encontramos en una situación límite, la más peligrosa para todas y
todos desde el 23-F de 1981.
¿Qué consecuencias
puede tener ese choque de trenes Estado-Catalunya? ¿Qué va a pasar a partir del
2 de Octubre?
Probablemente los más
insensatos de entre los independentistas, especialmente los anti sistema de la
CUP (seguro que las gentes sensatas de la antigua Convergencia, la mayoría,
estarán escandalizadas por la dependencia de sus dirigentes de estos
insensatos), buscaban un escenario como el actual.
Una consulta
esperpéntica en la que las urnas están escondidas, se anima a la gente para
hacer las papeletas en su casa, no se sabe muy bien cuestiones como censo,
mesas electorales, etc. Todo esto a 20 días del día D. Tampoco dónde y cómo se
va a votar, lo que hace prever una participación muy inferior al 50 %. Desde
luego que ni hablar de seguimiento internacional y verificación de resultados
con un mínimo de garantías.
Además para mayor
gravedad existe una gran manipulación de los datos. Que la inmensa mayoría de
los ayuntamientos estén dispuestos a ceder sus locales municipales no puede, ni
debe ocultar, que los que no lo están representan en población a la mayoría de
catalanes. Tampoco que los intolerantes intenten alterar esas decisiones
legítimas con presiones inadmisibles. Por estos lares sabemos mucho de eso y
mirar cómo acabó.
¿Así quién va a homologar
ese resultado? ¿Los organismos internacionales? ¿La UE, la ONU? Por supuesto
que no. Para este viaje pues no se necesitaban alforjas.
Era lo que buscaban, especialmente
los más radicales, que votaran prácticamente sólo los partidarios de la
independencia para tener un resultado abultado a su favor. Pero eso es hacerse
trampas al solitario. Lo que se vaya a realizar el 1 de Octubre no tendrá
ninguna validez, ni allí, ni aquí, ni desde luego en la UE y el resto de
organismos internacionales. No tendrá soporte legal, pero tampoco de
legitimidad política y social, ni reconocimiento internacional.
Un tema tan
trascendental como la independencia no se puede realizar dejando detrás a la
mitad de la población.
Todo esto es cierto,
pero probablemente ese choque de trenes, que dejará muertos y heridos
políticamente hablando, puede tener consecuencias positivas. Es probable que
Catalunya siga formando parte de España, pero deberá ser de manera diferente a
la actual. Como se dice, algo sustancial debe cambiar para que nada cambie.
Habrá que negociar un
nuevo marco de convivencia entre ambas naciones, en una España convertida por
fin en nación de naciones. Un nuevo pacto fiscal que satisfaga las legítimas
demandas que vienen de allí. Y probablemente se deberá abrir un nuevo proceso
constituyente que lleve nuestro país a ser un Estado Federal Plurinacional y
permitir en ese marco ejercitar el derecho a decidir.
En ese momento se
deberá pactar algún tipo de consulta que satisfaga las ansias mayoritarias de
la población catalana de tomar sus propias decisiones. Y si se hacen las cosas
bien esa consulta se saldará, decidiendo democrática y libremente, con la
continuación de una nueva Catalunya en una nueva España.
¿Se puede no ser ni
unionista ni independentista? Desde la izquierda se puede y se debe. Por eso
debemos trabajar desde ya para que el próximo referéndum en Catalunya sea
legal, legítimo, libre, con urnas, papeletas, censos de acuerdo con las normas
establecidas para todos, y sabiendo con claridad las consecuencias del voto.
Así la sinrazón dejará paso a la sensatez.
Veremos…………..
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 11
Septiembre 2017
Totalmente de acuerdo, yo, como militante socialista no podría expresarlo mejor.
ResponderEliminarHabías empezado bien. Ecuánime, equidistante. Pero a medida que avanza la exposición de los hechos, el sesgo empieza a advertirse. Entiendo que es difícil opinar en un tema como éste cuando hay sentimientos de por medio. A mí me pasaría lo mismo.
ResponderEliminarAsí que como una visión personal, subjetiva, me parece adecuado. Aporta un punto de vista pero poco más. Al final, casi me recordaba aquella sentencia del juez que recriminaba a una mujer víctima de una violación la escasa longitud de su falda...
En fin, que me ha dado la impresión que la culpa no es la de los que ponen los impedimentos para que la democracia fluya de la mejor manera posible. Es cierto, la democracia no es perfecta ni la panacea...pero es la mejor de las herramientas de la que disponemos cunado se plantean problemas. ¿O quizá eres de los que opinan que no, que la mejor herramienta son las leyes? ¿Unas leyes que heredamos de un tiempo y un país que ya no existe (o eso creíamos algunos)? ¿Unas leyes que tienen como marco principal una Constitución que fue tutelada por militares golpistas y que era lo mejor a lo que se podía optar en ese momento (so pena de golpe en la mesa de los uniformados y vuelta a empezar...)?
¿Crees que es un país normal el que prohíbe libertad de expresión, policías persiguiendo urnas, ministros conspirando desde sus despachos oficiales, policías políticas y fondos reservados al servicio de un propósito concreto? ¿es un país serio en el que la oposición se pliega a un partido corrupto, que controla los aparatos del estado para su provecho? ¿Donde se socializan las pérdidas de empresas privadas como son los bancos o se rescatan autopistas y Castores con dinero público, mientras la caja de las pensiones baja peligrosamente mes tras mes?
Pues esos son algunos de los motivos por los que muchos creemos que este "proyecto" de estado no nos gusta, no nos representa y no queremos ser partícipes de él. Algunos nos dicen que la solución no es romper con todo, sino intentar cambiarlo desde dentro. Pues eso también lo hemos intentado, y muchas veces. El socialismo tenía un poderosos "granero" de votos en Catalunya que ha dilapidado progresivamente con sus políticas erráticas, con sus "apobarés" vacuos y con sus "cepillos" humillantes. ¿Tenemos que confiar entonces en que será la "nueva política" la que nos rescatará de este atolladero en el que nos encontramos? Pues te respondo: no. Ninguna confianza. Los mismos que hicieron suyo el lema de "El Cielo no se toma por consenso, se toma por asalto" son los que cuando se plantea un reto político mayúsculo se retraen y miden sus palabras no sea que vayan a perder votos (o lo que es peor, status personal).
No creemos en España. Ya no... Y no por un mero hecho sentimental, sino ya es por pragmatismo. Dentro de España siempre seremos lo que somos. Fuera de ella, seremos un estado. Ni el más poderoso, ni el más rico, ni el más justo. Pero seremos lo que decidamos ser. Quizá nos equivoquemos en muchas cosas, pero intentaremos hacerlo mejor con la experiencia adquirida, sin los encorsetamientos de un pasado que continúa teniendo hipotecada a España en un pasado del cual no puede desprenderse...
Disculpa que haya invadido tu espacio propio para corregirte (o matizarte, porque no soy nadie para corregir) y dar otro punto de vista. Personal e intransferible...pero compartido por muchos más de los que algunos (demasiados) creen...