Se necesita una revolución interna en los partidos políticos
Artículo publicado en Gara el 22 Diciembre 2016 y en Diario de Noticias de Navarra el 30 Diciembre 2016
La situación en el interior de los partidos políticos -de todos ellos- en lo que se refiere a la falta de democracia interna es manifiestamente mejorable. Los últimos acontecimientos que sobresaltan al PSOE, Podemos e incluso Cs así lo indican.
La situación en el interior de los partidos políticos -de todos ellos- en lo que se refiere a la falta de democracia interna es manifiestamente mejorable. Los últimos acontecimientos que sobresaltan al PSOE, Podemos e incluso Cs así lo indican.
Nacieron en el
siglo XIX y prácticamente no ha evolucionado nada en esta cuestión. Se han
convertido en una maquinaria electoral desideologizada en la que prima
exclusivamente la disciplina -sumisión deberíamos denominarlo-, cercenando
cualquier debate, cualquier disidencia que pueda suponer un peligro para las
élites que los dirigen, aunque generalmente la disfracen con el ropaje de que
eso debilita al partido y es castigado electoralmente por la sociedad.
Es probable que esto
último sea cierto, ya que la sociedad actual aunque siga considerando a los
políticos como uno de sus mayores problemas, castiga cuando en el interior se
manifiestan riquezas ideológicas, debates enriquecedores. Esa contradicción es
utilizada por sus dirigentes para cortar de raíz cualquier disidencia,
cualquier discrepancia con el poder establecido, utilizando un instrumento
cruel y deleznable que se conoce como “medidas disciplinarias”. Al principio
como amenaza y a la larga con su aplicación estricta.
Por eso en los Estatutos que rigen su vida interna y
externa, el apartado disciplinario es el más extenso. Leídos con detenimiento
producen la sensación que todos ellos son claramente inconstitucionales,
infringiendo muchos de los derechos básicos contemplados en nuestra
Constitución.
Lo normal debiera ser que un afiliado tuviera los mismos derechos como ciudadano que como militante, y que las normas básicas que rigen la vida fuera de los partidos fueran de aplicación también dentro.
Lamentablemente eso no es así, y por eso en los últimos tiempos conflictos que debieran ser solucionados en clave interna trascienden al ámbito judicial. Qué mal está esto cuando ocurre una circunstancia así.
Lo normal debiera ser que un afiliado tuviera los mismos derechos como ciudadano que como militante, y que las normas básicas que rigen la vida fuera de los partidos fueran de aplicación también dentro.
Lamentablemente eso no es así, y por eso en los últimos tiempos conflictos que debieran ser solucionados en clave interna trascienden al ámbito judicial. Qué mal está esto cuando ocurre una circunstancia así.
Los ciudadanos perciben en los partidos políticos una vocación enfermiza por ocupar parcelas de poder para utilizarlo en la búsqueda de un beneficio personal o colectivo al margen de los intereses generales de la sociedad.
Se muestran como estructuras de poder inaccesibles,
como castas incontrolables por los ciudadanos, como máquinas de influencia que
tienen sus propios códigos de conducta, comunicación y pacto, y que engañan y
ocultan la realidad con el único fin de mantenerse en el poder al precio que
sea.
¿Podemos afirmar que la estructura interna de los
partidos políticos en España y su funcionamiento son democráticos como
establece el referido texto fundamental? ¿Podemos sostener que la transparencia
en su gestión y el control interno de sus representantes en las instituciones resulta
satisfactorio, eficaz y suficiente? ¿De verdad que nuestros partidos "son
instrumento fundamental para la participación política"?
Lamentablemente pocos ciudadanos se pronunciarían en
sentido afirmativo a las tres preguntas. Lo cierto es que sufrimos un sistema
de partidos que arrastra varios traumas no resueltos desde el inicio de la
transición democrática.
Uno de ellos se refiere a la ausencia de
imprescindible pluralismo político e ideológico en la vida interna de las
organizaciones. Por la forma de producirse nuestra transición y por la falta de
hábitos democráticos durante el franquismo, se impuso la idea de que cualquier
debate ideológico interno implica inestabilidad y que tal situación "es
castigada por los electores".
A diferencia del resto de los países europeos, entre
nosotros, cualquier crítica o disidencia hacia la cúpula del partido se
presenta como una "deslealtad". Los partidos no pueden ser cuarteles
con mentalidad militar en aras a un bien superior que define el aparato burocrático
correspondiente. "Los trapos sucios se lavan en casa, en el
interior", claman algunos.
Falso. El primer compromiso que tienen los
responsables políticos es con los ciudadanos y no cumplen con su obligación si
ocultan su opinión sobre asuntos públicos o conductas irregulares "para
proteger al partido". Tal comportamiento tiene que ver más con residuos
del estalinismo que con la vida democrática en una sociedad plural.
Desde tal concepción, la mayoría de nuestros
partidos políticos han generado unas tramas de poder interno y externo que, en
la práctica huyen de cualquier control.
Quizás sea este el momento, aunque sólo fuera para
recuperar la confianza perdida en el seno de nuestra sociedad, de poner fin a
esta situación y emprender una profunda transformación de los Partidos
Políticos en nuestro país. Quizás el primero que tenga el valor de hacerlo
acabe teniendo un plus electoral inesperado.
Conseguir que dejen de ser una maquinaria al servicio de sus dirigentes, una fuente de empleo que genera dependencia a quien tiene el poder de repartirlo, que conviertan sus paredes de acero en cristales transparentes, con una mayor democracia interna, fomentando la libertad de expresión, debates activos, rotación constante en su dirección, incompatibilidad de cargos, límite de mandatos, listas electorales abiertas, etc., etc. Que se conviertan realmente en instrumentos al servicio de la sociedad, en los que cualquier cargo suponga un esfuerzo y no una prebenda.
Abrir ese debate, dentro y fuera de los mismos, al menos en los de izquierdas como el propio PSOE, y Podemos, con valentía, imaginación y audacia. Partiendo de una base fundamental: que todas las actuaciones disciplinarias abiertas queden en suspenso. Una especie de amnistía política que permita participar en el mismo a todas aquellas personas que tienen algo que aportar. Porque son precisamente éstas, las que han tenido el valor de enfrentarse a los “aparatos”, las que tienen una mayor capacidad intelectual y por eso están en esa situación. Probablemente lo más valioso de cada partido haya estado o esté bajo el peso de esa terrible disciplina interna.
Conseguir que dejen de ser una maquinaria al servicio de sus dirigentes, una fuente de empleo que genera dependencia a quien tiene el poder de repartirlo, que conviertan sus paredes de acero en cristales transparentes, con una mayor democracia interna, fomentando la libertad de expresión, debates activos, rotación constante en su dirección, incompatibilidad de cargos, límite de mandatos, listas electorales abiertas, etc., etc. Que se conviertan realmente en instrumentos al servicio de la sociedad, en los que cualquier cargo suponga un esfuerzo y no una prebenda.
Abrir ese debate, dentro y fuera de los mismos, al menos en los de izquierdas como el propio PSOE, y Podemos, con valentía, imaginación y audacia. Partiendo de una base fundamental: que todas las actuaciones disciplinarias abiertas queden en suspenso. Una especie de amnistía política que permita participar en el mismo a todas aquellas personas que tienen algo que aportar. Porque son precisamente éstas, las que han tenido el valor de enfrentarse a los “aparatos”, las que tienen una mayor capacidad intelectual y por eso están en esa situación. Probablemente lo más valioso de cada partido haya estado o esté bajo el peso de esa terrible disciplina interna.
Somos más quienes estamos a favor de esa profunda reforma. Los que apostamos porque el aire fresco inunde sus salas y despachos, que sean los más valiosos, quienes más valía intelectual e ideológica tengan y no los más serviles, lameculos, burócratas vulgares, los que dirijan estas naves. Somos más quienes desde la base -porque la base es inmensamente mayor que las cúpulas dirigentes- estamos exigiendo esos cambios, y quizás sea bueno y saludable que una profunda revolución interna acabe con el sistema actual.
Nuestros partidos funcionan a través de un sistema
piramidal y oligárquico que se reproduce verticalmente y que reproduce otras
cúpulas pequeñas, u oligarquías locales y regionales, que le deben su poder al
vértice del partido y dependen de una complicidad política mutua. Es un sistema
en el que la aparición del nepotismo y de las redes clientelares internas y
externas del partido constituyen un auténtico "aparato de poder" que
resulta imbatible.
Desde ese poder local o
regional se distribuyen los cargos públicos a personas de estricta confianza,
y, a su vez, tales personas influyen y controlan la vida interna del partido
para que no cambie la correlación de fuerzas interna. El pluralismo, la
transparencia y el control interno de la gestión desaparecen como por ensalmo,
lo que explica la sorpresa que suscita, en ocasiones, la aparición de prácticas
corruptas o abusos de poder insoportables.
Si además se exige silencio y aparece la figura de
la "omertá" para mantener el poder y el respeto a los pactos
clientelares, la democracia resultará derrotada, se convertirá en simple
hojalata mientras las burocracias fortalecerán su resistencia al control. Éste
es el debate hoy tanto en el PSOE donde las bases están en plena revolución
interna, como en Podemos donde puede ocurrir en un futuro no muy lejano.
Veremos…………….
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y
concejal del PSN y actual militante del PSC)
Villava-Atarrabia 21 Diciembre 2016
No veo yo que después de defenestrar a Sánchez y apoyar la investidura de Rajoy,la cúpula del PSOE esté por la regeneración que pides,José Luis.
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