Reflexiones de un librepensador
En alguna ocasión, en los últimos
tiempos con más razón, me he preguntado cómo me definiría desde el punto de
vista ideológico. ¿Socialista? ¿Socialista, anarquista? ¿Socialista, liberal?
¿Liberal de izquierdas? Pero he llegado a la conclusión de que en realidad me
considero "librepensador", o aunque pueda ser una redundancia
"librepensador de izquierdas". Entendiendo por librepensador la
definición clásica de "persona que forma sus opiniones sobre la base de la
razón. Independientemente de la tradición, la autoridad o de creencias
establecidas".
Además y como agravante, me considero utópico, que como aseguraba Galeano en una de sus geniales reflexiones es aquel que persigue la utopía, porque está en el horizonte: cuando uno camina dos pasos, ella se aleja dos pasos, cuando se camina diez pasos, ella está diez pasos más lejos. ¿Para qué sirve pues la utopía? Sirve para eso, para caminar, para avanzar, para crecer intelectual y humanamente.
Por tanto a la vista de cómo está la militancia política en estos tiempos, resulta casi una contradicción definirse así y al mismo tiempo militar…, perdón, sería más adecuado decir estar afiliado a un partido. Aunque viendo cómo se estructuran hoy en día tampoco sería tan desafortunado emplear ése término.
Utilizando la lógica, la mayoría de los
afiliados a partidos considerados de la izquierda clásica deberíamos ser
librepensadores, y además utópicos, pero me temo que eso no es así ya que la
práctica de estos principios llevaría inexorablemente a la expulsión, o como
mal menor la marginación en más o menos tiempo. La disciplina en los partidos
políticos clásicos está por encima de cualquier otra componente, véase si
no los “avances” que intentan en este tema en los partidos de nuevo cuño como
Podemos o Ciudadanos.
Ya se sabe que la disciplina si algo
coarta es la libertad, también la de pensar, especialmente cuando el
pensamiento se transforma en palabras y mucho más peligroso aún si se pone
negro sobre blanco haciéndolo además público.
Ante esas circunstancias se me puede y debe preguntar: ¿Cómo se apaña un militante honesto para ser leal a su ideología librepensadora, y al mismo tiempo seguir militando en un partido político como el PSOE? Buena pregunta, de difícil respuesta. Quizás limitando la actividad librepensadora, o al menos dejándola en eso, en lo que se piensa, evitando en lo posible trasladarla a lo que se dice y mucho menos aún a lo que escribe.
En alguna ocasión ya he elucubrado sobre
eso de la censura, la autocensura, o la existencia constante de Torquemada en
el seno del PSOE por lo que la respuesta más correcta sería: practicando la
autocensura, controlando en lo posible la extensión de tus ideas y mucho más
aún tus críticas.
¿Eso supone una contradicción, o incluso una traición a esas ideas? Puede ser, pero al menos permite la supervivencia en una actividad política que se desea mantener. Aunque hay que decir que a medida que pasan los años uno se vuelve menos pragmático, comienza a romper ataduras y compromisos, se va más ligero de equipaje llevando la ideología librepensadora a su máxima expresión, pase lo que pase, y tenga las consecuencias que tenga. En éste momento me encuentro en los convulsos tiempos que nos tocan vivir dentro del socialismo español.
Desprecio profundamente a los
burócratas, casi siempre mediocres, que se dedican a coartar la libertad de
expresión, quizás porque siempre he defendido que en los partidos políticos
debería de cuidarse la heterodoxia como si de una especie en vías de extinción
se tratara, porque la verdad es que quedar, lo que es quedar, quedamos bastante
pocos heterodoxos en su seno.
La gente hoy llega a los partidos
políticos como si de una oficina de colocación se tratara, con ánimo de medrar
y para conseguirlo se impone la ortodoxia, el portarse bien y obedecer
ciegamente al líder, convertirse en su acólito sin osar contradecirle en lo más
mínimo. Ni siquiera en los grupos minoritarios o grupúsculos están bien vistos
los heterodoxos, también entre los que van con la bandera de “rompedores”.
Esto no quiero que se interprete como una crítica a mi partido, porque probablemente en cualquier otro además de cómo estoy (marginado y ninguneado) estaría expulsado (obvio aquí mi experiencia anterior), en alguno incluso algo peor. Aún no se quema a los discrepantes en una hoguera, pero todo llegará. Mi crítica se dirige a todos, todos los partidos en general, y especialmente a los que se definen como progresistas o de izquierdas.
Aunque no nos confundamos, tampoco la sociedad actual tolera el librepensamiento. Bueno, cuando éste supone una crítica a los demás sí, pero si está dirigida a nosotros la cosa cambia porque se impone el sectarismo. Existen demasiadas sectas en la actividad política. No hay nada más que ver, o leer, las furibundas respuestas a algunas reflexiones
Como eso se suele transformar en
epidemia, también algunos medios de comunicación se suman a la cruzada.
Habitualmente éstos sólo sacan los artículos que son críticos con la actitud
del partido al que se intenta debilitar, no porque respeten el librepensamiento
sino para erosionarlo.
No vivimos una buena época para el librepensamiento. A pesar de ello habrá que aguantar. Intentaremos seguir los consejos de Bertolt Brecht: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles". Seguiremos luchando, al menos para que alguien aguante ésta vela hasta que otros más jóvenes vengan a relevarnos, aunque a la vista de lo que viene detrás no me extrañaría que nos muramos de viejos sujetándola.
En fin, alguna gente me suele decir que
me estoy volviendo demasiado pesimista y crítico a la hora de valorar la
sociedad actual. Será cosa de la edad, ya se sabe que algunos nos volvemos
gruñones y cascarrabias con los años.
Reivindico pues el librepensamiento, la utopía y también otra cualidad ahora en desuso: la bondad. A menudo cuando te tachan de buena persona casi suena a insulto, por eso aunque se pueda interpretar que no tiene nada que ver con este artículo, no quisiera privarme de reflejar una frase que me ha parecido simplemente genial, dicha por Blanca Li: «Si tuviera que morir esta noche, quisiera tener la sensación de haber sido bueno. Cualquier tonto puede ser malo, pero la bondad precisa inteligencia».
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