Balleneros vascos: ¿se puede matar vascos?

Artículo publicado en PUBLICOSCOPIA el 9 Junio 2015

La escritora y guionista Julia Montejo acaba de presentar su tercer libro “Lo que tengo que contarte”, basado en un historia muy desconocida sobre la muerte de 32 marinos balleneros vascos en la Islandia del siglo XVII, en concreto en 1615.

En su presentación el pasado jueves en Pamplona explicó lo que parecía inexplicable, que durante años marinos vascos fueron a cazar ballenas en aquellas aguas y que en esa ocasión una terrible tormenta les obligó a pasar el invierno en ese pequeño país, en aquella época dependiente del rey de Dinamarca desencadenándose la tragedia.

Éste había promulgado una ley que permitía acabar con las vidas de quienes, como en el caso de los marinos vascos, pusieran en peligro su monopolio mercantil de la pesca de ballenas. Se podía matar marinos vascos sin ninguna repercusión. Política en su peor versión.

Visto desde la época actual, desde nuestro país puede parecer absolutamente impensable que se permita matar con impunidad a los oriundos de un lugar, de una religión, o de una etnia, pero la manipulación del político de turno, el gobernador Ari Magnússon, hizo que los habitantes de Islandia se tomaran la justicia por su mano cometiendo esa cruel matanza.

Julia Montejo ha investigado exhaustivamente aquellos hechos en la misma Islandia, señalando que se produjeron debido al engaño por parte del gobernador a sus súbditos, que creyeron que pasar el invierno con más de cien bocas que alimentar teniendo escasez de productos de primera necesidad les iba a llevar a la desesperación. Vieron, como consecuencia desea mentira, a los vascos como enemigos, como contrincantes a los que eliminar.

Escuchando las explicaciones de Julia Montejo vinieron, como si de un mal presagio se tratara, una serie de preguntas: ¿Sería posible algo así en nuestro país? ¿Ciertos signos que se detectan aquí pueden ser versiones dulcificadas de la misma manipulación, con consecuencias menores?
Indudablemente no, o al menos no hasta el extremo de acabar con 32 vidas humanas, pero quizás algunos elementos de ciertas políticas llevadas a cabo por algunos poderes públicos, los Magnússon de turno, van en esa dirección, en nuestro caso con vascos y ahora también catalanes.

Observar con objetividad y un mínimo rigor intelectual la última polémica de la pitada al himno y al Rey en la final de copa entre Athletic y Barsa, indica que se siembra peligrosamente en esa dirección intolerancia, radicalidad y sectarismo. Incluso voces tan cualificadas como los portavoces de jueces progresistas ya está trasladando que en ningún caso puede ser condenable y mucho menos delito lo que resulta un caso claro de ejercicio del derecho constitucional de la libertad de expresión, en este caso la libertad de expresar su crítica, su desagrado.
Otra cosa es que se pueda interpretar como un gesto de mala educación, de falta de respeto, el mismo que sería si en un acto público se silbara a Els Segadors o al Gernikako arbola. Incluso habría que analizar qué parte de la pitada era como resultado de años de ataque a nuestro Estado del Bienestar.

Pero no es el único caso, durante estos últimos cuatro años se ha puesto en marcha una política deleznable de descalificar cualquier debate, cualquier propuesta o idea que provenga de Catalunya y Euskadi. Criminalizar todo lo vasco y catalán se ha convertido en deporte nacional alentado desde el PP. Ayudado por su “Brunete mediática” nos ha ido metiendo en un peligroso callejón sin salida, que heredará el próximo gobierno que salga de las elecciones de Noviembre (o Septiembre).

No se llega a la sinrazón de elaborar una ley que permita asesinar a vascos o catalanes, pero se está cruzando una peligrosa línea roja hacia la intolerancia y la incomunicación. Se impide cualquier oportunidad de acercamiento obligando a Euskadi y Catalunya a posturas de confrontación, de conflicto con la incomprensión del resto de un estado que debiera ser federal y plurinacional. Ser capaces de construir una “casa común” en la que todos nos sintamos cómodos, está en las antípodas de la estrategia actual del PP.
Quizás la aparición del oportuno libro de Julia Montejo pueda dar lugar a un debate sereno y más al coincidir con el hecho de que Islandia al cumplirse cuatro siglos de la injusta ley que dio lugar a esa tragedia la ha derogado, organizando unos actos repletos de sensaciones de paz, perdón y reconciliación.

Avergonzados por lo realizado por sus antepasados han solicitado doloridos ese perdón y han firmado una especie de paz llena de tolerancia y comprensión. Incluso resulta curioso que en una parte de esa isla lejana se hable un dialecto mezcla de euskera e islandés que demuestra que en lo mestizo, en lo plural está el encuentro.

Harían bien nuestros políticos en leer su libro, en imbuirse de ese espíritu que con su ejemplo se nos transmite desde Islandia. Especialmente una izquierda que va a heredar este problema inconcluso desde nuestra Transición, que solo se puede resolver con grandes dosis de imaginación, audacia y generosidad, mucha generosidad.

Que miren ese acontecimiento tan olvidado y procuren observar al “otro” intentando entender sus propuestas, sus razones y reivindicaciones sentándose a negociarlas desde una posición de igualdad, buscando los necesarios puntos de encuentro, construyendo puentes sobre este inmenso abismo que ha provocado la irresponsabilidad del PP.

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Afiliado al PSC viviendo en Navarra y a Izquierda Socialista del PSOE)

Villava-Atarrabia 8 Junio 2015



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