El socialismo del futuro ante Podemos
Egun on, buenos días,
bon dia, reflexionando sobre el ascenso, encumbramiento y éxito de Podemos y su
líder absoluto Pablo Iglesias y que ha tenido su éxtasis final ayer sábado en
un acto al más puro estilo (actualizado y mejorado) y parafernalia de los
antiguos países del este.
Debo reconocer antes de
entrar en materia que a mí también hubo un instante en el que se sedujo, me
abdujo sería más apropiado decir, la sensación de aire fresco, renovador e incluso
revolucionario que tuvo en su inicio. Más aún en un momento de desconfianza,
declive y ocaso de los partidos tradicionales, invadidos por el acartonamiento,
la corrupción, la parálisis e incompetencia a la hora de resolver los problemas
de la ciudadanía. Era la confrontación de lo novedoso y lo ya obsoleto.
Esa seducción estuvo a
punto de conquistarme de manera definitiva, quizás lo hubiera hecho de no haber
tenido tanto tiempo para observar, reflexionar, diseccionar todo lo que estaba
ocurriendo en su seno. Pero lo tengo y eso me ha ido llevando a la desconfianza
en una primera fase y la decepción absoluta en los últimos días.
Eso no impide, que al
igual que planteaba con Bildu, si de la lucha entre sus dos almas, en ésta la
nacionalista y la de izquierdas, y en Podemos la electoralista (el término
correcto sería populista pero utilizarlo sería en estos instantes peyorativo) e
igualmente la de izquierdas, sale victoriosa la segunda, en ese futuro que
vislumbro de comunicación, diálogo y acuerdo entre las izquierdas transversales
puede y debe darse también con un PSOE renovado, regenerado en la línea que defendemos
desde izquierda Socialista. Un acuerdo que incluso se lleve hasta conseguir alternativas
de gobiernos liderados necesariamente por la izquierda clásica, el PSOE.
Decía que he sufrido
una inmensa decepción con ellos, especialmente en el tramo final de su proceso
(debíamos definir así) congresual. No me gusta su puesta en escena, ni su culto
a un líder absoluto, ni las elecciones a la búlgara, por muy modernos métodos
que se utilicen (el problema no está en la forma, en la envoltura, sino en el
fondo), ni su calculada, electoralmente hablando, ambigüedad ideológica, ni lo,
en mi opinión demasiado, guapos y guapas, formados, jóvenes, o simpáticos que
son.
Tampoco me gusta ese
culto al líder rayando en lo sectario, no me gusta verles babear a su paso,
incluso intentando tocar su manto, su halo, ni que en sus 62 miembros
directivos no vea obreros de la industria, o de la construcción, gentes de los
sectores que el análisis marxista definía como proletariado, ni parados, sino
todo lo contrario, existe una saturación de funcionariado con puesto fijo,
frente a la inmensa mayoría de la sociedad que se encuentra precarizada, casi
todos licenciados de lo poco que se ha salvado de la clase media durante la
crisis, frente a la inmensidad de las clases populares, proletarias.
Poseen verbo fácil, a
veces incluso verborrea, pero cuentan con algo a favor, enfrente no tienen un
discurso estructurado, potente, porque enfrente están quienes o han llevado
éste país al desastre, o lo han permitido por acción u omisión y así es muy
fácil ganar dialécticamente el combate.
Escucho sus propuestas,
algunas simplemente demagógicas, las intento analizar y veo mucho de ensoñación
irrealizable, con dosis de teorías caducas, aderezadas de toques infantiloides
y mucha, mucho de marketing y técnicas electoralistas. ¿Izquierdistas o
irresponsables? ¿Revolucionarios o peligrosos mesiánicos? ¿A dónde les lleva,
nos llevan las mismas? En mi opinión al desastre absoluto.
Reflexiono que si
vencieran, que si llegaran a gobernar sumirían a nuestro país en el caos,
rematarían la faena del PP, o quizás tendrían que ir cambiándolas sobre la
marcha para evitarlo y generarían una frustración en la ciudadanía que ve en
ellos la panacea universal, la solución a sus problemas, de consecuencias
gravísimas e imprevisibles.
¿Qué hacer ante ésta
situación? ¿Intentar romper el idilio actual entre una sociedad hastiada del
viejo régimen que ve en sus mesiánicas apariciones el cambio, la solución?
Indudablemente no, sería peor el remedio que la enfermedad.
En mi opinión, como en
casi todo, la solución viene a través de la izquierda clásica renovada,
regenerada, adaptada a las nuevas demandas sociales: un nuevo PSOE que debe
observar con respeto, sin altivez y mucho menos desprecio y entender lo que
está ocurriendo. Entender el por qué sectores sociales que debieran estar
apoyándole, corren ahora alborozados a postrarse a sus pies. Entenderlo y
aplicar las medidas correctoras para evitarlo. Aunque en ningún caso, como
corremos el peligro de hacer, copiarles miméticamente mientras babeamos
admirándoles.
La receta del PSOE es y
debe ser propia, porque lo llevamos en los genes, en nuestra historia de la que
no debemos renegar y quizás una mirada atrás, incluso hasta el Pablo Iglesias
bueno, no nos vendría nada mal. Recuperar nuestras señas de identidad
adaptándolas a los nuevos retos, hacer análisis de nuestros errores y después
de excusarnos rectificarlos caiga quien caiga. Romper con la idea de la
responsabilidad de quienes hemos pasado demasiado tiempo en los gobiernos y
aplicar soluciones novedosas, imaginativas antes los nuevos retos, algunas ya se están exponiendo desde Izquierda Socialista.
El futuro de nuestro
país está en juego. Venimos de una oscura época de errores propios en el final
del mandato de Zapatero y del destrozo económico, social y moral del PP después
y la alternativa no puede ni debe ser otra nueva producto de la insensatez de
un nuevo mesías, sino desde la sensatez de una nueva izquierda, rompedora pero
desde el equilibrio, radical desde la coherencia, revolucionaria desde el
control sereno de ésa novedosa revolución, desde un socialismo de futuro.
Una nueva izquierda que
necesariamente debe liderar desde su unidad el PSOE y luego que se impregne de
lo bueno que tiene Podemos, pero desde ese liderazgo que garantice la solvencia
de las soluciones incluso las contundentes, radicales.
Ahora nos llegan
cánticos de sirena, habrá que aguantarlos agarrados al palo mayor y volver con
rapidez a coger el timón para liderar y llevar la nave sana y salva a buen
puerto. Ése es el reto de los y las socialistas los próximos meses, en ese
empeño debemos estar, porque la izquierda, al menos una parte sustancial de la
izquierda, somos nosotras y nosotros y ahí fuera nos están esperando.
Y desde
luego nunca, NUNCA rendirnos.
Una de las dificultades que afronta el psoe es aplicar un proceso de limpieza coherente con la política de transparencia y que se perciba por la sociedad. Y otra no menos importante, justificar por qué no ha defendido el Estado de Bienestar, como gato panza arriba, mientras se ha ido desmoronando; no por economía, sino por ideología. Esta defensa debía haber sido radical, pues se supone que tales principios vertebran el corpus ideológico del partido.
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