Mensaje en una botella
Los que nos guiamos por el análisis puramente intelectual y no electoralista no tuvimos ningún problema en acudir a la manifestación del pasado 10 de Julio dándonos igual ir detrás de una pancarta, de una senyera, o de la bandera del estado español, porque lo que realmente reivindicamos fué que un estatuto como el de Catalunya, aprobado por su parlamento, por el de todos los españoles, y por referéndum libre de sus ciudadanos no se puede ni se debe cambiar, y menos por un TC en el que dependiendo quien esté saca una resolución u otra. ¿Qué habría pasado si el día en el que se decidió se hubiera producido ya el relevo de los miembros cesantes y la mayoría conservadora-progresista hubiera cambiado? ¿Sería más o menos constitucional el Estatut entonces?
Por eso estuvimos el día 10 recorriendo las calles de Barcelona, con la pena de faltar al ambiente sanferminero, defendiendo lo que se ha decidido libremente, independientemente de las diferencias que tengamos, que las tenemos, sobre la interpretación del término nación, o de que discrepáramos por la manipulación que ha practicado la entidad convocante Ómnium por su visión cortoplacista y miope poniendo en riesgo la necesaria unidad de acción.
Y lo que vimos fue una marea humana, pacífica excepto por los típicos descerebrados que son incapaces de aceptar las diferencias ideológicas, que en un puro ejercicio de comportamiento fascista acosaron al President Montilla para vergüenza de la inmensa mayoría que reprobaba el lamentable espectáculo que dieron. Si pertenecían a alguno de los partidos convocantes y están identificados una norma de higiene democrática básica sería su expulsión fulminante. Por fascistas y por tontos al dar argumentos gratuitos a quienes estaban en contra de la manifestación.
Esa marea humana, los diferentes comportamientos, signos, gritos y consignas que allí vi y escuché en primera persona me hicieron reflexionar con más profundidad sobre el efecto de una sentencia errónea. Tuve la sensación que ese error provocaba el mayor peligro de la historia para la configuración del estado español actual. Ponía más en cuestión esa estructura que mil bombas de ETA. Era la primera vez que sentía que la independencia de Catalunya, y de Euskadi como consecuencia lógica, era menos irreal de lo que pensaba. Ver a miles de personas, grandes y mayores, niños y casi ancianos, partidarios y no partidarios de la quiebra con España con la bandera independentista, escucharles gritando “independencia” a pleno pulmón, debo reconocer que me preocupó.
Me consta que después de la tempestad llega la calma y que el pueblo catalán ha demostrado su sensatez en numerosas ocasiones, pero esta vez le habían tocado donde realmente duele: poniendo en cuestión sus decisiones democráticas, y eso puede tener consecuencias imprevisibles.
Ahora toca utilizar la inteligencia política para cambiar una peligrosa situación y en eso la responsabilidad es compartida, especialmente para la izquierda de este país que es a quien cabe exigir una mayor generosidad en las relaciones centro-periferia. Tanto en Cataluña como en España la posición de los socialistas resulta clave para salir de este embrollo, y quizás fuera el momento de ser mucho más audaces de lo que se ha sido hasta este momento. Resolver definitivamente esa asignatura pendiente, creando las condiciones para que todo el mundo se sienta cómodo en este proyecto común que es España. Resulta difícil pero en los momentos clave, y éste lo es, se demuestran los grandes estadistas. Ojala Zapatero esté a la altura de las circunstancias, puede ser arriesgado, suicida pero sólo agarrando el toro por los cuernos podemos evitar la cogida.
Espero y deseo que la otra marea humana de los días siguientes no nublen la vista de quienes deben volar alto como las águilas para tener una mayor perspectiva. Lo ocurrido como consecuencia de nuestra victoria en el mundial de futbol tiene un elemento positivo: que por primera vez en nuestra reciente historia les hemos quitado los símbolos (España, bandera, himno) a los fachas, y ha sido habitual conocer historias de quienes estando el sábado enarbolando con la senyera defendiendo el estatuto, irse a Madrid con la española a recibir a un equipo que ha sido de todos.
El pasado día 10 hemos recibido un mensaje en una botella con forma de manifestación, si no somos capaces de escucharlo y lo que es más importante; responderlo, nuestro país sufrirá y pagará las consecuencias.
Por eso estuvimos el día 10 recorriendo las calles de Barcelona, con la pena de faltar al ambiente sanferminero, defendiendo lo que se ha decidido libremente, independientemente de las diferencias que tengamos, que las tenemos, sobre la interpretación del término nación, o de que discrepáramos por la manipulación que ha practicado la entidad convocante Ómnium por su visión cortoplacista y miope poniendo en riesgo la necesaria unidad de acción.
Y lo que vimos fue una marea humana, pacífica excepto por los típicos descerebrados que son incapaces de aceptar las diferencias ideológicas, que en un puro ejercicio de comportamiento fascista acosaron al President Montilla para vergüenza de la inmensa mayoría que reprobaba el lamentable espectáculo que dieron. Si pertenecían a alguno de los partidos convocantes y están identificados una norma de higiene democrática básica sería su expulsión fulminante. Por fascistas y por tontos al dar argumentos gratuitos a quienes estaban en contra de la manifestación.
Esa marea humana, los diferentes comportamientos, signos, gritos y consignas que allí vi y escuché en primera persona me hicieron reflexionar con más profundidad sobre el efecto de una sentencia errónea. Tuve la sensación que ese error provocaba el mayor peligro de la historia para la configuración del estado español actual. Ponía más en cuestión esa estructura que mil bombas de ETA. Era la primera vez que sentía que la independencia de Catalunya, y de Euskadi como consecuencia lógica, era menos irreal de lo que pensaba. Ver a miles de personas, grandes y mayores, niños y casi ancianos, partidarios y no partidarios de la quiebra con España con la bandera independentista, escucharles gritando “independencia” a pleno pulmón, debo reconocer que me preocupó.
Me consta que después de la tempestad llega la calma y que el pueblo catalán ha demostrado su sensatez en numerosas ocasiones, pero esta vez le habían tocado donde realmente duele: poniendo en cuestión sus decisiones democráticas, y eso puede tener consecuencias imprevisibles.
Ahora toca utilizar la inteligencia política para cambiar una peligrosa situación y en eso la responsabilidad es compartida, especialmente para la izquierda de este país que es a quien cabe exigir una mayor generosidad en las relaciones centro-periferia. Tanto en Cataluña como en España la posición de los socialistas resulta clave para salir de este embrollo, y quizás fuera el momento de ser mucho más audaces de lo que se ha sido hasta este momento. Resolver definitivamente esa asignatura pendiente, creando las condiciones para que todo el mundo se sienta cómodo en este proyecto común que es España. Resulta difícil pero en los momentos clave, y éste lo es, se demuestran los grandes estadistas. Ojala Zapatero esté a la altura de las circunstancias, puede ser arriesgado, suicida pero sólo agarrando el toro por los cuernos podemos evitar la cogida.
Espero y deseo que la otra marea humana de los días siguientes no nublen la vista de quienes deben volar alto como las águilas para tener una mayor perspectiva. Lo ocurrido como consecuencia de nuestra victoria en el mundial de futbol tiene un elemento positivo: que por primera vez en nuestra reciente historia les hemos quitado los símbolos (España, bandera, himno) a los fachas, y ha sido habitual conocer historias de quienes estando el sábado enarbolando con la senyera defendiendo el estatuto, irse a Madrid con la española a recibir a un equipo que ha sido de todos.
El pasado día 10 hemos recibido un mensaje en una botella con forma de manifestación, si no somos capaces de escucharlo y lo que es más importante; responderlo, nuestro país sufrirá y pagará las consecuencias.
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