La deriva de RAJOY

Artículo publicado en DEIA el 11 Julio 2012

Hace apenas tres años nadie en su sano juicio pensaba que un mediocre como Mariano Rajoy pudiera llegar a ser Presidente de nuestro país, enzarzados como estaban los del PP en batallas internas, que si Esperanza Aguirre, que si Alberto Ruiz Gallardón y ni ellos mismo creían en el pobre Mariano.




En aquel momento reinaba la figura de José Luis Rodríguez Zapatero líder del PSOE y parecía absolutamente imposible que se pudiera producir un cambio drástico en las preferencias electorales de nuestra sociedad.



¿Qué ha ocurrido para que esto haya ocurrido? No solo una crisis económica y financiera sin igual en la historia, también los errores, las ineptitudes demostradas por la izquierda en ese periodo y especialmente el haber adquirido un rol que no le correspondía: el de adalid de las fórmulas más duras de la derecha liberal europea y mundial. Quizás si el PSOE no se hubiera empeñado en llevar a cabo políticas que no le correspondían y hubiera convocado un año y medio antes las elecciones para que fuera la derecha, a la que le correspondía de manera natural hacerlo, la que las llevara a cabo no estaríamos en la terrible situación en la que estamos.



Pero no fue así y el pobrecito de Rajoy acabó, casi sin pretenderlo, ganando por mayoría absoluta histórica las elecciones generales, después de haber arrasado en las municipales y autonómicas. Curiosamente con un programa que ahora se descubre (lo descubren algunos, porque oros ya lo advertimos en numerosas ocasiones) estaba lleno de falsedades y mentiras.



Después lo que ya todos sabemos, la crisis en lugar de atenuarse se agrava y lo que parecía, el triunfo de la derecha, iba a calmar a los “mercados” (el “gurú” todopoderoso del que todos hablan y muy pocos saben a ciencia cierta qué significa y lo más importante, quienes son) consiguió justo lo contrario. La prima de riesgo está ahora en límites cercanos a la intervención y más bien parece que las durísimas medidas adoptadas en los últimos meses, los recortes, ajustes, préstamos de diversa índole no hayan servido para nada, o quizás para todo lo contrario.



Pero en los apenas ocho meses que Rajoy lleva en la Moncloa al menos ha dejado claras algunas cosas sobre su personalidad y sobre sus intenciones. Que es un mentiroso compulsivo y además ni se inmuta a la hora de enfrentarse a las mentiras, desde los sueldos de los funcionarios, pasando por los recortes en sanidad, educación y cultura que aseguró por activa y pasiva jamás iba a realizar, por no citar las que nos vienen como la subida del IVA o el posible recorte de las pensiones. Eso sí, con el habitual comentario que subyace en cada intervención suya que viene a decir más o menos: “Yo no he sido, son los otros los que me obligan”.



Otra de sus características es su huída del escenario, lo que en teatro se conoce como “mutis por el foro. Cuando aparece algún tema grave desaparece, no da la cara, o sea que además de mentiroso compulsivo es un cobarde de los de nota.



En estos ocho meses le ha dado el mayor hachazo de la historia al Estado del Bienestar creado durante decenas de años y dejado los derechos laborales, sociales, políticos y vivenciales bajo mínimos, al borde de la extinción.



Más lo que queda por venir, porque cada vez que abre la boca en los últimos días es para advertir que la presión externa continúa y él no tiene el valor de enfrentarse a ella. Las medidas previstas para Agosto (¿por qué será esta manía de los gobiernos de tomar las medidas más impopulares en vacaciones? ¿Quizás porque en esa época estamos todos aún más zombies de lo habitual?) tiene pinta de ser las más duras de todas, las que acaben de finalizar el puzzle al que nos han conducido los poderes económicos y financieros.



Esta semana la anuncian crucial, definitiva, aunque ya llevan avisándonos de eso y luego siempre queda algo aún peor por llegar. El lunes se reúne el Eurogrupo, para nada bueno claro, el martes el Ecofín para decirnos qué recortes más tienen que poner en práctica Rajoy y los suyos, el miércoles éste comparece en el Congreso para informar de las órdenes que ha recibido de Merkel y compañía, el jueves se presionará a las comunidades autónomas para que se aprieten aún más el cinturón, y al día siguiente el Consejo de Ministros nos dará la sorpresa de cada viernes para hundirnos aún más.



Pero lo más duro, lo más cruel es que la deriva en la que se encuentra Rajoy además de llevar al naufragio al buque que pretende dirigir no encuentra freno, confrontación, ni social ni políticamente. La deriva de Rajoy se produce gracias a la deriva cómplice de la izquierda, en especial el PSOE que ni está ni se le espera más allá de declaraciones críticas ante cada agresión que la derecha hace a su base social, gastando toda su poca fuerza en fuegos de artificio, ni tampoco de una sociedad abúlica, acojonada, aborregada, que camina como zombiés hacia el abismo al que nos conducen, hacia un degolladero colectivo.



¿Cómo se explica que ante la mayor agresión de la historia hacia la clase obrera, ésta, sus representantes, sus sindicatos lo más que sean capaces de hacer es una huelga general que pasó sin pena ni gloria, a excepción de la lucha ejemplar de los valientes mineros que faltos de apoyo acabarán claudicando como el resto.



Pero como decía Lenin (ahora comenzamos a recuperar a los clásicos: Marx, Lenin, Keynes, incluso Freud a la vista de las crisis psicológicas que acompañan a las económicas y financieras): ¿Qué hacer?



La respuesta parece evidente: un contundente proceso revolucionario en el que se involucren todos los sectores políticos y sociales, inicialmente los más activos, sus vanguardias pero posteriormente el resto especialmente los más afectados por las últimas agresiones. Un proceso que debe ser liderado por la izquierda, el PSOE a la cabeza, para evitar un descontrol que pueda derivar en situaciones populistas y fascistoídes. La olla está a máxima presión, si no somos capaces de entenderlo y evitar con su salida controlada que la salida del gas que lleva dentro se nos lleve por delante, es la única solución que nos queda. No valen ya otras de menor enjundia y mucho menos esperar pacientemente a que las urnas pongan de nuevo un cierto orden, es ahora, justo ahora cuando hay que reaccionar.



La deriva de Rajoy nos conduce hacia un abismo peligroso, pero solo evitando que esa deriva se contagie al resto saldremos de este atolladero.



La crisis actual no es solo una crisis económica y financiera, es una profunda crisis de valores y solo una revolución, novedosa, moderna, imaginativa puede recuperar los que nunca debimos perder: igualdad, solidaridad, justicia, fraternidad, generosidad, respeto, sensatez, ideología, reflexión, cultura, educación, imaginación…..



Que la deriva de Rajoy no nos contagie a todas y todos.

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