Enero 1977. Un pueblo que olvida su historia se condena a repetirla.

Una semana negra aquella de enero de hace ahora 46 años que viví en primera persona, tan bien reflejado por Bardem en su espléndida película. Tengo muy vivos en mi memoria aquellos dramáticos días y todos deberíamos tenerlos, porque un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. En aquel tiempo militaba en el PCE de la Universidad de Madrid donde estudiaba y en Comisiones Obreras del sector de Artes Gráficas donde trabajaba. Precisamente aquel terrible 24 de enero teníamos previsto reunirnos en el despacho de abogados de Atocha, pero nos llamaron para suspenderla porque había otra más importante del transporte que por entonces estaba en huelga. La sustituimos por otra más reducida en mi casa, paradójicamente en la calle General Millán Astray de Aluche, que también solíamos utilizar en momentos puntuales. Había negros nubarrones, y algo se barruntaba. Todo comenzó para nosotros el domingo 23 cuando cayó abatido Arturo Ruiz después de una brutal carga policial, y al día siguiente el 24 Mari Luz Nájera en una manifestación de protesta en el centro de Madrid. Los grupos fascistas y la policía franquista parecían destados. A las doce de la noche, yo ya estaba ya en la cama porque solía levantarme a las 6 de la madrugada, sonó el teléfono de mi casa. Un camarada, Eugenio, me informaba de lo de Atocha. Asesinados Enrique, Sauquillo…seis en total y heridos graves Lola, Alejandro…Pensé que podíamos haber sido nosotros. Luego una vorágine de reuniones, asambleas, contactos, y sobre todo un mensaje claro: hay que mantener la calma, no responder a la provocación. A pesar de la rabia contenida por nuestros camaradas asesinados apretamos los dientes y tragamos el sapo. Éramos comunistas y por tanto teníamos una mayor responsabilidad. Después, el impresionante entierro en el que participé activamente como “servicio de orden”, y la sensación de estar viviendo momentos históricos. Luego con el tiempo entendí que aquel llamamiento a la calma de mi partido, el PCE, fue clave para conseguir la democracia, y desde entonces defiendo esa misma reacción en circunstancias parecidas.
Es curioso que sensaciones sentidas entonces las vuelvo a experimentar ahora. Observo con preocupación que vuelve la presión agresiva del fascismo, ahora con otra cara y otros nombres: “el mercado”, “las agencias de calificación”, el FMI, el “Tea Party” de Bannon que controla el PP, especialmente en Madrid, la intolerancia, la sensación de peligro sólo por pensar diferente, la incomprensión de muchos. Echo de menos ahora que en aquel tiempo existía una mayor camaradería entre los que luchábamos, mientras que ahora son la insolidaridad, la ambición, la insensibilidad, el borreguismo, o la traición las que dominan la política actual. Antes otro día de enero, fatídica casualidad, el 21 pero años atrás en 1969, caía asesinado por la policía franquista Enrique Ruano. Le conocí en la lucha anti fascista, era de la misma quinta aunque yo militara en el PCE. Nos enteramos de su muerte, de su asesinato y recuerdo las conversaciones con José Luis “Avinareta”, Pepe Carpintero, Manolo Briso, Manolo Gamella, aunque los dos últimos eran de la FUDE teníamos una muy buena relación, y nos estremecimos al pensarlo. El franquismo agonizaba, lo sabíamos, pero temíamos sus últimos coletazos, y éste fue uno de ellos. También conocíamos a sus torturadores, a sus asesinos, el comisario Conesa, el temible Yagüe, y un sádico, “Billy el niño”, o lo que es lo mismo Juan Antonio González Pacheco. No los conocíamos físicamente pero circulaba por los círculos luchadores universitarios su especial crueldad. En aquel tiempo se estaba discutiendo el Estatuto para la Politécnica, y la izquierda también lideró esa lucha. Era representante de Teleco, después de una reunión clandestina en la escuela de Caminos al salir camino del autobús, paró bruscamente un Seat negro a mi lado, supe enseguida qué suponía aquello, bajaron dos policías de la Brigada Político Social, uno de ellos era “Billy el niño”. Creo que nunca se borrará de mi mente aquella cara. Ahora vuelven a mí los recuerdos de aquellos interminables días en la DGS, en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. Aquel tétrico edificio que aún me da escalofríos al pasar delante, por más que ahora sea la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, aunque quizás no sea una casualidad. Hoy al recordar aquellos hechos pienso que también en esa ocasión pude ser yo, cuando Billy “actuaba” y uno de sus compañeros le decía “ten cuidado que se te va a ir la mano otra vez y lo vas a matar”, resuenan esas palabras y las recuerdo como si fueran ahora, y él respondía “no importa, hacemos como con Ruano, lo tiramos por la ventana y decimos que se quería escapar”. Pienso en Enrique, en todos los Enriques que dejamos por el camino, en aquellos camaradas, Arturo, Mari Luz, los abogados de Atocha, y que quizás el destino me quería llevar hasta hoy, para escribir estas líneas que son, que quieren ser, un homenaje a quienes lucharon codo con codo conmigo y hoy ya no están. Estamos en otro tiempo, pero esta tarde de invierno recuerdo aquellos momentos, aquellos días, aquellos interrogatorios crueles, aquellas gentes, a mis camaradas caídos con sensaciones profundas, muy profundas. Ahora miro el panorama político, veo a un VOX como sucesor de aquellos y lo que es peor, un PP que tiene claro que su futuro para volver a llegar al poder es de su mano y de nuevo un escalofrío recorre el cuerpo.

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