Publicado en Diario de Noticias de Navarra, Gara, Público, Nueva Tribuna, El Confidencial Digital, Navarra Información, Periodista Digital, Plaza Nueva del 20 al 23 de Agosto 2020.
El pasado lunes se produjo un terremoto en el seno de uno
de los partidos clásicos de nuestro país, el PP.
El cese fulminante por parte de su líder Pablo Casado de
su portavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo, provocó su contundente
reacción a través de una larga rueda de prensa, donde no sólo dejó al desnudo
el funcionamiento de este partido, sino que por extensión el de todos los que
componen el arco parlamentario de este país.
Unos partidos que han evolucionado muy poco desde su
aparición en el siglo XIX y cuyo funcionamiento resulta cada vez más obsoleto y
alejado de los nuevos tiempos.
Cada vez con más frecuencia, quizás porque mi “tema”
dentro del PSOE me ha hecho estar más atento a estas cuestiones, he tenido
conocimiento de casos de respuestas pura y duramente disciplinarias, a lo que
debiera ser exclusivamente un debate político claro, libre y transparente en un
partido político. Este es otro de ellos.
Resulta curioso que hace apenas unos meses este problema
surgió de nuevo, con el abandono de ese mismo grupo de alguien tan alejado de
ella como Borja Sémper, asfixiado por la falta de espacio a la disidencia
interna y externa, desde otro extremo ideológico del propio PP.
Analizando con objetividad las razones que ambos han
expuesto, podremos asegurar que resultan ser muy parecidas, por no decir
iguales.
Me consta que esta situación de mano dura, se extiende
como otra gran epidemia por el funcionamiento interno de todos los partido
políticos sin excepción, sean de derechas o de izquierdas, nacionalistas de un
tipo o del otro, pro sistema e incluso anti sistema.
Desde VOX a Bildu pasando por PSOE y Podemos, las normas
de funcionamiento se parecen como una gota de agua a otra.
Debo reconocer que a pesar de las inmensas diferencias
ideológicas que me puedan separar de Cayetana Álvarez de Toledo, coincido casi
milimétricamente del análisis que hace sobre el funcionamiento interno de los
partidos, así como con sus críticas al mismo.
Quizás la frase con la que más me puedo sentir
identificado, sea la que mejor define la pobreza intelectual de los partidos
actuales: “el señor Casado considera que mi concepción de la libertad es
incompatible con su autoridad”.
En ella resume una parte importante de mi larga
experiencia de militancia (curiosa definición de la afiliación política)
primero en el PCE y posteriormente en el PSOE.
En ambos experimenté la misma dosis de cruel realidad que
Cayetana el pasado lunes. Probablemente con la misma conclusión; la libertad es
incompatible con ese hecho. Dicho de otro modo; la libertad intelectual es
incompatible con la pertenencia a un partido político.
Las siguientes frases que pronunció no hacen sino
confirmar esa lamentable experiencia; “un partido político no es un ejército en
el que se pueda funcionar con ordeno y mando, ni una secta”, “es una forma de
esclavitud formar parte de un partido en el que no te puedas expresar con
libertad”.
Bienvenida al club Cayetana, bienvenida a la cruda realidad.
Los partidos actuales, todos ellos, sí son un ejército férreo y disciplinado
sin ningún resquicio para la discrepancia, donde se funciona con ordeno y
mando. Sí son sectas Cayetana, sí lo son.
Siempre he denunciado, con nulo éxito, la situación en el
interior de esos partidos políticos en lo que se refiere a esa falta de
democracia interna, incluso he trasladado estas tesis a mis aportaciones en los
diferentes congresos del PSOE, cuando aún militaba en él. Lógicamente siempre derrotadas.
Los partidos amiga Cayetana por si no lo sabías aún,
ahora ya sí, se han convertido en una inmensa maquinaria electoral
desideologizada, en la que prima exclusivamente la disciplina -sumisión en mi
opinión y parece que también en la tuya-, cercenando cualquier debate,
cualquier disidencia que pueda suponer un peligro para las élites que los
dirigen, aunque generalmente la intenten disfrazar con el ropaje de que esa
praxis debilita al partido y por ello puede ser castigado electoralmente.
Porque lo normal debiera ser que un afiliado tuviera los
mismos derechos de libre expresión como ciudadano que como militante, que las
normas básicas que rigen la vida fuera de los partidos se aplicaran también
dentro.
Lamentablemente en muchos casos eso no es así, por eso en
los últimos tiempos esos conflictos que debieran ser solucionados en clave
interna trascienden al ámbito judicial. El último ejemplo se está dandoen el seno de Podemos.
Puede ser que sea este el momento, aunque sólo sea para
recuperar la confianza perdida en el seno de nuestra sociedad que percibe a
esos partidos como un peligro, de poner fin a esta situación y emprender una
profunda transformación de los mismos. Podría ocurrir que el primero que tenga
el valor de hacerlo acabe teniendo un plus electoral inesperado.
Quizás si Cayetana sigue implicada en esa lucha pueda
suscitar apoyos complejos. ¿Por qué no crear un grupo de debate y de alguna
manera de presión, que lidere ese cambio independientemente de las ideas que en
otros aspectos se puedan tener?
¿Por qué no abrir un proceso de reflexión para conseguir
que los partidos dejen de ser una maquinaria al servicio de sus dirigentes, una
fuente de empleo -curiosamente para los sectores más jóvenes que acceden a
ellos y que debieran ser precisamente por eso los más rebeldes y críticos-, que
genera dependencia y sumisión a quien tiene el poder de repartirlo?
También deberíamos ser capaces de convertir sus paredes ahora
de cemento opaco en cristales transparentes, fomentando la libertad de
expresión, los debates activos públicos, rotación constante en su dirección y
en sus cargos públicos, incompatibilidad de estos, límite de mandatos, listas
electorales abiertas, etc., etc.
Que se conviertan realmente en una maquinaria al servicio
de la sociedad, en los que acceder a cualquier cargo suponga un esfuerzo de
dedicación a elloy no una prebenda. En
instrumentos que no se limiten a interpretar a la sociedad de manera
electoralista, sino que tengan el valor de intentar transformarla, cada cual en
su línea ideológica, aunque paraconseguirlo pongan en peligro esos éxitos electorales.
De ahí la frase de Cayetana; “Casado me dejó claro que no
le interesa la batalla cultural, para mí sí lo es”. Ni a Casado, ni a Sánchez,
ni a Iglesias, ni siquiera a Otegi o Rufián. Porque a todos ellos sólo les
interesa ganar votos a cualquier precio.
Por eso a la hora de enfrentarse a esta terrible crisis
que nos invade, sería necesario romper con ese corsé electoral que nos obliga
al cortoplacismo y tener el valor de afrontar la toma de decisiones con una
mirada estratégica.
Ser más imaginativos, audaces, innovadores. Ahora que se
habla tanto de este concepto en el campo de la tecnología, de la investigación,
de la ciencia en general surge la pregunta: ¿por qué no serlo también en la
política?
En estos oscuros momentos que nos está tocando vivir socialmente
y en el seno de esos partidos, quienes intentan ser imaginativos, audaces,
innovadores, acaban siendo pasto de las llamas de las hogueras preparadas por
los nuevos Torquemada.
La Santa Inquisición que pensábamos era propia del
pasado, se impone con fuerza en esta época en su interior, como en una segunda
Edad Media. Seamos capaces de romper esa inercia y llevarlos al Renacimiento.
Quizás sea éste el momento de abrir el debate con
valentía, dentro y fuera de los mismos.
Poner en marcha una revolución pacífica, ideológica,
intelectual, democrática, imbuida de libertad.
Ahí estamos, ahí estaremos, ahora sólo falta que más se
unan a esta cruzada. La política y la sociedad necesitan esta revolución,
porque necesitan otro modelo de partidos políticos.
Cayetana ha vuelto a abrir el debate y muchos aunque
pertenezcamos a otras orillas ideológicas coincidimos en estos aspectos. ¿Por
qué no actuar juntos? ¿Por qué no dejar a un lado lo que nos separa y
centrarnos en lo que nos une? Sería una inmensa aportación al bien común.
Eso sí sería verdaderamente algo revolucionario, gentes
de derechas y de izquierdas, nacionalistas y centralistas unidas con un mismo
fin: la transformación profunda del sistema de partidos, de la manera en que se
comportan y funcionan en nuestro país.
Veremos………..
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y
concejal del PSN-PSOE)
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