21-D: ¿pierde Catalunya, pierde España?


Publicado en DEIA el 26 Diciembre 2017

Ha sido una campaña electoral larga y dura, quizás la más enconada de nuestra democracia, donde la crispación ha sobrepasado a la política llegando de manera peligrosa a la propia sociedad catalana.

Una campaña atípica derivada de dos hechos complejos y trascendentales, la declaración por el Parlament de la DUI y la respuesta contundente del gobierno de Rajoy con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, por primara vez en nuestros casi 40 años de historia constitucional.

Atípica también por desarrollarse con varios candidatos, entre ellos dos cabezas de cartel, o en la cárcel o en el exilio, que ha transcurrido entre situaciones esperpénticas de mítines virtuales de ambos, en un caso sonoros y en el otro por videoconferencias y que ha culminado en otro elemento excepcional, que la votación desarrolle, también por primera vez, en un día laborable.

Dura porque no sólo han existido los típicos rifi rafes entre candidatos y candidatas, sino porque también al más puro estilo de la Euskadi con ETA, la crispación se ha trasladado a la sociedad. Así las pintadas, los insultos, las descalificaciones, los escraches, la participación de la extrema derecha españolista, recordaba más a los años 80 y 90 de por aquí arriba que a la Catalunya moderna y civilizada del siglo XXI.

Produce tristeza y desconsuelo observar que precisamente ahora que aquí impera la sensatez, el diálogo y el entendimiento, allí donde antes nos mirábamos como ejemplo a seguir, hayan seguido justo la senda contraria con el peligro que eso representa.

Finalmente extraña por no haber tenido debates en profundidad, contrastes entre programas o ideologías, donde temas fundamentales como la educación, la sanidad, el empleo, o temas económicos no han estado sobre la mesa, sólo ha existido el contraste entre independencia sí o no, con los diferentes matices del espectro.
Llegó el momento de la verdad y ya durante la jornada se podía intuir que la participación sería de record aunque el primer dato a las 14 h era prácticamente el mismo que en el 2015, pero al ser en día laborable todos los indicios indicaban que el patrón de horario de voto cambiaba, así a las 18 h ya batía el record con 5 puntos por encima de aquella. Ese 68.3 % era ya una cifra increíble para los nuevos tiempos.

Y llegó el instante definitivo, las 8 de la tarde se cerraban los colegios electorales, la sentencia estaba dictada, el pueblo catalán, esta vez todo el pueblo catalán, había decidido. Porque el 82 % de participación final significa según todos los expertos que ha resulta plena, descontada la abstención técnica todas y todos han acudido a votar.

Tradicionalmente llegaban en primer lugar los sondeos a pié de urna que solían generan muchas dudas, en este caso más al mentirse mucho sobre voto emitido, tanto en un extremo como en el otro, por eso las televisiones renunciaban al mismo.

Estos sondeos iban a tener una nueva prueba de fuego por eso han echado marcha atrás. Sólo La Vanguardia se atrevió pero a través de una encuesta telefónica de dudosa validez.

Pero no todo ha sido negativo en esta campaña. Existen elementos positivos evidentes, desde la alta participación, la ausencia de incidentes reseñables, hasta la credibilidad de su desarrollo a pesar de los intentos de crear dudas sobre un hipotético “pucherazo”, imposible en un país ejemplo de seriedad y transparencia.

Llegaron los resultados y resultó también una noche electoral atípica, daba la sensación de que nadie había ganado, más allá de las reacciones de júbilo contenido en las huestes de Puigdemont o Arrimadas. Quizás porque nadie había conseguido cumplir sus objetivos plenos. Algunos tenían motivos para la alegría pero no suficientes.

Así Cs celebraba su histórica victoria con subidas excepcionales en escaños y votos, era el partido ganador, pero la sensación era agridulce al no haber sido capaces el sector constitucionalista de evitar la mayoría absoluta del independentismo.

Puigdemont y su recién nacido JuntsXCAT también resultaba ganador por partida doble, al conseguir desde cero un gran resultado ganando a su competidor ERC, pero se le amargaba al observar que Cs le superaba y que su sector independentista perdía escaños y votos.
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Luego estaba el pelotón de los perdedores, PSC aún ganando un escaño no llegaba ni de lejos a sus expectativas, ERC se veía superado por sus dos máximos competidores, CatComunPodem perdía con contundencia y lo que es más terrible dejaba en la cuneta su condición de imprescindible, por su parte la CUP y PP se hundían estrepitosamente. Especialmente relevante resulta que un partido que gobierna España sea insignificante en Catalunya, anunciando que el relevo en la derecha está ya listo.

De un resultado para el independentismo de 50 %-48 % en 2015, sumando a Unió que no obtuvo representación parlamentaria, se pasaba a un pobre 47-51. El Proces no remontaba sino que se hundía en sus expectativas. Por cierto beneficiado por un sistema electoral injusto copiado del Estado, que produce el efecto perverso de teniendo menos votos poder ganar las elecciones. Con un sistema proporcional provincial puro el independentismo habría sacado 67 escaños y con circunscripción única 66.

Por otro lado moviéndonos en los terrenos clásicos de derecha-izquierda, poco habituales a ser tenidos en cuenta últimamente, la primera ha ganado por goleada con un contundente 74-61, lo que nos da pié a afirmar que esta última es otra de las perdedoras.

En definitiva nadie ni en partidos, ni en bloques habría respondido a sus expectativas.
¿Qué va a pasar a partir de estos resultados?

La primera consecuencia es que de las tres hipótesis posibles el 20, un gobierno independentista de nuevo, uno constitucionalista, o uno transversal, dos caían. Sólo dan los números para la primera posibilidad. Pero esta se podrá consolidar con dificultades extraordinarias.

Puigdemont se perfila de nuevo como President de Catalunya, pero con una ERC herida y recelosa, una CUP derrotada pero que mantiene intacta su carácter decisivo y radical, más de la mitad del electorado en la otra orilla de ese río de nuevo con aguas turbulentas, le va a resultar muy complejo gobernar. Por no hablar de un gobierno del estado con su espada en la mano dispuesto de nuevo a cortarle la cabeza.

Además se abren interrogantes preocupantes. ¿Qué va a pasar el día que Puigdemont se decida a pasar la frontera española? ¿Se atreverá el gobierno de Rajoy a detenerle? ¿Es previsible que tome posesión de su cargo estando en la cárcel? ¿Qué puede pasar con la constitución de un nuevo Parlament con 7 miembros en la cárcel o en el exilio? ¿Queda en entredicho la democracia española ante estas circunstancias?

Porque así no se podrá lograr la mayoría absoluta para investirle. En el mejor de los casos nos podemos encontrar, si el resto de afectados dimite y corre la lista, al menos con 4 parlamentarios en la cárcel, Puigdemont, Junqueras, Jordi Sánchez y Forn y la posibilidad de que se incrementen con Marta Rovira. De esta manera resultaría imposible conseguir los 68 votos necesarios.

Un último interrogante: ¿va a mantener el Estado el pulso hasta el final? Lógicamente la justicia debe ser independiente y si no se mueve por intereses políticos, cuestión esta que genera muchas dudas, ese escenario es el más probable, lo que nos lleva a una situación absolutamente diabólica.

¿Eso es lo deseable? ¿Teniendo en cuenta los intereses de Catalunya e incluso de España es beneficioso o perjudicial? Indudablemente perjudica a ambas, más aún con el foco internacional fijado sobre nosotros y la economía pendiente de un hilo.

Va a ser necesaria ahora más que nunca mucha mano izquierda, mucha imaginación, audacia y generosidad. El independentismo debe tener claro que la vía de la DUI ha quedado definitivamente bloqueada y como ya apuntaban durante la campaña desde ERC y también desde los sectores sensatos de PDeCAT, hay que ir a una acumulación de fuerzas transversal, en especial con los socialistas y comunes, para en un plazo razonable de dos o tres años conseguir pactar un referéndum con el estado.

Un tiempo de tregua que tranquilice al sector empresarial y financiero, permita curar las heridas sociales. ¿Eso lo va a aceptar la CUP? Probablemente no y eso va a dificultar su acceso a la presidencia.

El 21-D la ciudadanía catalana ha dictado sentencia. Vistos los resultados fríamente dan la sensación de que al ser tan complejos perjudican seriamente a Catalunya y a España. Pero hay que mantener la esperanza de que al ser tan ajustados obliguen a soluciones novedosas y probablemente transversales. ¿Sería una hipótesis descabellada que el independentismo renuncie a depender de una CUP irresponsable y se apoyen en sectores sensatos constitucionalistas como los comunes, e incluso los socialistas?

¿Se puede en el Estado crear un caldo de cultivo, desde una posición conjunta de PSOE y Podemos, para aportar soluciones a corto y largo plazo? Una conjura de fuerzas que obligue al gobierno de Rajoy a mover ficha, en especial destensando la presión judicial, o el entendimiento en el tema fiscal y a largo plazo abrir el camino hacia un Estado Federal Plurinacional. Pero eso es ya otra historia.

Veremos…..

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)


Villava-Atarrabia 22 Diciembre 2017

Sau y Luz, el mestizaje enriquecedor........







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