El momento de la verdad.

Una maravillosa mañana de primavera, observando de nuevo la realidad y reflexionando lo que hace complicarme la posibilidad de la tranquilidad que desde que cumplí los 60 me propuse alcanzar, pero que esa realidad se empeña machaconamente en entorpecér. Hoy leo noticias, comentarios, artículos, pensamientos cortantes de Twitter sobre el aniversario de aquel ilusionante 15-M de hace ahora un año. Detrás de todos ellos detecto una cierta frustración, desencanto, como si la celebración se hubiera convertido en una fiesta como el que conmemora su cumpleaños o el aniversario de su boda. Algo superficial, sin enjundia, de ahí la tranquilidad con la que lo perciben los poderes reales, financieros, políticos, religiosos, que más allá de enviar a sus txakurras a disolver las concentraciones apenas se han inmutado. Quizás lo único que les ha puesto algo nerviosos han sido los últimos resultados electorales, los de Francia, Grecia, Italia, pero especialmente los de Alemania. El bofetón a la Merkel en su estado más poblado ha sido histórico. Lo cual me hace reflexionar que es probable que ante la imposibilidad real de una insurrección popular, una revolución como la que llevo teorizando en los últimos tiempos, ya que nuestra aborregada sociedad aún no está suficientemente castigada, humillada, machacada para hacerla, solo nos queda el arma electoral. Eso en Europa, porque en nuestro país lo que más cerca nos queda son las elecciones en Euskadi y allí la cosa se mueve en otros parámetros.
¿Qué hacer entonces? Como teorizaba nuestro olvidado Lenin que quizás junto a Marx y Engels debamos resucitar. Pues en mi opinión es hora de los valientes, en concreto de los partidos políticos valientes. Los de izquierdas deben romper las cadenas que les atan a lo que denominan “responsabilidad democrática” y ponerse al frente de la marea revolucionaria que debe inundar este país. Incluso el PSOE ahora tibio, dubitativo, aún renqueante de los últimos descalabros debe recuperar sus raíces, volver a aquellos momentos que fue capaz de liderar el cambio de rumbo. Debe darse cuenta que o se pone al frente de las masas o el tsunami que va a venir también se lo llevará por delante. Hago desde este mi sancta sanctórum un desesperado llamamiento a sus dirigentes para que asuman su histórico papel de liderar como organización de la izquierda que es el cabreo, la indignación social que está provocando las agresiones de una derecha absolutamente desbocada, sin control. No vale en este nuevo escenario aplicar recetas del pasado reciente, hay que ponerse el mono de trabajo y salir a la calle abandonando la torre de marfil en la que se han convertido sus despachos. Esa es una de las claves, que la izquierda, que su máximo exponente, el PSOE baje a las calles, que sus dirigentes se mezclen entre la ciudadanía, que hablen y expongan sus tesis en las asambleas populares, que estén donde se le exige a un dirigente de la izquierda, con el pueblo a pié de obra. Que teoricen, reflexionen, que busquen soluciones revolucionarias y que las trasladen para su aprobación. Escuchando a nuestros pocos ideólogos, que debieramos analizar por qué tienen más de 80 años y sobre todo por qué son los más lúcidos a la hora de analizar lo que está ocurriendo.
Lo que voy a decir ahora puede sonar a herejía, pero en estos duros tiempos la defensa de la democracia, de la justicia, la igualdad, la solidaridad ya no se consigue en los parlamentos, en los ayuntamientos, se conquistan en la calle. La defensa de nuestros derechos también se hace en la calle y es ahí, precisamente ahí donde debemos estar los socialistas, los comunistas, las gentes de izquierdas. La pregunta es: ¿Estaremos? ¿Estaremos a la altura de las circunstancias? ¿Estaremos donde debe estar la izquierda ahora? Aunque hoy soy pesimista, le voy a dar un punto de esperanza a la respuesta. Veremos.......

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