Garzón o la derrota de la democracia


PUBLICADO EN DEIA EL 16 FEBRERO 2012

La persecución iniciada contra el juez Baltasar Garzón por los poderes fácticos de la extrema derecha va consiguiendo sus fines. De momento y a falta de la sentencia del juicio por cometer la audacia de investigar los crímenes del franquismo y del archivo esperpéntico de una causa que jamás debió ser abierta como la de los cursos que impartió en EE.UU. ya han conseguido sus objetivos fundamentales. La condena por las escuchas ordenadas en el denominado “Caso Gürtel” (mal denominado, porque en realidad se debiera haber llamado “caso de las corrupciones y corruptelas del PP”, aunque ya hemos dejado claro en otras ocasiones que la derecha nos ha derrotado también en el lenguaje), lo dejan, utilizando símiles boxísticos, literalmente KO, fuera de la carrera judicial.

Ha sido una sentencia cruel, vengativa, extremista, al igual que lo son los denunciantes, el autodenominado sindicato (¿) “Manos Limpias”, un extraño conglomerado de gentes de la extrema derecha de este país, que siguen en activo, muy relacionados con los centros de poder político, financiero y mediático. Una sentencia por unanimidad de unos jueces impregnados por esa ideología.

Es curioso que en la transición fuéramos capaces de domesticar, de controlar a un ejercito muy ligado al franquismo, pero no hiciéramos lo mismo, pudiéndolo hacerlo en 21 años de gobierno socialista (trece de González y ocho de Zapatero), con esos poderes judicial, financiero o mediático.

Es significativo que mientras la sociedad era de izquierdas, progresista (digo era porque viendo los resultados de las últimas elecciones parece que ha cambiado el signo), fueron los poderosos quienes en realidad movían esos invisibles hilos que marcan la dirección de un país, desde las antípodas de esa parte de la sociedad, en lugares más próximos a un franquismo que creíamos muerto y enterrado. Ese ha sido una de los mayores errores que han cometido nuestras izquierdas que ahora lo estamos pagando y vamos a pagar aún más.

La sentencia contra el juez Garzón, no solo significa una derrota sin paliativos para él, tiene también un significado mucho más profundo que era el que en realidad buscaban quienes le sentaron en el banquillo, quienes le despellejaron en estos meses y quienes le han condenado: derrotar a la izquierda, a sus principios, yendo incluso más allá hasta conseguir derrotar a la democracia.


Quienes crean que este país está repleto de demócratas, quienes piensen que las derechas se han reconvertido a ella, se equivoca de plano. Hay mucho ingenuo en los partidos de la izquierda y ya se sabe que no hay nada más peligroso que un ingenuo. Las derechas en todas sus vertientes: política, social, judicial, financiera o religiosa, entienden el poder como algo propio, suyo, inalienable, que les viene desde heredado de lo divino y que se traslada a lo humano. Por eso consideran cada etapa de nuestra historia reciente gobernada por las gentes del signo contrario, además de cómo un agravio, como algo antinatural, anómalo, que debe ser corregido por métodos legales o menos legales.

La experiencia del intento de golpe de estado de 1981 les sirvió como referencia de que ese método no era el correcto. Que era mucho más “vendible” y factible dar ese golpe de manera pseudo democrática, a través del dominio de los mecanismos de poder más eficaces: judicial, policial, financiero, religioso y cuando pudieran político. Aunque se han dado cuenta sobre la marcha que tampoco este último era tan importante si con los otros eran capaces, como así lo han hecho, de direccionar, de condicionar, de chantajear, de acojonar a la izquierda cuando llega a él.

Pero

como vivimos en un país de Quijotes, a veces alguno se atreve a combatir contra estos poderosos molinos de viento. Garzón, independientemente de los errores que haya cometido y que han sido abundantes en la llamada lucha antiterrorista con decisiones erróneas, o con instrucciones carentes de sentido, se ha atrevido a enfrentarse a ellos en dos temas que les hacían mucho daño: su corrupción y la recuperación de la memoria histórica, de los crímenes del franquismo.

Abriendo esas causas cruzaba una delgada línea roja, que ni siquiera se habían atrevido a cruzar los gobiernos socialistas acobardados ante la presión de esos poderosos poderes. No se lo han permitido, han ido a por él con toda su artillería y lo han derrotado brutalmente, nos han derrotado a todos con él.

Porque esa es la cruel realidad: han sacudido un golpe mortal a las aspiraciones de las izquierdas, de la parte de la sociedad que comulga con esos principios. El KO propinado al juez Garzón, se transforma, si no somos capaces de remediarlo, en un KO a la democracia, a nuestra democracia.

Lamentablemente esa reacción no ha sido todo lo contundente que sería necesario. En algunos casos empeñados en visionar solo lo que ese juez controvertido hizo en sus “casos”, sin entender que el de ahora es de mayor calado por lo que habrían tenido que realizar un ejercicio mayor de inteligencia, de generosidad dejando al lado sus agravios posicionándose en lo que ahora toca. Por eso el mundo nacionalista, el radical aún más, ha planteado que “este no es mi tema” y se han negado a apoyar, no ya al juez Garzón que es cierto actuó de manera irregular en muchos casos que les conciernen directamente, sino con nuestra (de todos) democracia en peligro.

Tampoco el socialismo lo ha hecho, más allá de declaraciones más o menos ambiguas, recordando que también a ellos les sacudió cuando tocó, especialmente sacando a la luz las cloacas del poder con el caso GAL.

Mirando las actuaciones de Garzón se intuye, que más allá de sus egocentrismo, de su intención de ser un juez estrella, mediático, se podría decir que no se ha casado con nadie. Sacudió al PSOE, incluso estando en el poder, con el caso GAL, a la izquierda abertzale, persiguiéndola más allá incluso de lo honestamente razonable o a la poderosa mafia gallega. Todos ellos no pudieron o no supieron enfrentarse con él, pero ahora ha “pinchado en hueso” al confrontarse con el franquismo, con la derecha y la extrema derecha y estos sí han tenido la capacidad suficiente para machacarle y sacarle del sistema.

No se muy bien por qué me vienen ahora los versos atribuidos a Bertolt Brecht pero que realmente son de Martin Niemoeller, aquellos que dicen “Primero vinieron a buscar a…y no hablé porque yo no era…, después vinieron a por mí y para entones ya no había nadie que pudiera hablar por mí”. Porque como ya he reseñado considero que este golpe no se lo intentan dar solo a Garzón, que lo que realmente han pretendido es dar un golpe de autoridad, dejarnos claro quién manda en este país, darnos un escarmiento. Si alguien que parecía tan poderoso ha sido descabalgado de su Rocinante, cualquiera que se atreva de nuevo lo será con una mayor facilidad.

No hemos reaccionado ante ello, como tampoco reaccionamos a las tropelías que nos han llevado a esta crisis dramática, ni parece que lo vayamos a hacer ante las agresiones históricas a nuestros derechos básicos, ni ante el asesinato del estado del Bienestar, ni…..Solo nos queda mirar a Grecia y pensar que si ellos son capaces de alzarse y si tienen que morir hacerlo de pié, reflexionar: ¿seremos capaces nosotros? ¿Seremos capaces de hacer la revolución que ahora se necesita antes de que acaben definitivamente con todos?

Garzón ha caído, dentro de unas semanas ya nadie se acordará de él, pero está claro que hoy estamos un poco más desprotegidos, que aunque no lo entendamos así ha caído “uno de los nuestros” y que cada vez quedamos menos con el valor suficiente para plantarles cara.

Al menos a mí aún no me han derrotado, por eso hoy y mañana apoyo y apoyaré al juez Baltasar Garzón.

Por eso esta canción "que la injusticia no me sea indiferente, si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente".

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