El asesinato del Estado de Bienestar


Publicado en DEIA el 26 Enero 2012.

Malos tiempos nos están tocando vivir. Terribles, especialmente para las clases más desfavorecidas de la sociedad, que son las que realmente se están llevan la peor parte mientras que los culpables reales se han librado de cualquier responsabilidad, e incluso una parte importante de ellos se benefician aún más del desaguisado que han provocado.

Quizás uno de los elementos más importantes que a menudo ignoramos es que la derecha, esa que ahora campa a sus anchas por nuestro país y por Europa, nos está ganando una de las batallas fundamentales: la del lenguaje.

Ahora los responsables, los culpables, ya no son la burguesía, la aristocracia, los capitalistas, los banqueros o los grandes empresarios, ahora esa responsabilidad la dirigimos a entes abstractos, sin cara, sin nombre ni apellidos, como los “mercados”, la “prima de riesgo” o las “Agencias de calificación”. Pero no solo en el fondo nos engañan con el lenguaje, también en la forma al llamar “ajustes” a lo que son recortes puros y duros.

Por eso conviene evitar que el árbol nos impida ver el bosque y analizar que detrás de lo que denominamos “mercados” existen como antes cuando nos referíamos a la burguesía o la aristocracia, personas con nombres y apellidos que son los verdaderos responsables de esta brutal crisis en la que estamos inmersos. También y esa es una paradoja de las medidas de ajuste impuestas a los políticos, en algunos casos teóricamente de izquierdas, que suponen un inmenso retroceso para las condiciones de vida de millones de personas.

Rascando en la maraña que las envuelven descubrimos que unas, pocas, empresas multinacionales controlan ahora un mercado globalizado, al mismo tiempo que un pequeño grupo de magnates dominan también las grandes compañías financieras igualmente culpables de la crisis.

Existe ahora, como nunca antes había ocurrido, una inmensa acumulación de poder económico y financiero en una pequeña minoría selecta, en una élite que además tiene una extraordinaria capacidad de influencia política así como un incontrolado poder de las fuentes de comunicación social que pueden cambiar los sistemas de información, moldeando mentes, hábitos, creencias, los prejuicios e incluso los valores. ¿O es que creemos que es casual el auge y promoción de lo que denominan “programas de entretenimiento”, cuya palma se la lleva Tele 5, en televisiones, radios y periódicos? Está todo perfectamente planificado.

Con esos mecanismos primero nos prepararon denunciando lo despilfarradores que fuimos hasta el 2008, que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, después una campaña de lavado de cerebro al más clásico estilo de los nazis de Goebbels nos impusieron que la culpa era de la deuda privada que arrastraba a la pública, que los entes municipales habían creado más servicios de los que podían pagar, o que el Estado del Bienestar creado después de decenas de años de lucha y esfuerzo era el culpable de la mayor parte de nuestros males.

En una sociedad fácilmente influenciables, con prácticamente todos los medios de comunicación, de propaganda en manos de los más perversos y poderosos es muy fácil dar la vuelta a la realidad y crear complejos de culpa a las víctimas mientras los culpables se benefician de sus maldades. ¿Una nueva versión del nazismo? Aún no asesinan judíos (o quizás habría que entrecomillar esta palabra) pero hay muchas maneras de asesinar y algunas tan sofisticadas como estas.


Pero lo más perverso es que son ellos, los causantes de la crisis, los que buscan soluciones para salir de ella y lógicamente van en la dirección de que paguen unas víctimas previamente condicionadas. Es lo que denominan medidas de ajuste, o sea recortes en todos los aspectos del Estado de Bienestar, incuso la eliminación de derechos que los trabajadores hemos ido conquistando en decenios de lucha. Recortes en sanidad, educación, servicios sociales, jornadas laborales, condiciones para el despido, aumento de impuestos, congelación del salario mínimo, disminución del poder adquisitivo de las pensiones, medidas restrictivas sobre el cobro del subsidio de desempleo……

Medidas que en realidad suponen: ¡el asesinato del Estado de Bienestar!

Un asesinato, un crimen que debiera ser un gravísimo delito ya que afecta a millones de personas. Una especie de genocidio que va a afectar a la mayor parte de la humanidad.

Hasta ahora pensábamos que el fin del mundo, de nuestro mundo podía venir por una guerra nuclear, por catástrofes naturales, o por peligros venidos más allá de nuestro planeta (asteroides chocando, alienígenas invasores), pero lo que ni las mentes más imaginativas y futuristas preveían era que el mayor peligro venía de una minoría deshumanizada, voraz, ambiciosa hasta el límite, que con tal de seguir enriqueciéndose, de seguir dominando, es capaz de arrasar con todo lo que se les pone delante.

Es posible que lo que ocurra realmente sea el final de una época, pero también que la próxima sea mejor. Porque haya un momento en el que el borreguismo existente, la sociedad de zombies en la que nos hemos convertido, dominada, abducida, desmoralizada, dé un fuerte golpe en la mesa y una novedosa revolución se levante, especialmente en Europa arrastrando tras de sí al resto de la humanidad. Quizás el silencio actual de los indignados se parezca al que se produce antes de un gran tsunami que se lleve por delante a todos los canallas que nos han llevado a esta dramática situación.


Después de esa revolución democrática, pacífica deberemos rehacer, curar ese Estado del Bienestar ahora malherido, recuperando todos los derechos perdidos. Quizás habrá que hacer también un nuevo Juicio de Nuremberg sentando en el banquillo para ser juzgados a todos aquellos responsables de los “mercados”, de las “agencias de calificación”, de grandes bancos y lobbies, también a sus cómplices, en los medios de comunicación especialmente, incluso los colaboracionistas de la izquierda, sindicalistas, políticos traidores que han vendido a su propia clase y también a los cobardes que nos abandonaron a nuestra suerte. No habrá condenas a muerte, pero sí cárcel, expropiación de sus bienes devueltos a sus verdaderos dueños, y escarnio público para que paguen con su vergüenza el inmenso daño producido.

Para conseguirlo quizás haya que volver a leer a los clásicos, de Keynes a Marx, y acumular fuerzas olvidando viejas cuitas entre las izquierdas, todas las izquierdas, incluidas las nacionalistas (los debates de este tipo también estén lanzados artificialmente para fomentar nuestra división).

En esas estamos, en estas debemos estar.

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