Atípicos

En una reciente entrevista, que no voy a juzgar en estas líneas ya que dar mi opinión sobre ella me traería negativas consecuencias y ahora “toca” ganar las próximas elecciones, un alto responsable de mi partido además de dedicarme epítetos poco agradables me definía como “portavoz atípico”. No voy a contestarle, además de por lo comentado porque hoy estoy aquí para cuestiones más importantes, sólo quiero analizar qué se puede entender en política como “atípico”, y descubrir si puede ser interpretado como una referencia positiva o negativa.
Recurro al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y descubro lo que significa atípico: “que por sus caracteres se aparta de los modelos representativos o de los tipos conocidos”. No suena mal en los tiempos que corren, porque apartarse de los modelos conocidos suena a innovación, palabra muy de moda especialmente en la izquierda europea.
Más aún teniendo en cuenta que ahora para ser algo en política, se exige no alejarse ni un milímetro de los cánones oficiales, y si a eso le sumas la obediencia ciega al poder establecido, o sea al líder, tienes garantizado un puesto de relumbre y el reconocimiento del establishment . ¿Pero eso no va en contra de la innovación, y lo que es más importante, de la libertad? ¿Cómo es posible que en los partidos de izquierda no se entienda eso?
La lealtad debe ser a las ideas, o como máximo al partido en el que militas (fea palabra), en ningún caso debe interpretarse como la sumisión a la dirección que en un momento dado puede estar rigiendo su destino. Hoy sí pero mañana pudiera ser que no. ¿Cómo se entiende la lealtad a quien está de paso? ¿Se puede ser de izquierdas desde la sumisión? ¿No debiera ser propio de la izquierda lo “atípico”? Demasiadas interrogantes, aunque muchas de ellas tienen respuestas obvias ¿O no?
Sólo cabe esperar que un día en los partidos políticos de izquierdas prime más la lealtad que la obediencia, las propuestas novedosas que las acatadas, la reflexión antes que la sumisión, la libertad que la disciplina, lo atípico que lo típico.
Pero eso da para otro artículo, en el que además habrá que reflexionar sobre la necesaria reforma de unos partidos políticos, que siguen adoptando en clave interna modelos más propios del siglo XIX que del XXI.
Me siento profundamente orgulloso de ser “atípico”, es más consideraría una ofensa que me llamaran “típico” ¿A que suena peor, a vulgar? Pero sí aseguro que la mejor gente que he conocido tanto en el mundo de la política como en el de la música, la literatura, en la vida, es o era “atípica”.
Ahora sólo nos queda resistir, y aguardar a tiempos mejores con la bandera levantada.

Con mi pequeño homenaje a otro "atípico".

Comentarios

  1. La política necesita de más "políticos atípicos", rebeldes contras las direcciones cuando hay que serlo, defensores de ideales que se van perdiendo a causa de la sumisión que se ven obligados por los órganos superiores, que escuchen a la voz del pueblo en lugar de la voz de sus dirigentes, hay que recuperar el espíritu por el cual nacieron y recuperar la confianza perdida ante la ciudadanía. La política debe ser un instrumento útil para conseguir un estado de bienestar de los ciudadanos a que representa y no una forma de vivir de algunos.

    Caña al "político típico" y a lo que representa. Es hora de renovarse o morir.

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