¿Tonto útil, bicho raro, o demócrata que es capaz de empatizar?
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra, Gara, Público, Eldiario.es, El Confidencial Digital, Periodista Digital, Plaza Nueva, Navarra Información, La Voz de Ávila, Mil21, Hora Punta, del 6 al 9 de Agosto 2020.
El pasado miércoles formando parte de una delegación del Foro Social Permanente, acudí al Parlamento de Navarra a exponer nuestros últimos trabajos a favor de la convivencia.
Mi
intervención intentaba trasladar a los representantes de la soberanía popular
en Navarra, el por qué alguien como yo pertenecía a ese grupo social.
Inicié
mi intervención reconociendo que a veces me interrogaba sobre esa cuestión que
consideraba importante y traía a ese hemiciclo dicha inquietud, por si podía
aportar algo a sus señorías.
¿Por
qué alguien como yo decidió colaborar desde su inicio con el Foro Social?
Intenté
explicarlo con brevedad, claridad, sinceridad y un punto de valentía. Llamando
a cada cosa por su nombre.
Cómo era
posible que alguien que venía de la cultura socialista (ahora sin carnet,
aunque con la satisfacción de que mis compañeros transiten en estos momentos
por el camino que inicié) y además humanista, que durante los duros años de
“plomo y fuego” tuvo que sufrir 12 años con escolta, mirando debajo del coche
cada mañana, con la angustia cada vez que le daba a la llave, cambiando de
costumbres e itinerarios, afectando a mi familia sin poder hacer una vida
normal, era capaz de colaborar con esa organización social.
Por
qué alguien que estuvo en la orilla contraria de lo que entonces era un río de
aguas turbulentas, ahora compartía espacio de trabajo y convivencia con algunos
de los que me confronté, a veces con extrema dureza.
Pedí a
los señores y señoras parlamentarias presentes por favor, que cuando volvieran
a sus casas reflexionaran sobre lo que les iba a decir, con la ingenuidad
típica de quien piensa que eso es posible hoy en día.
Quizás
la explicación de mi decisión esté en que incluso en aquella oscura época,
intentaba comprender las razones del “otro”, entender su sufrimiento. Eso tiene
que ver con un concepto casi desaparecido; la empatía.
Es
probable que también mi pasado de lucha anti franquista hubiera influido, aquel
en el que a los ojos de otros (los fascistas que gobernaban) pertenecía a esa
misma orilla, a la de los que se
consideraron enemigos del sistema.
O porque
fuera torturado y represaliado por mis ideas por los miembros de la BPS, en dos
ocasiones por el afamado “Billy el niño”.
Probablemente
esa circunstancia haya hecho que entienda que la tortura es la mayor
degradación del ser humano, de quienes la practican, de quienes la ordenan, la
toleran, o también de aquellos que simplemente miran hacia otro lado.
Nunca
he podido tolerar esa depravación, mucho menos aún cuando sospeché que la
practicaban los míos, míos.
Quizás
todo ello me condujo a empatizar con un movimiento como el Foro Social, al
igual que antes lo hice con Elkarri o Lokarri.
Era
consciente que después de la desaparición de ETA, contra la que luché precisamente
en primera línea de fuego, aún quedaba mucho trabajo por hacer.
Entonces
me di cuenta que ese trabajo lo exponía Foro Social en su ideario y en sus
planes de trabajo.
Convivencia,
normalización democrática, respeto a los derechos humanos y en concreto los de
los presos, derechos para todas las víctimas, todas, o búsqueda de consensos en
lo referente al relato.
Me
preguntaba: ¿por qué tiene que haber cien relatos cuando la verdad es única? ¿Por
qué no trabajar un consenso también en este espinoso tema?
El 20
de Octubre de 2011, cuando ETA anunció el fin definitivo de su actividad
violenta fue uno de los días más felices de mi vida.
Aquel
día vinieron a mi mente imágenes como aquel en el que Odón Elorza me informaba
del asesinato de nuestro amigo Juan Mari Jáuregui, también ese viaje juntos a
Donosti. O las charlas que ambos tuvimos con otro asesinado y también amigo,
Ernest Lluch. Los cuatro coincidíamos en muchos aspectos de este espinoso tema.
Por
eso igualmente estuve el 3 de Mayo de 2018 en Cambó en el momento histórico de
su desaparición. Estoy convencido que ambos si vivieran habrían estado codo con
codo conmigo aquel día, con la satisfacción de haber colaborado en aquel hito.
Debo
reconocer que si entonces alguien me dijera que 9 años después, tendríamos que
estar todavía exponiendo estos temas no lo habría creído.
Vamos
con retraso, con mucho retraso. Y ese retraso genera sufrimiento, un
sufrimiento que en su momento no quise para mi familia y no lo quiero ahora para
la de los demás.
Antes
de seguir debo reconocer que incluso en mi etapa de militancia socialista y
durante los peores momentos de la violencia de ETA, no estuve de acuerdo con dos
conceptos que me parecían injustos. Mucho más ahora que ETA ya no existe.
El
primero, el no reconocimiento de los derechos a las víctimas de la otra parte
cubriéndolas con un manto de sospecha. Todos fueron víctimas y algunos en ambos
bandos igualmente fueron victimarios.
Los
atentados de los llamados incontrolados, los sucesos de Sanfermines 78, la
persistencia de la tortura y un largo etcétera de abusos, dolorosamente desde
aquellos que precisamente se ocupaban de proteger los derechos de todos
nosotros.
Como
militante socialista, de la izquierda, como demócrata sentí una inmensa
indignación, un profundo dolor y tristeza por la existencia de los GAL.
Por
eso hoy, como ciudadano, como demócrata, no puedo, no quiero aceptar
discriminaciones entre victimas según quien haya sido su victimario.
El
segundo la dispersión. Nunca estuve de acuerdo con ella, porque siempre he
entendido que los derechos de los presos son
globales, o sea que deben afectar a todos por igual pertenezcan al colectivo
que pertenezcan y que jamás, jamás, se debe hacer pagar a los familiares y
allegados por los delitos que alguien haya cometido, por muy canalla que haya
sido.
Opino
que ningún demócrata que utilice el sentido común (el menos común de los
sentidos), puede estar de acuerdo con que existan discriminaciones y por lo
tanto su deber, esté en un lado u otro, es luchar y trabajar por evitarlo.
Por
eso acudí allí, para trasladar mi experiencia a los representantes de mi
comunidad, para que entiendan que si se está a favor de la convivencia, de
buscar consensos en lo referente al relato, si se está a favor de los acuerdos
con los diferentes incluso con los muy diferentes, o en el respeto a los
derechos humanos, en concreto sobre la igualdad de trato a los presos y además
uno es demócrata, entonces se debe estar en el Foro Social o al menos estar con
lo que hace el Foro Social.
Porque
hoy en día es precisamente el Foro Social, uno de los pocos espacios en Navarra
que reúne personas de ideologías muy diferentes. Cristianos, socialistas,
nacionalistas, sindicalistas, defensores de derechos humanos o gente de la
izquierda abertzale.
Gentes
que, como he dicho antes, nos enfrentamos en su día y hoy damos el paso de
reunirnos todos los meses en torno a una mesa buscando acuerdos y a
continuación los expresamos públicamente.
Por
eso tiene un gran valor que precisamente allí, en la sede de la soberanía
popular de Navarra, delante de todos los partidos con representación, lleváramos
propuestas como las que nos traían a ese Parlamento, aportaciones que tienen
que ver con la construcción de puentes por los que comunicarnos, cuando lo
habitual es el “y tú más” o las trincheras de confrontación.
En un
tiempo líquido como analizaba Zygmunt Bauman, donde con demasiada frecuencia se
considera enemigo a todo aquel que no opina como tú y por tanto se dinamitan los
puentes por los que comunicarse, resulta difícil entender este tipo de
posiciones. Pero afortunadamente existen y estábamos ante ellos
En el
final de mi exposición les pedí, especialmente a algunos, que hicieran un
ejercicio de generosidad intelectual, de altura de miras para entender nuestras
razones.
Que
dejaran a un lado estereotipos y clichés sectarios.
Que
intentaran entender las razones por las cuales si en el Foro Social podemos
trabajar y colaborar gentes tan diferentes, con pasados encontrados, lo puedan
hacer igualmente ellos. Y ellos con nosotros.
Ojalá
lleguemos a convencerles, para que nos ayuden en nuestro difícil y complejo
esfuerzo.
Les solicité
que entendieran que no soy un tonto útil, ni que me encuentro afectado por el
síndrome de Estocolmo, tampoco un bicho raro, y si lo fuera, si perteneciera a
una especie en vías de extinción, deberían tomar las medidas necesarias para
protegernos y evitar que desaparezcamos.
Terminé
con un mensaje.
Analicen
mis palabras con bondad, con respeto, con altura de miras, intenten comprender
mi reflexión y saquen de ahí algo que pueda servir para la convivencia.
Ese
mismo mensaje se lo traslado también a los lectores a través de esta reflexión.
Veremos……….
Fdo.:
José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario de PSN-PSOE y miembro del Foro
Social)
Villava-Atarrabia
2 Septiembre 2020
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