Coronavirus; mi experiencia con el monstruo
Publicado en Público, Periodista Digital, El Confidencial Digital, Navarra Información, Plaza Nueva, Nueva Tribuna, Gara, Diario de Noticias de Navarra, Eldiario.es, Hora Punta, La Voz de Ávila del 10 al 17 Abril 2020
En memoria de Koldo Méndez luchador por las pensiones y la
izquierda, que el coronavirus se llevó
El
pasado 13 de Marzo comencé con síntomas claros que podrían indicar me había
contagiado del famoso coronavirus.
Febrícula,
malestar, tos seca persistente, dolor de cabeza, que se fueron ampliando a
fiebre de 38 y cólicos.
Ante
mis sospechas llamé al teléfono de coronavirus de Navarra y una señorita muy
amable me indicó que “dé usted al 100 % que está infectado”. Para a
continuación transmitirme que sólo había test de confirmación para casos muy
graves u hospitalarios.
Pertenecer
a un grupo de riesgo, 71 años y diabético siempre preocupa más y volví a
insistir en la necesidad de testarme. La respuesta siguió siendo la misma.
Me
metían como infectado por coronavirus y me harían el seguimiento desde casa.
Por cierto nada de presencial que era muy peligroso, sino exclusivamente
telefónico.
¿Medicación?
Pues paracetamol y posteriormente Algidol, hidratación, sopitas y buen vino.
En un
momento en el que el monstruo ya se había llevado mi apetito y una parte
importante de mis fuerzas y supongo que de mis neuronas, a la vista de la
extrema torpeza en la que me vi envuelto.
A
partir de ahí días de aislamiento sin ganas de nada, ni de comer, ni de hablar,
o escribir. Era como si me hubiera arrebatado la energía vital.
Por
cierto una reflexión que me ha costado muchas críticas desde el sector juvenil.
Entendí que la cosa no estaba para juergas, que los que lo estábamos pasando mal,
o los familiares de fallecidos u hospitalizados no estábamos para juergas.
Por
eso no comprendía las fiestas que algunos comenzaron a realizar desde sus ventanas y terrazas, por cierto fomentado
desde las televisiones con mucha irresponsabilidad en mi opinión.
Puedo
asegurar que la mejor terapia para esos días duros que he pasado era el
silencio, el respeto del silencio. Pero parece que plantear esto es de “viejo
gruñón”. Ahí lo dejo…..
Mucho
tiempo para pensar, para dialogar con el monstruo cara a cara, en plena lucha
por mi propia supervivencia. La sensación de que me tenía atrapado en sus
garras y quería acabar conmigo, de que en cualquier momento daría el salto para
llevarme al hospital.
Era
una lucha desigual, especialmente por el desconocimiento del enemigo contra el
que luchaba. Tampoco los expertos me han ayudado demasiado en este aspecto.
Escucharles me aportaba una mayor inseguridad.
Después
la sensación de que poco a poco se iba retirando, que le había vencido, aunque
siempre con la precaución de que podía volver y pillarme ya exhausto. Por
cierto otro de mis síntomas fundamentales, la extrema debilidad que casi no me permitía
que pudiera vestir o desnudar.
Es uno
de los pocos síntomas que aún persisten, aunque parece que al menos las
neuronas van volviendo lentamente. Aunque aún me quede la sensación de que me tiene agarrado por la garganta por esa extraña sensación de tener algo ahí.
En esa
dura batalla reflexionaba sobre que este cruel ser se estaba cebando con lo mejor
de nuestra generación. Con las gentes mayores de 65 años, los que luchamos en
el tardo franquismo por la democracia, después en la Transición para que fuera
posible, que vivimos la reconversión industrial, nos echamos a las calles
contra la OTAN, o la histórica huelga general del 14 de Diciembre de 1988.
Esa
generación que además dio la cara en la crisis de 2008 ayudando a las nuevas
generaciones a sobrevivir a la misma. Aportando sus pensiones, abriendo sus
casas a hijos y nietos.
Esos
que ante una generación mal criada y comodona ha cuidado de los nietos sin
olvidar la lucha por nuestras pensiones, o porque venga de nuevo la República.
Es
como si este monstruo quisiera arrebatarnos la parte más luchadora, más
rebelde, fuerte y aguerrida de nuestra sociedad y en cambio respetara a la
generación más acomodada, más débil y mal criada. Una cosa muy rara porque
parece un virus con ideología.
Cuando
pase todo esto deberemos reflexionar como sociedad por qué no han funcionada
los sistemas para proteger a nuestra generación, a nuestros ancianos que están
cayendo como moscas en unas residencias diseñadas, no para cuidarlos sino para
que algunos hayan hecho un gran negocio.
Pero
terminaré con mi relato. Al cabo de 23 días me acaba de llamar la enfermera de
turno para asegurarme que ya soy dado de alta, eso sí, sin hacerme el
correspondiente test de negatividad porque según el protocolo no me
corresponde.
Buenos
pues nada, yo deseaba donar mi plasma para utilizar mis anti cuerpos, que han
sido capaces de hacer huir al monstruo que según parece no ha podido conmigo,
para ayuda de otras personas. Nuevamente sale la parte solidaria de nuestra
generación.
Esa es
mi experiencia, física y psicológica, lo he sentido dentro, he luchado contra
él y ahora me queda recuperar la confianza, volver a pensar, a dialogar, a
reflexionar y escribir, sobre la parte social y no sólo médica o científica de
este cruel coronavirus.
Somos
muy pequeños, muy débiles y el coronavirus nos ha puesto ante el espejo de esa
realidad. Que algo minúsculo haya sido capaz de poner en riesgo la salud de
toda la humanidad y nos vaya a llevar a la peor crisis económica de la historia,
es como para nacérnoslo mirar.
Salgo
hoy definitivamente del túnel, con escepticismo porque no me creo casi nada de
lo que me dicen, pero con las ganas de seguir luchando.
Ya se
sabe que “los viejos roqueros nunca mueren”.
Fdo.:
José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia
10 Abril 2020
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