19 años ya de un crímen. No tomarás el nombre de una víctima en vano
El pasado jueves en el Parlamento de Navarra la actual
portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, tuvo la osadía de enumerar los
nombres de los socialistas asesinados por ETA, entre ellos el de mi compañero y
amigo Juan Mari Jáuregui, que el 29 de Julio de 2000 caía asesinado a manos de
unos desalmados de ETA.
Recuerdo con un escalofrío aquel instante. Remueve en
mi interior sensaciones, sentimientos, reflexiones nuevas y al mismo tiempo ya
experimentadas. En este momento y después de todo lo que ha ocurrido en los
últimos años pensaba que ya eran imposibles de sentir.
Era como la gota que desborda el vaso del hastío, la
indignación y el desprecio que provocaban acciones cada vez más terribles e
incomprensibles desde la razón y la ética.
Conocía a Juan Mari como conocí a López de la Calle,
aunque coincidía con él en más cosas que con José Luis. Los dos militamos en el
PCE, luchamos codo con codo contra el franquismo, pasamos juntos al PSOE
después de un proceso de reflexión que nos llevó a considerar este como
"la casa común de la izquierda".
Los dos habíamos mantenido en los últimos tiempos
posiciones heterodoxas y críticas con la posición de nuestro partido en el
conflicto vasco, y los dos defendimos en privado y en público que era necesario
el diálogo para resolverlo, destensar y mejorar las relaciones con el PNV,
diferenciarnos del discurso belicista e inmovilista de un PP más preocupado por
su crecimiento electoral que por resolver el problema.
Los dos estábamos en esa posición de puente, quizás
demasiado ingenua e idealista para los tiempos que corrían entonces.
Resulta curioso visto desde hoy como algunas cosas han
cambiado (ahora gobernamos con el PNV en muchas instituciones), pero otras como
la posición del PP a la que ahora se añade Cs se mantienen inalterables.
En aquel instante sentí que al asesinar a Juan Mari
asesinaban una parte de mí, una parte de las ideas que defendía al igual que
él. Pensé que ETA no sólo dinamitaba los hipotéticos débiles puentes que intentábamos
tender entre ambas orillas de aquel conflicto de aguas turbulentas, también
hacía saltar por los aires el suelo sobre el que debían construirse, intentando
dejar sin posibilidades de diálogo a aquella sociedad que lo estaba demandando
con firmeza.
ETA con el asesinato de Juan Mari cruzaba una línea
roja imperceptible pero existente, como tres años antes la cruzó al asesinar a
Miguel Ángel Blanco y apenas unos meses después a otro constructor de puentes
como Ernest Lluch.
Pretendía así eliminar a los más próximos de entre sus
"enemigos", a los que servían de conexión con una parte de la
sociedad con la que ineludiblemente habría que contar, como así ha ocurrido,
para resolver el conflicto.
Al cruzarla señalaba como objetivos a cualquiera que
no se rindiera a su poder militar y fascista. Por eso me sentí interpelado. El
"yo" era genérico, era la reflexión que todos debimos hacernos a
partir de entonces.
Pretendía llevar la cruel teoría de “socializar el
sufrimiento” señalando que el próximo podía ser un dirigente del PNV, un
miembro de la corriente de opinión Aralar que había surgido dentro de HB, un
dirigente de la cúpula actual de esa organización (HB) que en privado o incluso
en público en voz baja discrepara de su enloquecida espiral, incluso uno de sus
miembros (de ETA) que planteara una estrategia diferente…o yo mismo.
Simplemente por no hacer seguidismo de sus propuestas,
por mantener posiciones intelectualmente libres. Y esa reflexión era lo que
visto desde hoy recuerdo como más terrible de aquella situación, que cualquiera
era a partir de ese instante objetivo de ETA, porque ya todos éramos sus
enemigos potenciales.
Cuando la praxis de una organización, sea militar o
política, la sitúa en contra de todo y de todos, debía hacerla hecho pensar
seriamente sobre su ineficacia para la obtención de sus objetivos políticos, y
por tanto sobre la necesidad de su disolución. Esa reflexión fue
madurando durante 10 años más, pero quizás ese instante fuera el germen y la
explicación de lo ocurrido posteriormente.
Aquel fatídico día comprobé en directo no sólo el
dolor que su terror producía en las familias, directas y políticas, también la
crispación y el abismo social que iba abriendo. Vi al Lehendakari Ibarretxe
junto a Josu Jon Imaz esperando en la entrada al velatorio, increpado por
algunos socialistas que no pudieron controlar su indignación, aunque en mi
opinión erraban en la dirección en que debían dirigir su ira.
Vi a un Ibarretxe dolorido por este nuevo asesinato,
tenso, solo, rodeado de militantes socialistas con una gran carga emocional.
Por eso aquella tarde fui a saludarle rompiendo así su incomunicación con
nosotros (los socialistas), y a la salida le comenté que algo teníamos que
hacer.
Algo diferente, audaz, imaginativo y sobre todo
generoso, para por encima del dolor, de la indignación, de la ira contenida,
lograr que prevaleciera el diálogo y el entendimiento. Para eso hacía falta
comunicarse, hablar, evitar que triunfara la estrategia de ETA de provocar un
enfrentamiento social irreversible entre nacionalistas y no nacionalistas.
Para parar aquel "choque de trenes" tuvimos
que trabajar duro los más proclives a ese diálogo, para en una segunda fase ir
incluyendo a los más reacios, que casualmente eran los que más poder tenían en
nuestras respectivas orillas.
Pero en cualquier caso no podíamos consentir por la
memoria de Juan Mari, que dinamitaran las bases sobre las que se debía
construir esos puentes de diálogo y entendimiento. Así pasó y al
final se consiguió llevar a esas posiciones con posterioridad al mismo
Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, o al recalcitrante
Rubalcaba.
A veces y resulta complejo comentarlo, ingenuamente
buscaba, en aquel momento también, un razonamiento ideológico, político, a
aquellos atentados de ETA, intentando encontrar razones a lo inexplicable, y
preguntándome cómo era posible que no fueran capaces de entender que lo que
hacían fortalecía a sus hipotéticos enemigos, y debilitaba a sus
correligionarios.
Que el camino que habían emprendido no conducía, como
así ha ocurrido, a la consecución de su estrategia política, sino que al
contrario, alejaba la posibilidad de acuerdos en esa dirección y producía más
sufrimientos en su gente.
¿O es que pensaban que era posible derrotar
militarmente al estado español? Incluso reflexioné si habría que analizar las
acciones de ETA en claves no políticas sino sicológicas psiquiátricas.
Ver personajes como “Txeroki” o “Txapote” así lo indicaba.
Allí frente al féretro de mi amigo me pregunté si los
dirigentes de HB no serían capaces de hacer sus reflexiones políticas al margen
del poder militar, y si lo hacían, por qué sólo era en privado. ¿Qué opinaría
en ese ámbito Otegi del asesinato de Juan Mari Jaúregui?
Posteriormente creo que conseguí saberlo y quizás de
ese hecho vino la alternativa Bateragune que les llevó a sublevarse,
políticamente hablando, ante sus superiores militares. Esa fue la clave, que en
HB el discurso político acabó prevaleciendo sobre el militar, que hubo gentes
en su dirección que cambiaron el sentido de la marcha.
Que como hacíamos algunos dentro del PSOE, fueron
capaces de discrepar de las posiciones "mayoritarias", y a base de
constancia y muchas veces de incomprensión, ir impregnado con esas tesis el
discurso "oficial". Lo consiguieron y ahora su heredera Bildu, salvo
borrones como los lamentables recibimientos de la pasada semana, camina por la
senda democrática.
Desgraciadamente Juan Mari ya no podrá verlo, pero
otros recogimos su bandera a favor del diálogo y el entendimiento, en defensa
de soluciones políticas a los problemas políticos, en la búsqueda de
nuevos marcos jurídico-institucionales en los que todos nos encontráramos
cómodos, en definitiva para conseguir lugares de encuentro y de convivencia
pacífica entre diferentes, o incluso muy diferentes.
Hoy 19 años después le recuerdo, recuerdo su figura
personal y política y agradezco el esfuerzo que junto con otros que ya no están
como Ernest Lluch y Enrique Curiel fueron capaces de ver al “otro” y con incomprensiones,
incluso dando su vida, permitieron al resto poder llegar a donde ahora estamos,
a un escenario de paz, aunque aún le queden flecos por resolver como el de los
presos y exiliados para que sea completa.
Ahora que se aviva interesadamente la polémica de los
supuestos pactos con Bildu, heredera de aquella HB, en Navarra, precisamente
por gentes que en los momentos como aquel de plomo y sangre, ni estaban ni se
les esperaba, conviene conservar esta memoria histórica.
Por eso resulta insultante escuchar su nombre en boca
de una señora que estaría a años luz de Juan Mari si viviera.
Muchos de los que dimos la cara entonces ahora
defendemos esos pactos, esa nueva vía de entendimiento que no entiende esta
portavoz. Esta reflexión pretende ayudar a ello.
Gracias, eskerrik asko Juan Mari Jaúregui descansa en
paz.
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 4
Agosto 2019
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