Pedro, quita las medallas a “Billy el niño”
Publicado en eldiario.es, Navarra Información, Plaza Nueva y Diario 16 el 11 Junio, Deia el 13 Junio y Diario de Noticias de Navarra el 17 Junio 2018.
Conocí personalmente al
miembro de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, más conocido en
los ambientes anti franquistas como “Billy el niño” una tarde del
otoño-invierno de 1971 y una segunda vez apenas unos meses después.
Por aquel entonces
militaba en el PCE donde había ingresado en 1.969, en una doble vertiente, por
un lado en la Universidad Complutense de Madrid donde estudiaba Ingeniería de
Telecomunicación y al mismo tiempo en Artes Gráficas debido a mi trabajo en
este sector. Como consecuencia lógica de ello también estaba afiliado a CC.OO.
En aquella época los
pocos estudiantes que veníamos de la clase obrera, debíamos compaginar nuestros
estudios con un trabajo que pudiera ayudar a nuestras familias.
Recuerdo como si fuera
hoy aquella imagen de nuestro primer encuentro. Junto a otro camarada de
Aeronáuticos salíamos de la Escuela de Caminos, donde habíamos mantenido una
reunión para debatir nuestra lucha contra un Estatuto de la Politécnica, que
trataba de imponer el ministro Villar Palasí.
De pronto escuchamos
unos frenazos producidos por dos Seat 124 negros, coches que habitualmente
usaba la BPS, uno justo delante y otro detrás, de los que salieron varios
policías de paisano. Del asiento de copiloto del primero salió con rapidez,
casi tirándose en marcha, un personaje menudo que se abalanzó sobre nosotros
sin darnos tiempo ni a reaccionar. Era “Billy el niño”.
El viaje hacia la
famosa DGS, Dirección General de Seguridad, situada en lo que actualmente es la
sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, ya nos
descubrió qué nos iba a pasar desde aquel instante. Golpes insultos con sus
ojos saliéndose de las órbitas, de rodillas sobre el asiento girado hacia
nosotros. Difícil olvidarle.
Recordé en esos minutos
de viaje el cursillo exprés que el PCE nos daba para enfrentarnos a ese
instante y los que vinieron detrás.
Esa imagen me viene
nítidamente a la memoria en el instante que escribo estas líneas. Esa y todas
las que vinieron a continuación durante los largos días que permanecí allí. En
todas ellas tiene un lugar preferente Billy, presente en todos y cada uno de
los interrogatorios de los que fui objeto, nunca mejor empleada la palabra
objeto ya que así intentaban que te sintieras, un objeto sobre el que desatar
su rabia, su odio.
No procede describir
todo lo que me hicieron pero sí quizás una de las imágenes que me quedaron
marcadas a fuego para siempre. En uno de los momentos de sus largos interrogatorios
(una de las cosas que más desgastaba era ese ir y venir del gris con un papel
de color en el que figuraba el nombre del quien debía subir, esa espera en tu
celda esperando ese instante) se situó detrás de mí dándome fuertes golpes en
la nuca con en borde de su mano mientras delante el resto continuaban su
“trabajo”.
Al cabo de un rato que
pareció eterno otro de los interrogadores le dijo; “ten cuidado Billy no se te
vaya la mano como con Ruano y tengamos otro lío.
Escuché su risa
perversa y una respuesta contundente; “tranquilo si ocurre hacemos lo mismo que
con él, lo tiramos por la ventana y decimos que se quería escapar”. Fue el
único momento en el que llegué a sentir realmente miedo por mi vida, porque esas
palabras casi gritos resultaban perfectamente creíbles y probablemente fue lo
que le pasó a Enrique Ruano, compañero de lucha anti franquista que cayó (o le
tiraron) desde la ventana de su casa.
¿Por qué esa rabia, ese
odio? Quizás porque él entendía que ya estaban derrotados, que nuestra fortaleza
al enfrentarnos a sus torturas era muy superior a la suya, que no nos
quebrábamos quizás recordando aquel famoso libro “Así se forjó el acero” de
Nicolás Ostrovski, que venía a mi mente en el tiempo de espera en mi celda
entre subida y subida.
Reconozco que durante
una etapa de mi vida dejé escondidos en lo más profundo aquellos días, aquellas
horas en sus manos y las de sus esbirros, hasta que hace unos años decidí
desempolvarlos y dar mi testimonio. Fue cuando conocí la existencia de CEAQUA y
la querella ante la justicia argentina.
Recordé de nuevo que
entre los numerosos canallas que me interrogaron había quienes lo hacían de
manera profesional porque era su trabajo, para eso les pagaban para reprimir
demócratas anti franquistas, pero Billy era otra cosa, era de otro pelaje. Ver
su mirada, su manera de actuar, de hablar y gritar indicaba que disfrutaba con
ello, que era un sádico perverso un psicópata.
No sé si nos
consideraba sus enemigos, o simplemente era una parte de su carácter, pero
Billy era diferente, muy diferente. Alguien a quien era difícil olvidar, quizás
como otro de los que me topé, éste con otro “estilo” más sutil, el famoso Yagüe
que hacía de padre siendo incluso más cruel.
Después le perdí la
pista durante años, se rumoreaba que se había ido a Latinoamérica huyendo de la
democracia, hasta gracias a CEAQA descubrimos que había vuelto a Madrid
viviendo una vida de absoluta normalidad.
Después las fotografías
actúales corriendo maratones o saliendo de su casa, su entrada en los juzgados
con su casco de moto, o de espaldas sentado al fin en el banquillo de la
justicia aunque no sirviera de nada. Ni siquiera la izquierda en sus largos
años en el gobierno se atrevió a darnos a sus víctimas justicia, memoria y
reparación y acabó yéndose de rositas producto de la famosa “Ley de amnistía de
1977”.
¿Se puede aplicar esa
amnistía a crímenes de “lesa humanidad” como los que cometieron esta jauría de
canallas? Indudablemente no y resulta una afrenta para sus víctimas que sigan
en la calle.
Ahora recupera
actualidad las insultantes medallas que le dio otro “famoso”, Martín Villa,
ministro franquista adaptado al inicio de la democracia. Una medalla que supone
un agravio a la democracia. Que torturadores franquistas sigan paseando esas
medallas con absoluta impunidad no es ni lógico ni admisible.
Ahora dice Pedro
Sánchez que comienza una nueva era. Y yo me lo creo, por eso le apoyo. Una
nueva era donde cuestiones como estas deben ser resueltas. Desde estas líneas
me dirijo a él para pedirle, incluso para exigirle que quizás quitar esasmedallas a “Billy el niño” y al resto de torturadores franquistas (parece que
son otros cuatro) sea un indicativo de esa nueva era. Un gesto que no cuesta
euros sujetos como estamos a los presupuesto del PP.
Pedro no sé si me
leerás pero confío en ti, en que eres un demócrata de izquierdas que debes
pasar a nuestra historia por quien tuvo el valor al fin de devolvernos esa
deuda pendiente, de darnos la justicia, memoria y reparación que nos debe esa
democracia y esa izquierda.
La tortura Pedro
intenta degradar a las víctimas, pero degrada mucho más a los victimarios, a
quienes les dirigen, amparan, o simplemente miran para otro lado. No lo hagas
tú Pedro, compañero, no mires para otro lado al menos en este tema tan
sensible.
La democracia llegó en
parte por nuestra lucha. Socialistas, comunistas, anarquistas, trosquistas,
luchamos por ella y nos dejamos jirones de nuestra piel en aquellas salas de
interrogatorios en manos de psicópatas como Billy. Lo merecemos, nos lo debes, nos
lo debéis y tu dignidad socialista lo debe de hacer.
Pedro, quita esas medallasinsultante a mi torturador, a nuestro torturador “Billy el niño”. Ya!
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 9
Junio 2018
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