Juan Mari Jáuregui, 17 años ya
Publicado en Deia y Navarra Información en Agosto 2017, más Radio Rebelde Republicana.
Recuerdo con emoción, ahora que se cumplen 17 años, el asesinato a manos de ETA de Juan Mari Jáuregui el 29 de Julio 2010. Remueve en mi interior sensaciones, sentimientos, reflexiones nuevas y al mismo tiempo ya experimentadas. En este momento y después de todo lo que ha ocurrido en los últimos 6 años pensaba que ya eran imposibles de sentir. Era como la gota que desborda el vaso del hastío, la indignación y el desprecio que provocaban acciones cada vez más terribles e incomprensibles desde la razón.
Recuerdo con emoción, ahora que se cumplen 17 años, el asesinato a manos de ETA de Juan Mari Jáuregui el 29 de Julio 2010. Remueve en mi interior sensaciones, sentimientos, reflexiones nuevas y al mismo tiempo ya experimentadas. En este momento y después de todo lo que ha ocurrido en los últimos 6 años pensaba que ya eran imposibles de sentir. Era como la gota que desborda el vaso del hastío, la indignación y el desprecio que provocaban acciones cada vez más terribles e incomprensibles desde la razón.
Conocía a Juan Mari como conocí a López de la Calle, aunque
coincidía con él en más cosas que con José Luis. Los dos militamos en el PCE,
luchamos codo con codo contra el franquismo, pasamos juntos al PSOE después de
un proceso de reflexión que nos llevó a considerar este como "la casa
común de la izquierda".
Los dos habíamos mantenido en los últimos tiempos posiciones
heterodoxas y críticas con la posición de nuestro partido en el conflicto vasco,
y los dos defendimos en privado y en público que era necesario el diálogo para
resolverlo, destensar mejorar las relaciones con el PNV, diferenciarnos del
discurso belicista e inmovilista de un PP más preocupado por su crecimiento
electoral que por resolver el problema. Los dos en fin estábamos en esa
posición de puente, quizás demasiado ingenua e idealista para los tiempos que
corrían entonces.
Resulta curioso visto desde hoy como algunas cosas han
cambiado (ahora gobernamos con el PNV en muchas instituciones), pero otras como
la posición del PP se mantienen inalterables.
En aquel instante sentí que al asesinar a Juan Mari asesinaban
una parte de mí, una parte de las ideas que defendía al igual que él. Pensé que
ETA no sólo dinamitaba los hipotéticos débiles puentes que se intentan tender
entre ambas orillas de aquel conflicto de aguas turbulentas, también hacía
saltar por los aires el suelo sobre el que debían construirse, intentando dejar
sin posibilidades de diálogo a aquella sociedad que lo estaba demandando con
firmeza.
ETA con el asesinato de Juan Mari cruzaba una línea roja
imperceptible pero existente, como tres años antes la cruzó al asesinar a
Miguel Ángel Blanco y apenas unos meses después a otro constructor de puentes
como Ernest Lluch. Pretendía así eliminar a los más próximos de entre sus
"enemigos", a los que servían de conexión con una parte de la
sociedad con la que ineludiblemente habría que contar, como así ha ocurrido,
para resolver el conflicto.
Al cruzarla señalaba como objetivos a cualquiera que no se
rindiera a su poder militar y fascista. Por eso me sentí interpelado. El
"yo" era genérico, era la reflexión que todos debimos hacernos a
partir de entonces.
Pretendía llevar la cruel teoría de “socializar el sufrimiento”
señalando que el próximo podía ser un
dirigente del PNV, un miembro de la corriente de opinión Aralar que había
surgido dentro de HB, un dirigente de la cúpula actual de esa organización (HB)
que en privado o incluso en público en voz baja discrepara de su enloquecida
espiral, incluso uno de sus miembros (de ETA) que planteara una estrategia
diferente…o yo mismo.
Simplemente por no hacer seguidismo de sus propuestas, por
mantener posiciones intelectualmente libres. Y esa reflexión era lo que visto desde
hoy recuerdo como más terrible de aquella situación, que cualquiera era a
partir de ese instante objetivo de ETA, porque ya todos éramos sus enemigos
potenciales.
Cuando la praxis de una organización, sea militar o
política, la sitúa en contra de todo y de todos, debía hacerla hecho pensar
seriamente sobre su ineficacia para la obtención de sus objetivos políticos, y
por tanto sobre la necesidad de su
disolución. Esa reflexión fue madurando durante 10 años más, pero quizás
ese instante fuera el germen y la explicación de lo ocurrido posteriormente.
Aquel fatídico día comprobé en directo no sólo el dolor que
su terror producía en las familias, directas y políticas, también la crispación
y el abismo social que iba abriendo. Vi al Lehendakari Ibarretxe junto a Josu
Jon Imaz esperando en la entrada al velatorio, increpado por algunos
socialistas que no pudieron controlar su indignación, aunque en mi opinión
erraban en la dirección en que debían dirigir su ira, que debía ser más hacia
un ministro como Mayor Oreja, incapaz de evitar estos actos, y que en vez de
dimitir por ello se permitía y lo sigue haciendo aún lanzar soflamas
propagandísticas contra los demás.
(Mi amigo Dani Arranz llora desconsolado sobre el féretro de Juan Mari)
Vi a un Ibarretxe dolorido por este nuevo asesinato, tenso,
solo, rodeado de militantes socialistas con una gran carga emocional. Por eso aquella
tarde fui a saludarle rompiendo así su
incomunicación con nosotros (los socialistas), y a la salida le comenté que
algo teníamos que hacer. Algo diferente, audaz, imaginativo y sobre todo generoso,
para por encima del dolor, de la indignación, de la ira contenida, lograr que
prevaleciera el diálogo y el entendimiento. Para eso hacía falta comunicarse,
hablar, evitar que triunfara la estrategia de ETA de provocar un enfrentamiento
social irreversible entre nacionalistas y no nacionalistas.
Para parar aquel "choque de trenes" tuvimos que trabajar
duro los más proclives a ese diálogo, para en una segunda fase ir incluyendo a
los más reacios, que casualmente eran los que más poder tenían en nuestras
respectivas orillas. Pero en cualquier caso no podíamos consentir por la
memoria de Juan Mari, que dinamitaran las bases sobre las que se debía
construir esos puentes de diálogo y entendimiento. Así pasó y al final se consiguió llevar a
esas posiciones con posterioridad al mismo Presidente del Gobierno, José Luis
Rodríguez Zapatero, o al recalcitrante Rubalcaba.
A veces y resulta complejo comentarlo, ingenuamente buscaba,
en aquel momento también, un razonamiento ideológico, político, a aquellos
atentados de ETA, intentando encontrar razones a lo inexplicable, y
preguntándome cómo era posible que no fueran capaces de entender que lo que hacían
fortalecía a sus hipotéticos enemigos, y debilitaba a sus correligionarios. Que
el camino que habían emprendido no conducía, como así ha ocurrido, a la
consecución de su estrategia política, sino que al contrario, alejaba la
posibilidad de acuerdos en esa dirección y producía más sufrimientos en su
gente.
¿O es que pensaban que era posible derrotar militarmente al
estado español? Incluso reflexioné si habría que analizar las acciones de ETA
en claves no políticas sino sicológicas psiquiátricas. Ver personajes como “Txeroki” o “Txapote” así
lo indicaba.
(Maixabel te mando mi cariño y reconocimiento)
Allí frente al féretro de mi amigo me pregunté si los
dirigentes de HB no serían capaces de hacer sus reflexiones políticas al margen
del poder militar, y si lo hacían por qué sólo era en privado. ¿Qué opinaría en
ese ámbito Otegi del asesinato de Juan Mari Jaúregui?
Posteriormente creo que conseguí saberlo y quizás de ese
hecho vino la alternativa Bateragune que les llevó a sublevarse, políticamente
hablando, ante sus superiores militares. Esa fue la clave, que en HB el
discurso político acabó prevaleciendo sobre el militar, que hubo gentes en su
dirección, que como hacíamos algunos dentro del PSOE, fueron capaces de
discrepar de las posiciones "mayoritarias", y a base de constancia y
muchas veces de incomprensión, ir impregnado con esas tesis el discurso
"oficial".
Desgraciadamente Juan Mari ya no podrá verlo, pero otros
recogimos su bandera a favor del diálogo y el entendimiento, en defensa de soluciones políticas a los problemas
políticos, en la búsqueda de nuevos marcos jurídico-institucionales en los que
todos nos encontráramos cómodos, en definitiva en conseguir lugares de
encuentro y de convivencia pacífica entre diferentes, o muy diferentes.
Hoy 17 años después le recuerdo, recuerdo su figura personal
y política y agradezco el esfuerzo que junto con otros que ya no están como
Ernest Lluch y Enrique Curiel fueron capaces de ver al “otro” y con esfuerzo,
incluso dando su vida, permitieron al resto poder llegar a donde ahora estamos,
a un escenario de paz, aunque aún le queden flecos por resolver como el de los
presos y exiliados para que sea completa.
Conviene no obstante ahora que se cumplen 17 años conservar
esta memoria histórica. Esta reflexión pretende ayudar a ello.
Gracias, eskerrik asko Juan Mari Jaúregui descansa en paz.
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal
del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 29 Julio 2017
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