¿República o Monarquía?
El pasado viernes de dolores se celebró el día de la
República en España. Desde hace años, especialmente por los errores cometido
por una monarquía que parecía intocable se ha reabierto con más virulencia si
cabe el debate de si la esta es realmente útil, necesaria ya se sabe que no, en
un país moderno como el nuestro.
Es cuando menos curioso que este debate no fuera tan duro
en los momentos del inicio de la transición, más allá de lo ocurrido en el seno
del PCE, fui protagonista en primera persona de esos históricos instantes,
cuando Santiago Carrillo en un gesto de “pragmatismo” de los que hacen época,
impuso a sangre y fuego en su seno la aceptación de la monarquía y de la bandera
bicolor.
Aquello fue muy difícil de tragar, especialmente por unas
bases que se habían batido el cobre frente al franquismo, en defensa de una
serie de elementos ideológicos básicos que parecían inalterables:
marxismo-leninismo, república, bandera tricolor, ateísmo. Principios cuya
dejación fue el precio a pagar para la legalización, e incluso según algunos
teóricos del tema, para que la democracia pudiera llegar y asentarse.
También en la otra izquierda, la socialista, se pagó un
alto precio como el abandono del marxismo en su XXVIII Congreso así como
aceptar una monarquía en la que no creían; más jirones dejados por la izquierda
en ese largo y tortuoso camino. De si valieron la pena esos esfuerzos existen
diferentes teorías y al menos visto desde la perspectiva actual me temo que no,
que eso trajo victorias electorales pero no ideológicas de fondo, no
transformaciones profundas e inalterables de la sociedad.
Quizás otro de los debates abiertos: si debimos haber
luchado por la ruptura en lugar de la reforma pueda traer respuestas
contundentes. No se puede dar marcha a tras al tiempo, pero parece que éste le
da la razón a quienes defendieron la primera opción.
Pero se hizo lo que se hizo. Los dirigentes impusieron a
las bases su pragmatismo, su “sensatez” y tuvimos que cargar con un peso muerto
como la monarquía cuyo único papel importante, cuestionado por algunos, fue su
actuación, parece que defensora del orden constitucional, la famosa noche del
23-F de 1981.
Cierto es que en aquel momento los poderes fácticos
heredados del franquismo (policía, guardia civil y ejército), estaban
totalmente incontrolados desde el poder político, y eso podía haber entorpecido
nuestra marcha hacia la democracia Pero aunque aquel día el rey no se hubiera
puesto en medio, esa marcha era ya imparable, reconociendo eso sí que nos
habría costado más dolor y sufrimiento pero a la que habríamos llegado igual.
A partir de ahí su función ha sido meramente
protocolaria, cada vez con menos poder y menos funciones, más allá de las
simbólicas absolutamente prescindible en nuestro sistema democrático.
Pero como no estorbaba, como más allá de anécdotas o
bromas estúpidas no originaba ningún quebradero de cabeza y teorizando que su
costo no era excesivo, más aún en época de vacas gordas, nadie la cuestionó de
una manera seria. Solo minorías provenientes de IU, especialmente en la época
de Julio Anguita defendieron su eliminación.
Durante muchos años la sociedad la valoraba entre las
instituciones que gozaban de su máximo apoyo y respeto, pero en los últimos
tiempos la cosa ha ido cambiando. El incidente de la caz en Bostwana, del que
nos enteramos precisamente la madrugada del 14 de Abril (¿casualidad o
premonición?), supuso la quiebra, puede que definitiva, de ese apoyo y respeto.
La consecuencia de torpezas de este calibre, más el enjuiciamiento de la
Infanta Cristina y su marido tuvieron como consecuencia su abdicación y la
llegada al trono de su hijo Felipe en un intento de lavar la imagen de la
institución.
¿Cómo respetar y apoyar a un monarca que después de decir
que no dormía pensando en los jóvenes parados, se va a cazar elefantes en
África? Hacerlo en un momento en el que sus súbditos (que fea palabra) las
están pasando canutas, con nocturnidad, no solo porque la caída se produjo a
las 5 de la madrugada y alevosía.
Un despropósito. Pero un despropósito realizado por quien
y a menudo se intentaba camuflar este hecho, era la máxima institución de
nuestro país: el Jefe del Estado.
A partir de ahí ya no se trataba de dilucidar si la
monarquía es útil o no lo es, se trata de algo mucho más serio: de exigir que
como el resto de los mortales asuma sus responsabilidades ante errores tan
graves. Y eso no se soluciona solo con la abdicación sino con la supresión.
Mereció una reflexión aparte la reacción en aquel
instante de nuestros líderes políticos, especialmente en el seno de la
izquierda. Excepto IU y dirigentes del PSOE como Odón Elorza y eso les honra,
ha habido silencios clamorosos. El PSOE si no quiere ir otra vez
contracorriente en su nueva etapa debería liderar, ponerse al frente de la
marea crítica sobre una institución cada vez más cuestionada.
Es el momento de que esa izquierda reabra el debate sobre
monarquía y república, defendiendo con claridad y contundencia que la primera
institución es ya caduca, estéril y no tiene cabida en nuestro futuro como
pueblo.
¿Es la hora de la República? Parece que sí, éste es
el momento, éste el lugar para que haya
una profunda reforma institucional que nos lleve a ser una república moderna y
democrática.
Habrá dificultades, tendremos que hacer un gran esfuerzo,
es probable que con incomprensiones, manipulaciones e incluso agresiones, pero
es el momento de ser valientes, de recuperar nuestras banderas demasiado tiempo
ocultas, guardadas en desvanes oscuros.
Para conseguirlo primero habrá que romper la inercia
permisiva y a veces cómplice de nuestros dirigentes, pero está claro que la
marea social nos acompaña y más pronto que tarde se conseguirá.
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Afiliado al PSC viviendo
en Navarra)
Villava-Atarrabia 18 Abril 2017
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