26-J: el descalabro de la izquierda

Artículo publicado en Deia el 28 Junio 2016

Ha sido una larga campaña de más de doce meses. Larga, dura, cambiante, con altibajos, como si de una montaña rusa se tratara y hasta con sustos finales como el caso de las grabaciones al Ministro del Interior en funciones Fernández Díaz, o la aprobación del “Brexit” en el último suspiro.

Llegó por fin el momento, el domingo ha sido lo que los taurinos definen como “el momento de la verdad”. Ese instante en el que el torero toma su estoque real se perfila ante un toro cuadrado y entra a matar. Es cuando se recoge, o no, toda la faena realizada con anterioridad, porque aunque hayas hecho una magistral levantando literalmente la plaza en pié, si a la hora de matar entras seis veces y otras diez a descabellar es probable que salgas abroncado, con pitidos y almohadillas, mientras que si de una certera estocada acabas la cuestión eres capaz de abrir la puerta del éxito. Esa puerta que todos los contendientes esperaban abrir hace apenas unas horas.

El domingo en lo que a política se refiere se ha producido también ese momento de la verdad. Es igual lo que hubieran hecho anteriormente, que se hayan esforzado en buscar alternativas transversales, o fórmulas intentado el “sorpasso”, o hayan creído que a pesar de estar rodeado de casos de corrupción lo han hecho muy bien en lo económico, incluso que hayan pensado que eran los más regeneradores de la historia. El domingo la ciudadanía ha dictado su sentencia y los que han fracasado en la estocada,  PSOE, Podemos y Ciudadanos han salido por la puerta de atrás, mientras el PP lo ha hecho a hombros por la puerta grande.

También todas las dudas existentes hace apenas unas horas se han desvanecido, todas las preguntas han sido respondidas. ¿Serían capaces los votantes de castigar a un partido corrompido hasta las trancas? ¿Se castigaría al PSOE, a Podemos o a Ciudadanos por el fiasco anterior? ¿Se produciría el “sorpasso”? ¿Cómo afectaría la aprobación del “Brexit en el electorado? ¿Las izquierdas sumarían más o menos que las derechas? Preguntas respondidas por una ciudadanía que dicen siempre tiene razón. ¿O quizás no?

Porque lo que ese electorado ha dictado es que este país es definitivamente de derechas. Que efectivamente ha castigado a PSOE, Ciudadanos y Podemos, por más que estos últimos hayan mantenido su resultado porque suponían que la unión con Izquierda Unida les iba a deparar uno mucho más elevado. También que ese castigo ha ido dirigido especialmente a unas izquierdas incapaces tras el 20-D de ponerse acuerdo para un gobierno alternativo a Rajoy y su PP. Observar ahora que podríamos tener un gobierno diferente presidido por Pedro Sánchez y ver lo que se nos avecina da para salir corriendo justo hasta Australia.

Otra de las respuestas importantes obtenidas el domingo es que no se ha producido el tan cacareado “sorpasso”, ni siquiera se ha acercado esa posibilidad. Tampoco han afectado los numerosos casos de corrupción de un PP que lejos de ser castigado ha sido el único partido que ha subido y además de manera importante, 14 escaños. Tampoco las utilizaciones vergonzosas del poder, como las famosas filtraciones de las conversaciones entre el ministro del Interior Fernández Díaz con el director de la Oficina Anti fraude catalana intentando utilizar sus informaciones contra partidos independentistas.

Otra incógnita desvelada es que parece evidente que el “Brexit” sí ha influido al final en los resultados. Suele decirse que “en tiempos de crisis no hagas mudanzas” y eso han debido pensar miles de ciudadanos al devolver su voto a la opción más conservadora, en un vano intento de protegerse de la que se nos viene encima.
Pero quizás el dato más relevante de estas elecciones que confirma lo ocurrido en las anteriores del 20-D, resulta ser el impresionante fracaso de las diferentes encuestas habidas durante la campaña e incluso las llamadas israelitas de preguntas a pié de urna, lo que nos lleva a conclusiones terribles sobre la sociedad que tenemos.

Es cierto que estamos pasando por una profunda crisis económica, financiera, política pero también que resulta aún más relevante la crisis de valores. Que la ciudadanía de este país no sólo no castigue a un partido que ha destrozado en casi cinco años el Estado de Bienestar  y que está inmerso en los mayores casos de corrupción de la historia, sino que al contrario acabe premiándolo con 14 escaños más y un incremento de seiscientos noventa mil  votos, indica que algo muy profundo se ha corrompido en su seno durante estos últimos ocho años. Que además se le añada el indicador de que incluso esa misma ciudadanía  mienta colectivamente al contestar a las diferentes encuestas, indica que para salir de esta crisis no sólo se necesitarán buenos economistas, o políticos sino probablemente mejores psicoanalistas. Quizás tengamos una sociedad enferma que pide a gritos un diván donde ser tratada.

Pero no sólo han fracasado las diferentes empresas demoscópicas, todas, también ha fracasado la izquierda en su conjunto que ha sido capaz, como consecuencia de su imposibilidad de entendimiento tras un buen resultado el 20-D, de llevarnos a unas nuevas elecciones que han traído como consecuencia el fortalecimiento de la derecha y su propio debilitamiento.

De una correlación de fuerzas 163-161 o sea menos dos con la posibilidad de ser más cuatro con el apoyo decidido del PNV, hemos pasado gracias a los lumbreras que la dirigen al actual 169-156, o sea menos trece. Pero en votos ha resultado aún peor, un verdadero cataclismo porque en las anteriores elecciones esa misma izquierda superó a la derecha en casi un millón de votos cuando en estas ha sucedido justo lo contrario, han sido superadas por casi quinientos mil. Para este viaje no necesitábamos alforjas señores Pedro y Pablo, o viceversa.

 Algunos, pocos, ya advertimos de que el electorado de izquierdas es muy sensible a la frustración de no haber podido conseguir, pudiendo hacerlo, un gobierno de cambio. Ya se adivinaba esta consecuencia de su propia incompetencia, de su inmensa irresponsabilidad. Nadie nos escuchó y ahora toca comprobar lo acertado de la predicción, que se pierden cinco escaños y lo que resulta más dramático aún les abandonan un millón doscientos mil  votantes, justo la cifra de la diferencia con la participación anterior.

Quizás el único elemento positivo, más para el prurito propio que otra cosa, sería para el PSOE salvar los muebles evitando el temido “sorpasso” y para  Pedro Sánchez mantener su cabeza que para estas hora ya esperaba tener Susana Díaz cortada sobre una bandeja a su disposición. No sólo no hubo viaje en AVE la noche electoral hacia la Secretaría General del PSOE, sino que su propio fracaso, al verse superada por el PP en su feudo andaluz incluso con la pérdida de dos escaños, la dejan muy debilitada e incapaz de plantar cara al SG actual.
Especialmente patéticas fueron algunas imágenes, algunos comportamientos observados la noche electoral. ¿Tenían motivos para la sonrisa eufórica los dirigentes de En Común Podem, especialmente Ada Colau y Xavier Doménech después de la sonora bofetada que acababa de recibir la izquierda en su conjunto? ¿Y para la sonrisa forzada mostrada por la cuadrilla del PSOE que apareció rodeando a su líder, o la del propio Pablo Iglesias, aunque en este caso fuera una extraña mueca que contrastaba con la seriedad extrema de un Iñigo Errejón, que parecía expresar: “si ya te lo decía yo”? ¿O por el contrario debieran haber tenido la dignidad, el coraje que tuvo Mónica Oltra, al mostrar sin pudor la vergüenza y decepción porque en su región el PP no sólo no recibía castigo por la corrupción que le devora, sino que había sido premiado con dos escaños más?

Pero una vez analizada esta parte surge la terrible pregunta: ¿qué hacer a partir de ahora? Pues parece evidente que a diferencia de las elecciones anteriores no parece muy probable que el PSOE se aventure a permitir que Sánchez vuelva, una vez salvados sus respectivos liderazgos, a intentar montar un gobierno alternativo a Rajoy. Su debilidad es ahora mucho más evidente y no tendría mucho sentido. ¿La gran coalición? Tampoco parece la opción más real, más bien parece que la lógica apunta a un gobierno del PP con la abstención crítica del PSOE.

Quizás la única posibilidad para el futuro de esa izquierda abatida será reconocer su estrepitoso fracaso y el triunfo sin paliativo de la derecha, permitiendo gobernar a un PP y Rajoy mucho más controlado, con una oposición fuerte y unida. Después proceder a recogerse en sus cuarteles de invierno, lamerse las heridas abriendo un profundo proceso de reflexión tanto en el seno de Podemos como del propio PSOE y desde luego a abrir vías de comunicación entre ellos menos suicidas que las actuales. Aunque por lo que se va viendo por las redes sociales no parece vaya a ser así y probablemente si sus líderes no lo evitan se seguirá el proceso cainita de autodestrucción.

Nos espera pues otro periodo de al menos tres años de gobierno de la derecha. Más sufrimiento, recortes, castigo para las clases populares de nuestro país. Esperemos que al menos esa izquierda ahora fracasada  aprenda a mantener el tipo, a proteger a los suyos y a recuperar la dignidad perdida.

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Afiliado al PSC viviendo en Navarra)


Villava-Atarrabia 27 Junio 2016.

Comentarios

  1. Dices en tu comentario sobre el PP.... "que está inmerso en los mayores casos de corrupción de la historia" Supongo que eres consciente de que esta afirmación es falsa. Solo el caso de los ERES de Andalucia es 5 veces mayor que el total de lo imputado hasta el momento al PP. Y no te olvides de Filesa.

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