Música y política. Política o música.
Artículo publicado en Publicoscopia el 29 Marzo 2016
Corren malos tiempos para la lírica. Corren
malos tiempos para demasiadas cosas, también para la política, o al menos para
la política entendida como la entendían los clásicos. Como proyecto de vocación
vital, de caminos recorridos, de larga y dilatada militancia en ideas, de
reflexión profunda sobre el destino del hombre siempre desarrollados desde la
ética. En esta época que nos toca sufrir la actividad política se parece cada
vez menos a esa definición, y se asemeja más a los programas basura de
televisión.
Competencia desleal, traición, exclusión
total de la ética, de la pluralidad, o de la solidaridad, plataforma para
alcanzar metas personales nada recomendables, para medrar, trepar, y aprovechar
la lucha y el esfuerzo de los demás. Nada que ver con esa idea entre
revolucionaria y solidaria, de los idealistas de otros tiempos. Ahora la
política es un lugar en el que es difícil vivir, desenvolverse, con la herencia
vivencial del 68 ahora que se cumplen 48 años. Se persigue al diferente porque
se le teme, no permitiendo la heterodoxia, primando la lealtad al líder antes
que a las ideas, incluso entre los partidos que se consideran nuevos,
emergentes.
No se permite la imaginación, ni explorar
o experimentar nuevas ideas políticas, porque eso pone en peligro una
estructura obsoleta y esclerotizada. Las direcciones de los partidos se llenan
de cretinos mediocres inmersos en la ignorancia, sin ninguna capacidad
autocrítica, sin ningún interés en profundizar en esas ideas, dispuestos a
alcanzar cotas de poder, ya sean interno o externo, a cualquier precio, incluso
vendiendo el alma al diablo. Gentes sin escrúpulos, desideologizadas que valen
igual para un "roto que para un descosido".
¿Será eso lo que Fukuyama definió como el
"final de las ideologías"? Se podrá decir que es una opinión excesivamente
pesimista, pero es el resultado de una experiencia negativa en los últimos
tiempos, incluso desde una visión relajada y exenta de elementos inmediatos. Un
"territorio comanche" del que entran unas ganas inmensas de alejarse
a toda velocidad.
Frente a eso y viendo la repercusión que ha
tenido el inmenso concierto que esos monstruos del rock, los Rolling Stones
acaban de dar ante más de un millón de personas en Cuba, surge de inmediato la
comparativa. Música y política, o política y música. Produce un inmenso placer
que a través de la actividad política se pueda llegar a la música, es más, la
política debiera impulsarla, debería estar impregnada en ella. Desde las
instituciones, sean ayuntamientos o Comunidades Autónomas se debiera fortalecer
esa relación.
Porque eso permite conocer a músicos y
músicas de una manera más directa que la de asistir a un concierto o escuchar
sus discos, por cierto comprados en una tienda como se debe hacer. Creadores
ilusionados con lo que hacen, gentes que "pelean a la contra" en un
mundo que sólo se promociona e impulsa la música de usar y tirar tipo
"triunfitos" o la que suena en las grandes cadenas musicales. Como si
fuera de eso no hubiera un mundo lleno de riqueza, de sensibilidad, de buena
música y mejores músicos.
Artistas a los que o se promociona y ayuda
desde los poderes públicos, o no saldrán de los pequeños conciertos hasta que
la presión de sus necesidades económicas los haga acabar entre la generalidad,
perdiéndose en la mayoría de los casos creadores como la copa de un pino.
Gentes como Pancho Varona, Antonio García de Diego, los ángeles guardianes del
gran Joaquín Sabina, pero al mismo tiempo autores de canciones que ya forman
parte de la banda sonora de aquellos que apreciamos la buena música. También
jóvenes talentos como Paco Cifuentes, Rafa Pons, Andrés Suarez, o María Rozalén.
Se añaden a otros ya consolidados, Quique González, Carlos Chaouen, Olga Román,
Álvaro Urquijo, Kutxi o Cristina Narea.
Escuchar el otro día ese proyecto sobre la
Memoria Histórica que impulsa otro grande, Enrique Villarreal “El Drogas”
antiguo líder de Barricada hace estremecer por su emotividad, pero
especialmente por su valentía, por su compromiso. ¿No debieran los
Ayuntamientos de izquierdas permitir que recorra cada punto de nuestra
geografía?
Buena gente con corazones limpios y mente
clara, llenos de sensibilidad e idealismo, quizás aquel que se quedó hecho
jirones en mil batallas políticas, y que se puede recuperar a su lado. Gentes
con las que poder pasar agradables veladas,
güisqui en mano, llenas de conversaciones sobre música, sobre amores y
desamores, pero también sobre política, sociedad, o simplemente intercambiando
experiencias y sensaciones.
Siempre con una sensación de paz y
tranquilidad, y un deseo inmenso de apoyarles, de ayudarles, para que su
música, sus letras, sus ideas, su sensibilidad puedan ser más conocidas. Corren
malos tiempos para la lírica, y también para ésta música. Es curioso que
precisamente esa forma de ayudarles sea a través de esa política a la que tanto
he criticado al principio.
Una política que por cierto a veces les
castiga a través del Torquemada de turno, en un país demasiado impregnado
todavía de la Santa Inquisición. Así le ha pasado a Soziedad Alkoholika, a
Berri Txarrak, a Def con Dos y otros, el poder contra el rock, la censura
contra la libertad de expresión.
Quizá sea ésa una de las formas de
redimirla y conseguir que cumpla su labor social; colaborando para que esos
creadores, sean del mundo de la música, del teatro, cine, o literatura, puedan
tener su espacio para desarrollarse. Esa puede ser una forma de recuperar la
confianza en una actividad cada vez más alejada de las vivencias sociales.
Política y música, cruz y cara, negro y
blanco, oscuridad y luz. ¿Quizá muerte y vida, aunque sólo sea al nivel de los
sentimientos? ¿O pasado y futuro? Quizás habría que terminar estas reflexiones
con la sensación de que como decía Dylan: "la respuesta está en el
viento". En el viento de la música quizás esté la respuesta a la política.
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Afiliado al
PSC viviendo en Navarra)
Villava-Atarrabia 28 Marzo 2016
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