El 17 de Noviembre se llama Enrique Urquijo
Hoy tocaba
hablar de Catalunya, de la campaña electoral, o de la barbarie vivida en Paris
el pasado viernes 13, pero precisamente hoy debemos hacerlo de quién compuso
parte fundamental de la banda sonora de nuestras vidas, al menos las de una
generación a la que pertenezco: Enrique Urquijo.
Cada 17 de
Noviembre, fecha fatídica en la que perdimos a éste grande, debemos dedicarle
nuestro recuerdo y humilde homenaje. Se cumplen diez y seis años (parece que
fue ayer) que su vida se truncó en una calle de Madrid. Se quebró como un
juguete roto por la vida, estaba solo o quizás con una mala compañía y a muchos
se nos heló el corazón al enterarnos. A todos aquellos que
admirábamos su música, la poesía de sus letras a veces amargas como la vida
misma, impregnadas de soledad y amargura. Un chico triste autor de canciones
tristes.
Esa misma soledad
se extendió a quienes nos emocionábamos con sus palabras musicadas en las
tardes de cualquier otoño como el que se lo llevó, quizás porque sentíamos lo
mismo que él aunque nos faltara su creatividad, su sensibilidad a flor de piel.
Hoy de nuevo volvemos a temblar al recordarlo.
Canciones de amor pero especialmente de desamor (dicen que las más bellas canciones se escriben en ese estado), de tristeza, llenas de poesía, de pasión salidas de lo más profundo del ser humano, de esos terrenos que hoy apenas nos atrevemos a pisar. Caricias hechas canción, cataratas de emociones que te hacían SENTIR, así con mayúsculas, y al mismo tiempo vivir, cuando él estaba dejando de hacerlo.
Canciones de amor pero especialmente de desamor (dicen que las más bellas canciones se escriben en ese estado), de tristeza, llenas de poesía, de pasión salidas de lo más profundo del ser humano, de esos terrenos que hoy apenas nos atrevemos a pisar. Caricias hechas canción, cataratas de emociones que te hacían SENTIR, así con mayúsculas, y al mismo tiempo vivir, cuando él estaba dejando de hacerlo.
Ese terrible día uno
volvió a recordar a su hermano pequeño fallecido unos años antes, comprendiendo
que al perder a Enrique lo perdías de nuevo. El hermano real también músico
como él, líder y compositor de un grupo de rock que se pateó los locales de
Madrid allá por final de los 70 y principios de los 80: RETALES. Por eso las
veces que hemos coincidido con su hermano Álvaro ambos han estado presentes en
nuestra conversación.
Pero también nos
dimos cuenta que perdíamos a un compañero de viaje en esto del vivir de manera
especial, a un amigo. Alguien que entendía lo que hemos sentido en numerosas
ocasiones, que era capaz de transformarlo en letras, en canciones que te
llegaban muy dentro.
Esas que nos habría gustado componer: “Volver a ser un niño”, “Cambio de planes”, “Quiero beber hasta perder el control”, “La calle del olvido y que forman parte ya de la banda sonora de las vidas de una parte importante de aquella generación, aunque quizás nunca nos hayamos parado a pensarlo.
Esas que nos habría gustado componer: “Volver a ser un niño”, “Cambio de planes”, “Quiero beber hasta perder el control”, “La calle del olvido y que forman parte ya de la banda sonora de las vidas de una parte importante de aquella generación, aunque quizás nunca nos hayamos parado a pensarlo.
Ahora la mayoría de los
jóvenes no lo conocen, quizás sus canciones hoy suenen demasiado densa, complejas,
melancólicas en un momento que se impone la música de usar y tirar, igual que
las relaciones humanas. Quizás les atemorice porque activa sensaciones casi
desaparecidas. Pero no entienden que al no escucharlas, al no saber saborearlas
se pierden un tesoro, no podrán explorar un territorio sagrado.
Quienes alguna vez hemos imaginado ser cantante de un grupo de rock, como Bruce Dickinson líder de los admirados Iron Maiden, también con subir a cantar con ellos una de sus canciones, lo entendemos. ¿Por qué no, también con Enrique haciéndole los coros, como lo hicimos tantas veces en aquellos años 70 y 80 gloriosos con nuestro hermano?. Quizás hoy lo volvamos a soñar al escuchar de nuevo esa maravilla de “Aprendiendo a soñar”, aunque sea de Álvaro y Tena. Una canción que se mantiene viva a lo largo del tiempo, de esas que te hacen soñar incluso imposibles como éste.
Quienes alguna vez hemos imaginado ser cantante de un grupo de rock, como Bruce Dickinson líder de los admirados Iron Maiden, también con subir a cantar con ellos una de sus canciones, lo entendemos. ¿Por qué no, también con Enrique haciéndole los coros, como lo hicimos tantas veces en aquellos años 70 y 80 gloriosos con nuestro hermano?. Quizás hoy lo volvamos a soñar al escuchar de nuevo esa maravilla de “Aprendiendo a soñar”, aunque sea de Álvaro y Tena. Una canción que se mantiene viva a lo largo del tiempo, de esas que te hacen soñar incluso imposibles como éste.
Enrique se nos
fue, nos hemos quedado huérfanos del hermano músico, pero nos queda su obra ésa
que te hace despertar en medio de un mundo oscuro, gris y anodino, con la pena
de no poder escucharle nuevas historias, nuevas melodías. Aún nos acompañan en
los viajes, o en las tardes de otoño como ésta y quizás lo sintamos cerca. Es
probable que ahora allí donde esté haya montado un grupo con otros
ilustres como Antonio Vega o Antonio Flores, con aquellos creadores de una
generación injustamente machacada por una cruel pandemia.
Probáblemente sigan componiendo junto. Es seguro que sean los que animan a seguir luchando por ese tipo de música, incluso por esa manera de vivir con los sentimientos activados. Heterodoxos, indomables, libres, frente a la incomprensión de quienes sólo valoran lo vulgar, lo que “vende”, el éxito por encima de la calidad, de la verdad. Ésa gentes que no tiembla de emoción al escuchar “Una tarde gris”.
Nuestro “amigo” nuestro “compañero de viaje” Enrique Urquijo seguirá vivo mientas sigamos vivos los que aún escuchamos y somos capaces de sentir su música. Nos seguirá acompañando en nuestros bajones, en los momentos de penumbra, de pena o desamor, y nos levantará el ánimo, nos hará un poco más felices al comprender que no somos los únicos. ¡Qué pena que se vaya la buena gente y se queden los canallas!
Probáblemente sigan componiendo junto. Es seguro que sean los que animan a seguir luchando por ese tipo de música, incluso por esa manera de vivir con los sentimientos activados. Heterodoxos, indomables, libres, frente a la incomprensión de quienes sólo valoran lo vulgar, lo que “vende”, el éxito por encima de la calidad, de la verdad. Ésa gentes que no tiembla de emoción al escuchar “Una tarde gris”.
Nuestro “amigo” nuestro “compañero de viaje” Enrique Urquijo seguirá vivo mientas sigamos vivos los que aún escuchamos y somos capaces de sentir su música. Nos seguirá acompañando en nuestros bajones, en los momentos de penumbra, de pena o desamor, y nos levantará el ánimo, nos hará un poco más felices al comprender que no somos los únicos. ¡Qué pena que se vaya la buena gente y se queden los canallas!
Enrique Urquijo, te recordamos, te echamos de menos, y quizás como tú decías: “seguimos siendo chavales ordinarios, que nos volvemos vulgares al bajarnos de cada escenario”. Cada uno de un tipo de escenario diferente.
El mejor homenaje que te podemos dedicar hoy es escucharte, saborearte despacio como te gustaba a ti. Ojalá las radios de nuestro gris y triste país lo tengan en cuenta y hagan programas especiales que lleven tu música a las nuevas generaciones.
Descansa en paz Enrique Urquijo, gracias por haber sido así. Gracias por haber sido.
Fdo.: José Luis
Úriz Iglesias, ciudadano de la vida.
Villava-Atarrabia
17 Noviembre 2015
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