Ética, lealtad, militancia y libertad
En los últimos tiempos
he sufrido una intensa campaña de acoso y derribo que me provocado una profunda
reflexión. Lo digo sin ánimo victimista y sin buscar nada en ello, porque entre
otras cosas recorro ahora el camino de la vida ligero de equipaje y sin ninguna
ambición personal. Quizás esa ligereza haga que mi habitual libertad se haya
incrementado y no hay nada que produzca más temor en los mediocres,
especialmente si tienen poder que alguien que piensa y actúa libremente.
Llevo 46 años en
política, una vida repleta de historias y vaivenes, pero siempre en el ámbito
de la izquierda y con la ética por montera. También existe otros conceptos que
intento aplicar en mi praxis diaria, tolerancia, honestidad, coherencia,
generosidad con un punto a veces peligroso de audacia e imaginación. Todo ello
comprendo que supone un cóctel explosivo que no resulta fácil de digerir
especialmente en la militancia política.
Siempre mis
contrincantes y algún enemigo me lanzan la acusación de personalista para
intentar desacreditarme. ¿Qué es ser personalista? ¿Tener personalidad? ¿Actuar
a los dictados de tu libertad? ¿No admitir otra lealtad que la de a tus ideas,
que son las del socialismo de Pablo Iglesias con alguna dosis de “Pasionaria” o
“Che” Guevara? ¿Quién no es personalista entonces? ¿Y quién no lo sea no debería
generarnos desconfianza?
Después de la previa
entro a en materia, dejando para otra ocasión mi culebrón sobre mi militancia
en el PSOE, por respeto a un acuerdo que voy a cumplir hasta el último día de
compromiso de silencio sobre éste tema.
Todo el lío viene como consecuencia
de un artículo escrito sobre el resultado de las elecciones en Andalucía y mi
intervención en el programa de ETB 2 “Sin ir más lejos”. Acepto la dialéctica
si es inteligente, bueno, si no lo es también, la discrepancia, lo que no
admito son los insultos, las descalificaciones o las tergiversaciones que
confunden a sabiendas, porque más parecen sustitutos de la falta de argumentos
sólidos.
En los últimos tiempos me preocupa la falta de reflexión profunda, de análisis sosegado, de exposición clara de lo que está ocurriendo en el seno de la izquierda, o al menos de cierta izquierda. Me preocupa que no se dé todo ello en la izquierda y que cuando se da si es discrepante con lo dictado desde la cúpula, la masa dilapide a quien osa discrepar. Se acusa con mucha facilidad de traidor, o cosas más graves aún, a todo aquel que en uso de ésa libertad que se nos debe exigir tenga la valentía de decir públicamente algo diferente de lo dictaminado.
En los últimos tiempos me preocupa la falta de reflexión profunda, de análisis sosegado, de exposición clara de lo que está ocurriendo en el seno de la izquierda, o al menos de cierta izquierda. Me preocupa que no se dé todo ello en la izquierda y que cuando se da si es discrepante con lo dictado desde la cúpula, la masa dilapide a quien osa discrepar. Se acusa con mucha facilidad de traidor, o cosas más graves aún, a todo aquel que en uso de ésa libertad que se nos debe exigir tenga la valentía de decir públicamente algo diferente de lo dictaminado.
He dicho al principio
que sólo me encuentro ligado a la lealtad a mis ideas, a la disciplina a la que
me lleva la defensa de ellas, a nada más. Si en la izquierda, si en el PSOE no
tiene cabida gentes que opinan como yo, algo muy profundo se ha quebrado en su
interior.
Ésa preocupación se
extiende al terreno de la corrupción que nos asola, a las consecuencias
sociales de ella y a preguntarme si la misma invade la política porque llega
desde la propia soledad.
Considero quizás
ingenuamente que a las gentes de izquierdas debería preocupar ésta situación,
entre otras cosa porque sigo creyendo en el partido como instrumento para
transformar la sociedad y no al revés y mucho menos como oficina de empleo con
ánimo de perpetuidad.
No debería ser necesario
un preámbulo tan largo, pero en los tiempos que corren conviene no dejar ningún
cabo suelo a la hora de plantear lo que voy a hacer a continuación.
Hasta ahora la
corrupción afectaba electoralmente exclusivamente a la izquierda, ya que la
base sociológica de la derecha no se guía por estos parámetros a la hora de
votar. ¿Por qué razón? Parece evidente que era porque ese valor que se supone a
las gentes de izquierdas, la ética, suponía un “lastre” en éste tema ya que no
admitían ningún comportamiento en sus partidos que conculcara la misma.
Cualquier caso de corrupción o corruptela no tenía repercusión en la derecha,
pero producía efectos electorales demoledores en la izquierda. Así se produjo el
final del mandato de Felipe González.
Pero esa situación está
cambiando y eso debería preocuparnos y mucho a todos aquellos que desde ésa
izquierda, hemos considerado siempre que no todo vale a la hora de conseguir
una victoria. Ésa degradación ética que antes sólo afectaba a la ciudadanía de
derechas, cual epidemia está contagiando también a nuestra base social, en un
proceso de degradación social que debemos evitar y para conseguirlo lo primero
que debemos hacer es admitirlo. Diagnóstico, tratamiento, curación.
El PSA jamás debió ir a
las elecciones de Andalucía sin resolver el gravísimo caso de los EREs, que nos
afecta en la línea misma de flotación. No es sólo un acto de persecución
enfermiza de la Juez Alaya, aunque puede tener algún tinte de ello, significa
que hemos sido capaces de consentir, unos por acción, otros por omisión o
simplemente mirando para otro lado que algo tan terrible ocurriera en el seno
de nuestro gobierno. Los corta fuegos no han funcionado.
Hubo voces que lo
exigieron: depurar las listas al límite, incluso a riesgo de injusticias, más
vale errar por exceso que por defecto en éstos temas, dimisión de compañeros y
compañeras implicados como Cháves, Griñan, Zarrías, etc., respetando la presunción
de inocencia pero diferenciando claramente entre responsabilidad penal y
política y ética y aplicación de código ético duro para el futuro. No se hizo, quizás
con la esperanza de que ocurriera lo que ha ocurrido, que nuestro electorado
votara “tapándose la nariz”.
Me alegro, claro que me
alegro, que haya ganado mi partido, el PSOE, pero lamento que lo haya hecho así
y lamento más aún que se detecten signos de que esa enfermedad que siempre ha
afectado a la derecha ahora también nos comience a afectar a nosotros. Es un
peligro que como militantes de la izquierda debemos analizar y vigilar.
Es una mala noticia y
creo que si somos honestos debemos decirlo, estudiarlo y tomar medidas para
evitar que la gangrena envenene todo el cuerpo. Quien interprete que éso es insultar a nuestro electorado miente, precisamente porque le respeto quiero que no se vea infectado por el virus de la indiferencia.
¿Eso es traición? NO! eso
es una obligación. ¿La ropa sucia siempre debe lavarse en casa? Siempre he
considerado insultante como gente de izquierdas ésta máxima, porque el futuro
pasa por un partido transparente con paredes de cristal donde se vea incluso
lavar nuestras vergüenzas, o simplemente no existirá.
Hasta ahí mi
explicación. Supongo que eso no evitará ese tipo de acusaciones e incluso otras
más graves, pero si quien opina como yo no tiene cabida en el socialismo, si
reflexionar y hablar así tampoco, algo muy profundo se está deteriorando en su
interior.
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