De Charlie Hebdo a Ahmed



Artículo aparecido en PUBLICOSCOPIA el 13 Enero 2014

Hace unos días escribía sobre la “semana negra” que asoló nuestro país de 1978. Recordaba una serie de acontecimientos que pusieron en peligro la llegada de nuestra democracia. La semana que acaba de terminar me los ha recordado pero ésta vez en Francia. Acontecimientos que además de dejar un reguero de al menos 20 muertos entre víctimas y verdugos, conmocionan un estado como el francés, con profundas raíces democráticas, en el que se está produciendo un mezcla explosiva entre infiltración del fanatismo islámico y un cada vez más fuerte movimiento ultra, xenófobo y racista que lidera Marine Le Pen, con su Frente Nacional y que probablemente a partir de ahora se retroalimenten aún más.

Antes de nada manifestar mi condena más contundente por éste brutal atentado, mi denuncia de éste tipo de comportamientos que rompen la convivencia, atentan contra la libertad y conducen a la injusticia.

Pero al mismo tiempo debemos evitar que el árbol no nos deje ver el bosque y más allá de los manidos argumentos sobre la dramática situación vivida en 52 horas interminables, que mantuvieron sin respiración no sólo a Francia sino a medio mundo (especialmente el primero; el segundo y el tercero bastante tiene con sobrevivir), sería conveniente recalcar algunos de los elementos que se mezclaron en ellas, atrevernos a ser políticamente incorrectos.

Es cierto que el fanatismo religioso está detrás de esta locura, pero también lo es que existen otros elementos como la discriminación que sienten algunos emigrantes en la “idílica” isla que supone la UE, el desarraigo y la situación de exclusión social y pobreza sin las que éstas situaciones seguramente no se darían, por muchos clérigos que se dediquen a “lavar el cerebro”.

Debemos también poner el foco en el hecho de la dramática casualidad, en el guiño del destino, que supone que dos de sus víctimas, precisamente la y el policía, pertenecieran a éste sector social, uno argelino la otra de Martinica, de color y para que sea más sarcástico aún el primero de religión musulmana. Excluidos matando a excluidos y musulmanes a correligionarios.

Los hermanos Kouachi, Amedy Culibaly e incluso Hayat Boummedienne frente a frente ante Ahmed Merabet, o Clarissa más Lassana Bathiley oriundo de Mali salvando seis rehenes judíos!. Dos eslóganes también, “yo soy Charlie” frente a yo soy Ahmed, Clarissa y Lassana o quizás algo más dramático: yo soy todas y todos ellos, víctimas y verdugos, porque de alguna manera a todos los hemos llevado allí por nuestras torpezas, por nuestras injusticias, por construir un mundo tan desigual que conduce a jóvenes emigrante a esa locura.

Esa mueca nos lleva a otra reflexión: de cada mil palabras escritas 900 van dirigidas a los dibujantes de Charlie Hebdo, o la ciudadanía judía abatida, quizás porque sea lo que “vende” en ese cinismo barato que a veces practicamos y apenas 100 a la y el policía. Terrible, intolerable.

Pero tampoco se leen demasiadas reflexiones sobre lo que está sucediendo fuera del fortín occidental. Poco muy poco de la cadena de atentados que el mismo día se produjeron en Nigeria, el último a través de una niña bomba perpetrada por la cruel secta radical islámica Boko Haram lo que indica el grado de locura alcanzado. Tampoco de las nuevas crueldades en Siria o Irak y qué decir de la dramática situación en la franja de Gaza.


No vale ya con un análisis simplista, fruto de reacciones viscerales, apasionadas, porque ésta situación, dirigentes de aquí, no se soluciona sólo con más policías, con más restricciones, limitaciones, ni blindando nuestro castillo, porque seguramente alguna vez tendremos que salir a por agua o comida y ahí nos estarán esperando. Esto se soluciones con medidas eficaces para evitar al máximo que tres jóvenes como éstos acaben cometiendo crímenes tan horribles.

Haremos mal en enfocar el análisis y por tanto planificar las soluciones en la dirección represiva, también informativamente favoreciendo reacciones como la de Le Pen pidiendo de nuevo la pena de muerte. Esto señores dirigentes mundiales no se arregla así sino justo de manera contraria: solucionando la situación de pobreza absoluta en África, un continente al que hemos esquilmado, saqueado sin piedad y ahora abandonamos a su suerte pretendiendo que ése abandono no tenga consecuencias.

Se soluciona integrando a quienes vienen huyendo de las guerras, el hambre, la enfermedad. Eso después de venderles televisores en los que ven cómo vivimos aquí, incluso a pesar de la crisis, que enfermedades graves como el Ébola o el Sida allí les matan mientras a nosotros no, y que aquí, mejor o peor, comemos nosotros y nuestros hijos, varias veces al día, disponiendo de agua para no morir de sed.

Si no somos conscientes de que ése es el verdadero motivo y no sólo el radicalismo del islam, que en algún aspecto hemos favorecido y se nutre de esas necesidades, llegará un momento en el que nos pasarán por encima, porque además son infinitamente más y están cabreados, al límite.

No se pone puertas al mar intentando contenerlo y nuestros dirigentes lo están haciendo. Mientras el domingo a la  tarde, todas y todos estuvieron caminando por las calles de Paris, cada minuto que pasaba otro u otra entraban a formar parte de su ejército de terror dispuestos a todo.


Mal futuro nos espera, cuando un médico no acierta en el diagnóstico el paciente acaba muriendo y eso es lo que lamentablemente puede suceder ahora. 

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