“Billy el niño” debe ser juzgado y el PSOE debe exigirlo



Yo fui torturado por José Antonio González Pacheco, alías Billy El Niño en 1969 y 1970. Fue en mi época de lucha anti franquista, de militancia en el PCE en sus dos vertientes, la sindical a través de CC.OO. de Artes Gráficas, y estudiantil, en la Escuela de Telecomunicaciones de la Universidad Complutense de Madrid.

Escribo este testimonio porque el viernes 5 está citado a declarar en la AN, aunque solo sea a través de una argucia legal de extradición a Argentina para ser juzgado allí y lo hago para mover conciencias, o al menos para que a través de él se conozca una parte oscura de nuestra historia reciente.

En 1970 se estaba discutiendo el Estatuto para la Politécnica, y la izquierda lideró esa lucha, yo era representante de Teleco, y después de una reunión clandestina en Caminos, al salir camino del autobús paró bruscamente un Seat 124 negro a mi lado, supe enseguida lo que suponía aquello, bajaron dos policías de la temible Brigada Político Social, uno de ellos era “Billy el niño”. Creo que nunca se borrará de mi mente aquella cara. Ahora la he vuelto a ver de nuevo al saber que una jueza argentina pide su detención y enjuiciamiento, vuelven a mí los recuerdos de aquellos interminables días en la DGS, en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. Aquel tétrico edificio que aún me produce escalofríos al pasar delante, por más que ahora sea la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid.



En el camino unas cuantas, muchas, hostias, casi todas venidas de Billy, especialmente cuando me quejé de que las esposas me hacían daño, y el aviso de lo que vendría después. Reconozco que no fue miedo lo que sentí, quizás porque mis convicciones ideológicas eran tan profundas que estaba preparado para ello, incluso habíamos hecho un curso para saber cómo reaccionar y el ejemplo de compañeros cercanos como el indestructible Manolo Galán líder de comisiones de artes Gráficas impregnaban cada poro de mi cuerpo. Era una mezcla de rabia, impotencia, e incertidumbre. Luego recuerdo que ya en la tenebrosa celda mi única inquietud era que mi madre estaría preocupada porque no llegaba a casa, y así era porque en aquel tiempo cuando te detenían desparecías, no existía ninguna comunicación de este hecho a tu familia. 

Menos mal que mi novia de entonces, que también militaba en el PCE en Standard Eléctrica, imaginó dónde podía estar y se lo advirtió ya de madrugada, por eso acabaron en la terrible Dirección General de Seguridad descubriendo que me encontraba allí después de recorrer todos los hospitales de Madrid.

En ese lugar, en mí soledad, me preparé para lo que venía, había leído con detenimiento esas instrucciones que nos daba mi partido, y por nada del mundo podía dejar de dar la talla, ni podía, ni debía “cantar” nada, porque de eso dependían otros camaradas, y aguanté, aguanté duro, y quizás el aguantar entonces me haya hecho la persona que soy. Quizás en aquellos días, y en los que vinieron posteriormente en nuevas detenciones se forjó mi acero, me curtí definitivamente, es probable que me prepararan para aguantar los envites de la vida. Por eso ahora al ver su cara, al recordar sus interrogatorios, sus “métodos”, la bolsa, patadas, o golpes, los siento aún en mis carnes, en mi memoria y me repugna aún más la tortura. Desde aquí alzo mi voz contra ella, más aún si se llegara a practicar desde instituciones del estado.



Recuerdo cuando Billy “actuaba” dando fuertes golpes en mi nuca situado justo detrás mía y uno de sus compañeros de la cruel Brigada Política Social le decía “ten cuidado que se te va a ir la mano otra vez y te lo vas a cargar”, llegando a creérmelo. Resuenan esas palabras en mi mente, las heridas se reabren, las recuerdo como si fueran ahora, y cuando él respondía cínicamente “no importa, hacemos como con Ruano, lo tiramos por la ventana y decimos que se quería escapar”, rememorando así la muerte de otro compañero de lucha: Enrique Ruano supuestamente asesinado por aquel tiempo en los interrogatorios y luego lanzado por una ventana para taparlo.

Pienso en Enrique, en todos los Enriques que dejamos por el camino, en los abogados de Atocha, donde las casualidades de la vida también hicieron cambiar una reunión del PCE de Artes Gráficas que teníamos allí ese día. Quizás el destino me quería llevar hasta hoy para poder escribir estas líneas, que son, que quieren ser un homenaje a quienes lucharon a mi lado codo con codo en aquella negra época.

Hoy estamos en otro tiempo, pero esta tarde primaveral recuerdo aquellos momentos, aquellos días, aquellos interrogatorios brutales, aquellas gentes, aquellos asesinos, a mis compañeros de lucha, con sensaciones profundas, muy profundas, y alguna lágrima asomando por mis ojos ahora que he recuperado mi capacidad para llorar de emoción. Veo a quien fue mi abogada de entonces: Cristina Almeida con la que luego me unió una gran amistad, en nuestro despacho de la calle Españoleto de Madrid.


Solo espero y deseo que a esa “persona” -por denominarlo de alguna manera- que ahora conozco vive en Madrid, aunque pensaba que estaba refugiado en un país latinoamericano, tenga al fin lo que se merece.

Ahí tiene una inmensa responsabilidad mi partido, el PSOE, que aunque no fue capaz de hacerlo en sus años en el poder tiene ahora la oportunidad de liderar que se haga justicia con gentes que ahora militamos en su interior aunque en el momento de los hechos fuéramos comunistas. Que no exista un silencio cómplice de nuevo, que rompa con ataduras del pasado y esté en el lugar que debe situarse un partido de izquierdas. Se lo reclamo, se lo exijo, se lo exigimos todas y cada una de sus víctimas, no puede ni debe defraudarnos de nuevo.

Animo también al hilo de la solicitud de la jueza argentina a que todas aquellas personas torturadas por él alcemos la voz alta y clara, que perdamos por fin el miedo y el rompamos con el silencio.

Comentarios

  1. Una jueza extranjera no tiene potestad para juzgar a ningun Español. Hoy van a denegar la extradicion y se acabara el asunto.

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