Villava-Atarrabia: de perros, mala educación y/o tortura
Siempre me he
manifestado en contra del maltrato animal, racional o irracional y de la
tortura manifestada de cualquier forma posible. Hace unos años un informe de la
ONU recogido por el Defensor del Pueblo de Navarra, señalaba el ruido como una
forma de tortura que podía provocar secuelas físicas y psicológicas de largo
alcance. Instaba a los poderes públicos a poner coto a esa práctica deleznable
y de ahí que en Villava consensuamos una ordenanza contra el ruido, que se ha
demostrado eficaz hasta los últimos tiempos.
También he defendido
que cualquier idea puede ser defendida por vías democráticas y que solo se debe
medir lo que cada partido haga por la eficacia de su gestión. Afortunadamente
la historia y los votos han hecho que Bildu gobierne en Villava los últimos 28
meses, tiempo suficiente para demostrar su eficacia o ineficacia gobernando.
He pensado en titular
esta reflexión como “Villava ciudad sin ley” pero me ha parecido excesivo y
solo voy a centrarme en un fenómeno acrecentado en los últimos meses que creo
merece alguna medida eficaz para evitarlo.
La proliferación de
animales domésticos siempre me ha parecido un signo del terrible individualismo
que nos invade, que la gente en lugar de comunicarse con el resto de los
humanos decide hacerlo con animales que entre otras garantías tienen la de no
discutir. Al menos no discutir con palabras, aunque si lo hacen con, en el caso
de los perros, ladridos.
Cientos de perros
inundan nuestras calles y mientras sus dueños recojan sus excrementos y
controlen el ruido que producen no hay problema, éste surge cuando como en los
últimos tiempos y sin ningún control del “poder establecido” se ha puesto de
moda estar en los comercios, tomando algo en un bar o cafetería y dejar al
perro atado a un árbol o señal de tráfico. El pobre animal al sentirse
abandonado ladra por el sufrimiento al que se le castiga y ese castigo se
traslada a los cientos de vecinos colindantes que sufren ese ladrido, alguno de
intensidad extrema y producida a horas intempestivas. No lo hacen apenas unos
minutos, no, sino que algún caso se demora durante horas, especialmente en la
zona de Caprabo y aledaños.
Seguro que son gentes
que alardean de estar en contra del maltrato a los animales, sin entender, sin
ni siquiera pararse a pensar, que son precisamente ellas quienes la ejercen
sobre sus mascotas (animales irracionales) y sobre el resto de ciudadanía
(animales racionales) que sufre en silencio su mala educación. ¿Cómo es posible
que no se den cuenta de esta canallada? ¿Mala educación y/o maltrato?
Pero lo más grave es
que lo hacen con la absoluta impunidad, con la pasividad de quienes debieran
estar pendientes de proteger el bienestar de la ciudadanía.
Lamentable,
recriminable, denunciable ambas actitudes, por eso alzo mi voz alta y clara
contra este despropósito esperando que, o bien haga reflexionar a quienes la
provocan, o a quienes deben evitarla.
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