La vida merece vivirse a fondo.


Nací el 17 de Octubre de 1.948, el mismo día por cierto que mi admirado Quique González aunque 25 años antes. En Madrid, y para disgusto de algunos en la calle Ferraz 70 actual sede del PSOE mi partido estos últimos 20 años, creo que coincidiendo con el despacho actual del Secretario de Organización. ¿Os imagináis mi espíritu deambulando a su alrededor en un momento en el que debaten sobre si expulsarme o no?

Nací en plena postguerra y con el franquismo ya consolidado. Participé activamente en la lucha para enterrarlo, con algunas consecuencias dolorosas (incluyendo varias detenciones a manos de la tristemente famosa Brigada Política Social. Aún me quedan “heridas” que produjo en mí el ya tristemente famoso “Billy el niño”) pero también con experiencias inolvidables que me llevan a decir a veces que: contra Franco vivíamos mejor.

He cumplido por esa razón sesenta y cuatro años, una cifra que merece alguna reflexión:


Cuando era más joven (digo esto porque aunque parezca mentira aún sigo siéndolo) miraba a las personas de la edad que he cumplido, como si ya hubieran terminado su ciclo por este perro mundo. Ahora me toca a mí, y la verdad es que no me siento tan mal. La carrocería anda con el lógico desgaste de los miles de kilómetros recorridos, pero el motor sigue fino. Eso me anima a seguir la andadura, a visitar nuevos lugares, a conocer nuevas gentes, y sobre todo a seguir transgrediendo, porque esa transgresión tiene que ver con una juventud que no se relaciona necesariamente con la edad.

Me consta que eso molesta a algunos, o quizás a muchos, pero me temo que tendrán que aguantarme algún tiempo más.
 

Transgresor, también heterodoxo, y como consecuencia, o al revés, libre. Porque camino ahora ligero de equipaje, más ligero aún que antes, y eso te proporciona esa libertad que tantos añoran en una época en la que abundan los lameculos, pelotas, otros especímenes deprimentes, ortodoxos, oficialistas y como consecuencia de todo ello aburridos y vulgares.

Pero al mismo tiempo soy defensor del diálogo, de la comunicación entre diferentes, incluso entre muy diferentes, “constructor” de puentes que algunos canallas se han dedicado a destruir en el pasado, originando en algunos momentos un cierto hartazgo, también por ciertas posiciones inmovilistas que lamentablemente sigo observando hoy.
Amigo de mis amigos, enemigo cordial de mis enemigos, amante de mi familia, en una vida en la que el amor ha tenido un protagonismo fundamental. Y no sólo hacia las personas, también a un atardecer en pleno invierno como el que observo al escribir estas líneas, a la conversación amable con esos amigos, a una parte de la naturaleza, a un libro, o cómo no, a una canción, a la música que a veces me hace estremecer.
 

Esa es otra de mis pasiones: la música. Pasión, qué palabra, qué sentimiento tan poco utilizado en la negra, o quizás debo decir gris, época que nos toca sufrir. La música y sus músicos y músicas, especialmente las relacionadas con el rock and roll en todas sus modalidades. Buena gente, la mejor que he conocido en un momento en el que no suelen abundar en el plano político donde me suelo mover.


Política. Otra pasión. Con encuentros y desencuentros. Amores y desamores…políticos lógicamente. Traiciones, algunas gentes de baja estopa que la desacreditan y que me inspiran un profundo desprecio, pero en la que sigo inmerso a pesar de todo, y en la que pienso seguir precisamente por esa pasión, aunque estoy seguro de que algunos desearían mi desaparición fulminante y definitiva. Precisamente ahora sufro en mis carnes este deseo de manera excesivamente dolorosa. Pues va a ser que no.

Sesenta y cuatro años. Miro hacia atrás y veo una historia, unas historias, dignas de plasmar negro sobre blanco. Quién sabe, quizás cuando me aburra y decida escribirlas acaben siendo un “bestseller”. Seguro que algunos apartados aparecerán destacados en la prensa de aquí, y de allí. ¿Alguna primera página? Quizás. Ciertas relaciones han dado para eso y para más.

En fin, hoy al despertarme me doy cuenta que he comenzado el primer día del resto de mi vida. Espero que ésta, como la anterior, dé para otro libro al menos con las mismas páginas.

Mientras tanto continúo disfrutando a tope, esperando y desando que la sensatez y la verdad se impongan, sigo creyendo en el amor como la fuerza que mueve este gris mundo y soñando que le quito el puesto a Bruce Dickinson como cantante de Iron Maiden. Por eso como despedida permitirme un grito juvenil: ¡larga vida al rock and roll! ¡Larga vida a los roqueros, aunque sean ya sesentones!

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