¿Es la hora de la República?

Artículo publicado en DEIA el 17 Abril 2012.
LOS últimos acontecimientos ocurridos en el seno de la monarquía española, desde el controvertido matrimonio del heredero, pasando por el sonado divorcio de la hija mayor del monarca, hasta los más recientes del enjuiciamiento de un yerno, el accidente con visos de delito del nieto mayor, finalizando, de momento, con el lamentable incidente de la cacería de elefantes en Botsuana, hacen que se haya reabierto con más virulencia si cabe el debate de si la monarquía es realmente útil, necesaria ya se sabe que no, en un país moderno como es el Estado español. Es cuando menos curioso que este debate no fuera tan duro en los momentos del inicio de la transición, más allá de lo ocurrido en el seno del PCE. Fui protagonista en primera persona de aquellos históricos instantes, cuando Santiago Carrillo en un gesto de pragmatismo de los que hacen época, impuso a sangre y fuego la aceptación de la monarquía y de la bandera bicolor en su seno. Aquello fue muy difícil de tragar, especialmente por unas bases que se habían batido el cobre frente al franquismo en defensa de una serie de elementos ideológicos básicos que parecían inalterables: marxismo-leninismo, república, bandera tricolor, ateísmo. Principios cuya dejación fue el precio a pagar para la legalización e incluso, según algunos teóricos del tema, para que la democracia pudiera llegar y asentarse. También en la otra izquierda, la socialista, se pagó un alto precio: el abandono del marxismo en su XXVIII Congreso así como también aceptar una monarquía en la que no creían; más jirones dejados por la izquierda en ese largo y tortuoso camino. De si valieron la pena esos esfuerzos existen diferentes teorías y al menos, visto desde la perspectiva actual, es posible decir que no, que eso trajo victorias electorales pero no ideológicas de fondo, no transformaciones profundas e inalterables de la sociedad. Quizás ese sea otro de los debates: si debimos haber luchado por la ruptura en lugar de por la reforma. Un debate que puede traer respuestas contundentes. No se puede dar marcha a tras el tiempo, pero parece que este le da la razón a quienes defendieron la primera opción. Se hizo lo que se hizo. Los dirigentes impusieron a las bases su pragmatismo, su sensatez y tuvimos que cargar con un peso muerto como la monarquía, cuyo único papel importante, cuestionado por algunos, fue su actuación, parece que defensora del orden constitucional, la famosa noche del 23-F de 1981. Cierto es que en aquel momento los poderes fácticos heredados del franquismo (Policía, Guardia Civil y Ejército), al no haberse dado la ruptura que parece hubiera sido necesaria, estaban totalmente incontrolados por el poder político y podían haber entorpecido nuestra marcha hacia la democracia, pero aunque el rey no se hubiera puesto en medio, esa marcha era ya imparable... incluso reconociendo que nos habría costado más dolor y sufrimiento. Habríamos llegado igual. A partir de ahí la función de la monarquía ha sido meramente protocolaria, cada vez con menos poder y menos funciones, más allá de las simbólicas y absolutamente prescindibles en nuestro sistema democrático. Pero como no estorbaba, como más allá de anécdotas o bromas estúpidas no originaba ningún quebradero de cabeza y teorizando que su costo no era excesivo, más aún en época de vacas gordas, orondas, nadie la cuestionó de una manera seria. Solo minorías provenientes de Izquierda Unida, especialmente en la época de Julio Anguita, defendieron de modo claro su eliminación. Durante muchos años, la sociedad valoraba la monarquía entre las instituciones que gozaban de su máximo apoyo y respeto, pero en los últimos tiempos la cosa va siendo diferente. El incidente, del que nos enteramos precisamente la madrugada del 14 de abril, día que se conmemora la II República (¿casualidad o premonición?), supone la quiebra, puede que definitiva, de ese apoyo y respeto. ¿Cómo respetar y apoyar a un monarca que después de decir que no dormía pensando en los jóvenes parados, se va a cazar elefantes en África? Tiene un doble delito la cosa: que fue a realizar una acción como la caza, cada vez más desprestigiada, con la contradicción de que es el presidente honorario de una asociación como Adena que defiende la protección de la naturaleza (los elefantes forman parte de esa naturaleza) y hacerlo en un momento en el que sus súbditos (qué fea palabra) las están pasando canutas; con nocturnidad, no solo porque la caída se produjo a las cinco de la madrugada (¡tela!) y alevosía, porque encima el gobierno no da la impresión de que tuviera información de ello. O al menos eso parece ante las evasivas de Rajoy al ser preguntado los periodistas. Un despropósito. Pero un despropósito realizado por quien y a menudo se intenta camuflar este hecho, es la máxima institución de nuestro país: el Jefe del Estado. ¿Cuántos de los que detentan este honor en Europa han tenido que dimitir debido a comportamientos inadecuados? En este caso, el Jefe del Estado español ha batido el récord mundial de comportamiento inadecuado. En realidad, la institución, la monarquía en su conjunto, lo está batiendo en los últimos tiempos. Luego ya no se trata de dilucidar si la monarquía es útil o no lo es. Se trata de algo mucho más serio: de exigir que como el resto de los mortales asuma sus responsabilidades ante errores tan graves. Y eso no se soluciona solo con la abdicación sino con la supresión. Merece una reflexión aparte la reacción de nuestros líderes políticos, especialmente en el seno de la izquierda. Excepto Izquierda Unida y dirigentes del PSOE como Tomás Gómez, Odón Elorza y Patxi López, y eso les honra, ha habido silencios clamorosos. El PSOE, si no quiere ir otra vez contracorriente, debe liderar, ponerse al frente de la marea crítica sobre una institución que ha traicionado e insultado a quienes dice representar. Es el momento de que esa izquierda reabra el debate sobre monarquía y república, defendiendo con claridad y contundencia que la primera institución, caduca, estéril y ahora cuasi delincuente, no tiene cabida en nuestro futuro como pueblo. ¿Es la hora de la República? Indudablemente sí, este es el momento, este el lugar en el que debe plantearse una profunda reforma institucional para que lleguemos a ser una república moderna y democrática. Habrá dificultades, tendremos que hacer un gran esfuerzo, es probable que con incomprensiones, manipulaciones e incluso agresiones, pero es el momento de ser valientes, de recuperar nuestras banderas demasiado tiempo ocultas, guardadas en desvanes ocultos. Para conseguirlo, primero habrá que romper la inercia permisiva y a veces cómplice de nuestros dirigentes, pero está claro que la marea social nos acompaña,. Más pronto que tarde, lo conseguiremos.

Comentarios

  1. José Luis,

    No estoy de acuerdo. El debate sobre la república creo que ha hecho bastante daño ya creando divisionismos un poco irreales en la izquierda y yo, personalmente, soy partidario de posponerlo.
    El tiempo de sacar este debate llegará, pero ahora no lo es. Tenemos infinidad de cosas más graves en las que ponermos de acuerdo, por mucho que pueda parecer que estamos en el momento adecuado.

    La mayoría de personas menores de 40 años no se sienten comprometidas con la monarquía. Algunos son neutrales, otros directamente republicanos pero muy pocos monárquicos. Muchos jóvenes de centristas o de derechas también se consideran republicanos, lo veo todos los días.
    Hay que dejar que esto fructifique, no convertir la república en el envoltorio de unas ideas políticas. La república debe ser de todos, igual que la transparencia y la regeneración democrática debe ser de todos porque es lo que garantizará su permanencia.

    Exijamos, hoy, transparencia, que se asuman los errores, que el Rey deje de estar protegido mediáticamente y, si se quiere, la abdicación de este Rey, pero ir a por la república hoy es un error contraproducente. En 10 ó 20 años y bajo las premisas comentadas la monarquía perderá el favor público por si misma y por una cuestión generacional, y entonces será el momento.

    Este es mi punto de vista.

    Saludos,

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  2. Vaya por delante que cada persona es libre de hacer lo que quiera en su tiempo de ocio. No obstante, lo del rey es la gota que colma el vaso. Con media casa real metida en escándalos de corrupción y un nieto que usa una escopeta y tiene un accidente Juan Carlos I metió la pata hasta el fondo. La monarquía es algo que a los españoles les crea un sentimiento general de indiferencia y con cosas como estas se estan poniendo a esa parte del país en contra.

    Es hora de que llegue la república.


    Saludos.

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