Martorelles y los animales de compañía

Reconozco que nunca había tenido animales de compañía. Quizás porque defiendo que la mejor compañía son las personas, y que es con éstas con las que debemos mantener nuestra comunicación o nuestros vínculos de afecto.

Pero, paradojas de la vida, ahora tengo dos perras a las que quiero, no tanto como a los humanos que me rodean, pero sí han ganado una parte de mi cariño.

Por eso ahora veo su efecto social de la misma manera que lo veía antes, pero siendo sujeto activo en las dos partes: en el papel de dueño, de disfrutante y de sufridor. Digo sufridor porque siempre he reivindicado el control por parte de esos mismos dueños de los animales de compañía, en especial perros y gatos, porque otros como peces, pájaros, o hurones bastante tienen los pobres con estar encerrados, o en caso contrario de los poderes públicos en especial los Ayuntamientos.

¿Cómo? Pues de diversas maneras: creando ordenanzas que como su nombre indica ordenen su uso y disfrute, procurando que éste afecte lo menos posible al resto de ciudadanos: evitando la suciedad que originan recogiéndola sus dueños, el ruido que puedan provocar -con el lógico margen-, o llevándolos controlados cuando salen para evitar disgustos innecesarios. En caso contrario aplicando con rigor las sanciones correspondientes, y para eso es vital la acción de las policías municipales, o en el extremo creando un cánon o impuesto que permita la creación de una brigada especial para la vigilancia de su cumplimiento -lo que además de ser más eficaz crea empleo-. Aunque creo que resulta más lógico, aunque lamentablemente menos eficaz hoy en día, las políticas educativas a través de campañas informativas.

Ahora en Martorelles, un pueblo precioso de Catalunya, observo con sorpresa que o no existe ordenanza o bien la gente no acaba de concienciarse en este espinoso tema. El estado de algunas calles es lamentable, y a veces siento que soy un bicho raro cuando voy con mis bolsitas para evitar que alguien acabe sufriendo las consecuencias de ciertos actos de mis mascotas. Tampoco se observa la obligación de llevar a los perros sujetos, e incluso con bozal cuando son de un cierto tamaño. Y eso que muy a menudo vemos en las informaciones periodísticas las lamentables consecuencias, algunas dramáticas, de ello.

Ahora se acercan las elecciones municipales y ojala los diferentes partidos que se presenten sean capaces de recoger en sus programas estas demandas que, aunque no sean las más importantes a veces si son las más molestas para las vecinas y vecinos.

Veremos, mientras tanto yo al menos -siendo consciente de que a veces tendré y tengo algún fallo- intentaré cumplirlas.


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